Evangelio para el jueves 7 de octubre 2021. EL SANTO ROSARIO ES SÍNTESIS DEL EVANGELIO. °°° « El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel entrando en su presencia dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.” °°°° Lucas 1, 26-38. Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.
San Juan Pablo II advertía: Mediante
el rezo del santo Rosario, cada creyente obtiene, abundantes gracias de Dios.
Mediante la advocación que nos recuerda la importancia de dirigirnos a Nuestra
Madre a través del rezo del Santo Rosario. Fue la misma Madre de Dios quien nos
pidió que lo recemos y lo difundamos para que, a través de esta oración,
podamos obtener gracias abundantes. Así lo cuenta y lo enseña la historia
eclesiástica. Existen fechas que fueron marcando la importancia, la necesidad y
la gracia del Santo Rosario. En el año
1208 la Virgen María se le apareció a Santo Domingo de Guzmán, le entregó el
Santo Rosario y le enseñó cómo rezarlo. La victoria contundente en la batalla
de Lepanto, 7 de octubre 1571, fue atribuida a la intercesión de la santísima
Virgen María.
El Papa San Pío V, en agradecimiento
a la Virgen María, instituyó la fiesta de la “Virgen de las Victorias” el
primer domingo de octubre. El Papa Gregorio XIII cambió el nombre de la Fiesta
por el de “Nuestra Señora del Rosario”; y Clemente XI extendió la celebración a
toda la Iglesia de Occidente. Posteriormente, San Pío X fijó la Fiesta para el
7 de octubre e inmortalizó estas palabras: “Denme un ejército que rece el
Rosario y vencerá al mundo”. El Santo Rosario pertenece al grupo de los
“sacramentales” que, según el Catecismo (# 1667), son “signos sagrados con los
que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre
todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia". La palabra “Rosario” es determinante en la
teología mariana, para entender el modo más piadoso de concurrir en la oración
para meditar los misterios del Hijo de Dios y de su Santísima Madre, tal como
lo enseñó el Papa Pío V. Muy sabia y atinadamente el Papa san Juan Pablo II
añadió a esa oración elocuente del santo rosario, los “misterios luminosos” en
su carta apostólica, Rosarium Virginis Mariae”. (16 de octubre 2002).
Podemos afirmar sin lugar a
equivocarnos que el Santo Rosario, es una síntesis del Evangelio. Cada una de
las oraciones que lo componen están fundamentadas en las Sagrada Escritura, y
cada uno de los misterios que comprende nos cuenta una situación sobresaliente
de la vida de Jesús y María según el Evangelio. Cada cuenta grande representa
un Sagrado Misterio, con base totalmente bíblica. Cada cuenta pequeña del
Rosario representa un Salmo; la Biblia contiene 150 salmos. La señal de la Santa Cruz, con la que
comienza el Rosario, es la señal del cristiano, en la Cruz murió Jesús para
salvar a la humanidad de sus pecados. El
Padre Nuestro es la oración básica y fundamental del cristianismo, enseñada por
el mismo Hijo de Dios. El Ave María es el reconocimiento de cada persona que
cree en Dios, hacia María Santísima como la madre del Redentor y madre nuestra.
La Salve Regina una oración de saludo, petición y súplica. Algunos
historiadores afirman que ya estaba presente en el siglo XI. “Es una oración
que ha gustado en todas las épocas por su brevedad y sencillez, por su ternura
y profundidad.” La Salve es un
maravilloso ejemplo de lo que significa una oración "esencial". La Letanía es una síntesis del pensamiento del
pueblo de Dios sobre la Virgen María.
El Papa Francisco,
propone seguir las enseñanzas de María Santísima, quien fue la fiel cumplidora
de las bienaventuranzas: “Quiero que María corone estas reflexiones, porque
ella vivió como nadie las bienaventuranzas de Jesús. Ella es la que se
estremecía de gozo en la presencia de Dios, la que conservaba todo en su
corazón y se dejó atravesar por la espada. Es la santa entre los santos, la más
bendita, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña.
Ella no acepta que
nos quedemos caídos y a veces nos lleva en sus brazos sin juzgarnos. Conversar
con ella nos consuela, nos libera y nos santifica. La Madre no necesita de
muchas palabras, no le hace falta que nos esforcemos demasiado para explicarle
lo que nos pasa. Basta musitar una y otra vez: «Dios te salve, María…».
(Gaudete et Exsultate, 176) Cuida tu
salud: “La humildad y la ternura no son virtudes de los débiles”.