Evangelio para el domingo 10 de octubre 2021. No se le puede servir a Dios, con criterios humanos. °°° «Salía Jesús al camino, se le acercó alguien corriendo, se arrodilló y le preguntó: “Maestro bueno, ¿Qué haré para heredar la vida eterna?” Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.” (Marcos, 10, 17-30). Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.
Cristo necesita muchas personas en
el mundo que coloquen su granito de arena, que lo hagan convencidos de su
propia vocación, que se dejen inspirar por la Gracia de Dios, que no miren
hacia atrás, que no se detengan ante ninguna perturbación, que asuman los
retos. Los mandamientos de la ley de Dios son la regla de oro para perfeccionar
la vida cristiana. El Salvador del mundo, perfeccionó estos mandatos con su
Palabra y sobre todo con el ejemplo de vida. El Catecismo de la Iglesia
Católica indica el camino perfecto para seguir las huellas del Maestro, basta
cumplir con los mandamientos. Sabiamente Jesucristo distinguió perfectamente
entre la ley y el espíritu de la ley. Así que, él no vino a abolir la ley,
(Mateo 5, 17), sino a darle plenitud a la ley. El problema no está en la
formulación de la ley, el problema se agudiza cuando el creyente no entiende
que la ley logra su plenitud en la persona de Jesús el Hijo de Dios. (cfr. Catecismo
# 2053).
El Nazareno propone dos maneras
concretas para seguirlo: El fiel cumplimiento de los mandamientos y el
desprendimiento de los bienes terrenales. Si pensamos en los mandatos, llegamos a la
conclusión que son una síntesis sabia, inteligente y prudente para edificar una
equilibrada sociedad y sostener relaciones constructivas con Dios. Se trata de tomar decisiones sabias en la
vida. Te quedas con Dios o te quedas con las vanidades de este mundo. Si te
decides escuchar a Dios, tendrás que pedirle la prudencia y la sabiduría. Así
lo enseña Dios en su profunda Palabra: “Le supliqué a Dios y me concedió la
prudencia. Le pedí el espíritu de sabiduría y me lo concedió” (Sabiduría 7,
7-11). Esa es la forma correcta de tener tesoros en el cielo. (cfr. Marcos 10,
21).
Lo contrario, sería seguir a
Jesucristo al estilo humano. Esa es una decisión equivocada. Nunca logrará
alguien agradarle a Dios y servir como apóstol a una sociedad, mientras en su
corazón existan el amor a las riquezas, la vanidad y el orgullo personal. Así
lo explicó el Papa Francisco. Añadía el Santo Padre: “Un cristiano mundano es
un contra testimonio.” “Cuando te crees importante te la crees y te pierdes.” (Homilía,
25 de mayo 2015). Cuida tu salud: La mundanidad no es la fórmula de los hijos
de Dios.