8 de febrero 2020 “Guía Señor nuestro pasos por el camino de
la paz”. Comunicado de los Obispos de Colombia, al finalizar la 109 Asamblea
Plenaria del Episcopado. Los obispos de la Iglesia católica en Colombia,
reunidos en Asamblea Plenaria, a la luz de la Palabra de Dios y de la enseñanza
social de la Iglesia, hemos puesto nuestra mirada en las situaciones que vive
actualmente nuestro país. Consideramos que Colombia pasa por un momento
histórico decisivo, complejo y preocupante, que exige de todos: escucha,
reflexión, diálogo, unidad y compromiso para transformar cada dificultad en
oportunidad de fortalecimiento como nación, para trazar caminos de justicia, de
reconciliación y de bien común.
El Papa Francisco nos exhortó recientemente a seguir
creyendo en la posibilidad de la paz, porque ella es una construcción social y
una tarea en permanente progreso, que implica un trabajo paciente y valiente de
cada uno y de todos. No podemos marginarnos, ni equivocarnos, ni encerrarnos en
intereses reducidos o particulares en el cumplimiento de esta responsabilidad
histórica de encaminar el país por las sendas de la paz.
Desde esta perspectiva, especialmente invitamos a:
1. Defender y
respetar la vida, poniendo fin a la ola de asesinatos y de amenazas que
pesa sobre personas y comunidades, y ha acabado con la existencia de tantos
líderes sociales. Apelamos a quienes siguen acudiendo a vías de violencia, de
intimidación y de muerte: no se consigue nada con las armas ni con la
imposición de ideas. ¡Escuchemos el clamor de quienes sufren! Es necesario, si
queremos la paz, asegurar el derecho fundamental a la vida, reconocido por la
Constitución política, desde la concepción hasta su término natural. En
consecuencia, el aborto no puede ser un derecho humano; es exactamente lo
contrario. Es una profunda herida social.
2. Atender a los
movimientos sociales que han surgido y que propugnan por la solución a
problemas relacionados con la inequidad existente en el país y con modelos de
desarrollo que excluyen a regiones y sectores especialmente golpeados por la
violencia y la pobreza.
A partir del diálogo, hay que identificar las necesidades
ciudadanas y afianzar la relación entre Estado y sociedad civil, para que los
diferentes sectores poblacionales se sientan debidamente representados por las
instituciones gubernamentales. Es imperativo que el diálogo y el cambio social
se hagan sin violencia y sin destrucción de lo que ya con esfuerzo se ha
construido; los colombianos no podemos aprobar lo que desestabiliza y destruye
el país.
3. Avanzar hacia la
realización de un proyecto común de país en el que la dignidad humana sea
reconocida y garantizada en todas las circunstancias más allá de posiciones
ideológicas o sectarias; en el que la política y la economía se pongan al
servicio del bien común; en el que se disipe toda sombra de corrupción y haya
oportunidades educativas y laborales para todos, primordialmente para los
jóvenes. Es necesario superar la polarización que no deja prosperar ninguna
iniciativa para el bien de las comunidades.
Hacemos un urgente llamado a los laicos católicos vinculados
al mundo de la familia, de la educación, la economía y la política a aportar
seriamente en orden a ese proyecto común que anhelamos.
4. Apoyar
efectivamente los procesos que conduzcan a la paz, conscientes de que éstos
no son responsabilidad exclusiva de unos pocos, sino que reclaman la
participación de todos. Nos lo pidió enfáticamente el Papa: “¡Colombia, abre tu
corazón de pueblo de Dios, déjate reconciliar!”. Es necesario que mantengamos
abierta la puerta del diálogo y que luchemos sin miedo para alcanzar esta
reconciliación. Especial atención merecen las acciones a favor de las víctimas
del conflicto y de quienes han dejado las armas y buscan la completa
reintegración a la dinámica social.
5. Tomar conciencia y
reconocer el gravísimo mal que entrañan para las familias y la sociedad el
narcotráfico, el microtráfico y todas las actividades conexas con ellos,
así como el daño que causan a la vida, la economía, la política y la ecología.
Es apremiante contrarrestar, con una visión y una acción integrales, la
epidemia y los estragos que este fenómeno conlleva.
6. Reconocer que los
migrantes son nuestros hermanos y avanzar en la hospitalidad que les
debemos ofrecer. El Papa Francisco ha invitado a acoger, proteger, promover e
integrar a quienes han sido desplazados por diversas circunstancias. Es
inhumano e injusto permitir formas de explotación o de rechazo frente a la
población migrante.
7. Promover la
ecología integral, porque la naturaleza se nos confía para ser guardada y
cultivada (cf. Gen 2,15) para las generaciones futuras. Hemos causado ya graves
e irreparables daños a la obra que Dios nos dio para que fuera nuestra casa
común; necesitamos reconciliarnos con el Creador y con su creación.
Para ello, como lo ha recordado el reciente Sínodo especial
para la Amazonía, tenemos que llevar a compromisos concretos y visibles la
responsabilidad que Colombia tiene frente a este corazón biológico del planeta
y a las comunidades que la habitan, especialmente los pueblos indígenas y los
campesinos.
Urge también revisar los modelos de aprovechamiento de los
recursos naturales en todo el país, particularmente los referidos a la
explotación minero-energética y a la deforestación. Y sobre todo, hay que dar
el paso hacia la conversión en nuestras convicciones y estilo de vida para
cuidar la creación y hacer que esté al servicio de la humanidad entera.
Los obispos reafirmamos que, con nuestros sacerdotes,
religiosos y laicos, priorizaremos y fortaleceremos las líneas que hemos
señalado en nuestra tarea evangelizadora. Exhortamos a las comunidades
católicas a intensificar la oración por el país, invocando la intercesión
amorosa de la Santísima Virgen, y a asumir con espíritu de fe el compromiso de
todos a favor del bien común. Mantengamos firme la esperanza, porque Dios
anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de
corazón…, el Señor dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto (Salmo 85,12).
Óscar Urbina Ortega Arzobispo de Villavicencio Presidente de la Conferencia
Episcopal de Colombia.