19 de febrero 2020. “La mansedumbre reúne, la ira separa”. El
Papa Francisco invitó a poner en práctica la mansedumbre, y la contrapuso a la
ira: “¿Cuántas cosas hemos destruido con la ira?”, se preguntó. Con la ira “se
puede arruinar la relación con un hermano, muchas veces sin remedio”, advirtió.
Ante esas situaciones, el Papa invitó a ejercer la mansedumbre, porque esa
cualidad, propia de Jesús, puede reconstruir lo destruido por la ira.
El Santo Padre se expresó así en la Audiencia General
celebrada este miércoles en el Aula Pablo VI del Vaticano, durante la cual
continuó con su serie de catequesis sobre las bienaventuranzas del Evangelio de
San Mateo, y se centró, en esta ocasión, en la tercera: “Bienaventurados los
mansos, porque ellos heredarán la tierra”.
El Pontífice reflexionó sobre el concepto de mansedumbre, y
lo contrapuso el pecado de la ira, “una actitud violenta de la cual todos
conocemos el impulso. ¿Quién no se ha enfadado alguna vez? ¡Todos! Debemos
revisar las bienaventuranzas y hacernos una pregunta: ¿Cuántas cosas hemos destruido con la ira? ¿Cuántas hemos perdido?”.
“Un momento de cólera
puede destruir muchas cosas. Se pierde el control y no se evalúa aquello
que verdaderamente es importante, y se puede arruinar la relación con un
hermano, muchas veces sin remedio. Por la ira, muchos hermanos no se hablan
más, se alejan unos de otros, es lo contrario de la mansedumbre. La mansedumbre reúne, la ira separa. La
mansedumbre, en cambio, conquista muchas cosas”.
Explicó que el término “mansedumbre” utilizado en el
Evangelio “quiere decir, literalmente, dulce, tierno, gentil, sin violencia. La
mansedumbre se manifiesta en los momentos de conflicto, se ve en cómo se actúa
ante una situación hostil. Cualquiera puede parecer manso cuando todo está
tranquilo, pero ¿cómo actúa bajo presión cuando se siente atacado, ofendido,
agredido?”.
El Santo Padre recordó que la mansedumbre es una de las
cualidades de Cristo, una actitud que “se ve fuertemente en la Pasión”. En la
Cruz, señaló Francisco, Jesús “no respondía y no amenazaba”.
Por otro lado, “en la Escritura, la palabra ‘manso’ indica
también aquel que no tiene propiedades terrenas. Por ello, nos sorprende que la
tercera bienaventuranza diga precisamente que los mansos ‘heredarán la tierra’”.
Estos dos conceptos, mansedumbre y posesión de la tierra,
“parecen incompatibles”, llamó la atención el Papa. “De hecho, la posesión de
la tierra es el contexto típico del conflicto: con frecuencia, se combate por
un territorio, por obtener la hegemonía sobre una cierta zona. En las guerras,
el más fuerte prevalece y conquista otras tierras”.
Asimismo, el Pontífice invitó a fijarse bien en el verbo
empleado por Jesús para indicar qué tipo de posesión tendrán los mansos. No
dice “conquistarán” la tierra, sino, que la heredarán.
“En las Escrituras, el verbo ‘heredar’ tiene un sentido más
profundo. El Pueblo de Dios llama ‘herencia’ a la tierra de Israel, que es la
Tierra Prometida”, indicó.
La tierra de Israel “es una promesa y un don al pueblo de
Dios, y se convierte en algo mucho más grande y más profundo que un siempre
territorio. Hay una ‘tierra’ que es el Cielo, es decir, la tierra hacia la que
caminamos: los nuevos cielos y la nueva tierra hacia la que vamos”.
Por lo tanto, “el manso es aquel que ‘hereda’ el más sublime
de los territorios. No es un cobarde, un débil que se encuentra una moral
improvisada para no tener problemas. ¡Todo lo contrario! Es una persona que ha
recibido una herencia y no la quiere perder”.
“El manso”, concluyó el Papa Francisco, “no es un cómodo,
sino un discípulo de Cristo que ha aprendido a diferencia bien la otra tierra.
Defiende su paz, defiende su relación con Dios, defiende sus dones, los dones
de Dios, custodiando la misericordia, la fraternidad, la fe y la esperanza.
Porque las personas mansas son personas misericordiosas, fraternas, personas de
fe, personas con esperanza”. Fuente: Aciprensa. Redacción