18 de octubre 2021. CONTINÚAN AULLANDO… Autor: Padre, Mario García Isaza c.m. Formador, Seminario Mayor, Arquidiócesis de Ibagué. Escribí, hace ya algunos meses, un comentario al que puse este título:” ¡Qué jauría!”. Me refería en él a la clamorosa campaña desatada en ese momento por los más poderosos medios de comunicación contra la Iglesia católica, por su postura en defensa de los valores de la ética cristiana y de la ley natural en relación con el matrimonio y la familia. Pues sucede que en los días que corren, la traílla de mastines ha arreciado los ladridos contra quienes defendemos lo que consideramos intangible, sagrado, inviolable: el valor de la vida desde que se inicia en el momento de la concepción hasta su fin natural.
Especialmente desde El Espectador y El Tiempo, la jauría ensordecedora pretende
que una Corte constitucional que ya conocemos como proclive a la violación de
la ley natural continúe, coaccionada y aupada por intereses inconfesables y por
capitales de sórdido origen, asumiendo funciones que la Ley no le atribuye, y
dictando sentencias de muerte (¡de asesinato!) contra los más débiles: los no
nacidos, por el aborto, y los enfermos y ancianos por la eutanasia. Uno y otra
crímenes abominables que nadie tiene poder para autorizar, mucho menos para
ordenar.
Los citados medios, y otros, empleando, como lo han hecho
siempre, el artero y cobarde recurso de
los eufemismos y las anfibologías para no llamar las cosas por su nombre,
publican, un día sí y el otro también, artículos y columnas plagados de
sofismas y de auténticos exabruptos, y presionan a los togados para que le den
vía libre al asesinato de los indefensos. Tenemos que recordar, y enarbolar
como una enseña en defensa de la vida, la doctrina inalterada e inalterable de
la Iglesia, que el santo Padre Francisco ha vuelto a reiterar hace pocos días,
recordando que el que practica el aborto o la eutanasia en nada se diferencia
del sicario que mata por la paga…
Pueden glosarse esos escritos que hacen parte del alboroto
de la jauría. En días pasados, la columnista Claudia Isabel Palacios, en El
Tiempo, escribió un comentario intitulado “Abortos a lo macho”. En él, afirma
algo con lo que estoy completamente de acuerdo, ya ven ustedes: que hay un
injusto machismo en el hecho aberrante de que se penalice el aborto buscado por
la mujer, y no se castigue con igual severidad la irresponsabilidad del hombre
que abandona a sus hijos, que incurre en la llamada inasistencia alimentaria;
eso, que la columnista llama aborto a lo
macho y la Iglesia condena como paternidad irresponsable, debería perseguirse y
sancionarse con igual o mayor severidad aún que el aborto provocado. Estamos de
acuerdo, doña Claudia.
Pero no lo
estamos en las conclusiones a que usted pretende llegar; no, en decir que el
aborto es un derecho: no puede existir el derecho a matar a un inocente; no, en
llamar a ese infanticidio “un acto de amor y de respeto por una vida que no
merece llegar a un mundo en el que no es deseada”: ¿matar por respeto y por
amor?...No, en afirmar que el magistrado Alberto Rojas, al pedir que se
despenalice totalmente el aborto, aplica un “principio de equidad” : ¿equidad
justificando el crimen perpetrado sea por el hombre o por la mujer?...Ayer,
domingo 17 de octubre, El Espectador editorializa sobre el aborto, y El Tiempo
sobre la Eutanasia. Aúlla la jauría. En el primero, leo: ”Si la Corte Constitucional decide no hacer nada
sobre el delito del aborto en Colombia, estará permitiendo que unas 70 mujeres
cada año mueran por culpa de procedimientos clandestinos de interrupción de
embarazos”.
Y yo me permito añadir de inmediato: y si, como pretenden, da vía
libre al aborto, estará propiciando que sean asesinados cruelmente, no setenta,
sino veinte o veinticinco mil inocentes cada año…Al final, en inocultable
pretensión de presionar a los magistrados, dice El Espectador: “El alto
tribunal tiene la oportunidad de tomar una decisión valiente, que cumpla las
promesas de la Constitución” Sí, de acuerdo; miro la Constitución, en sus
artículos 11 y 44, y digo: la Corte tiene la oportunidad de hacer un acto
valiente, en defensa de lo que la Carta Magna establece ahí, al consagrar la
inviolabilidad de toda vida; propiciar lo contrario no sería, no, un acto valiente y acorde con lo ordenado por
la Carta Magna; sería, al contrario,
cobarde y con carácter de prevaricato.
En relación
con la columna de El Tiempo, me limito a preguntarme: ¿puede considerarse,
realmente, como algo positivo el que la Corte afirme ahora que no es necesario
que le enfermedad que alguien padece sea terminal e incurable, que basta con
que cause gran sufrimiento, para que se atribuya al paciente el “derecho” ---también le dan este nombre- a quitarse o a
pedir que le quiten la vida? ¿Se darán cuenta los que tal cosa pretenden, de
horror al que se estaría abriendo la puerta? Yo puedo padecer de un problema
que me cause mucho, muchísimo dolor y sufrimiento: pongamos como ejemplo el
dolor que experimento en una rodilla o una cadera que, por sus condiciones, ya
no puede ser operada… ¿eso me da el “derecho” al suicidio?... Una vez más: ¡No
matarás! No al aborto, no a la eutanasia. Sí a la vida, a toda vida, desde su
principio hasta su fin natural. Correo del autor: magarisaz@hotmail.com