25 de febrero 2020. Los deseos mundanos, no son los de Dios.
Hoy en la homilía de la Misa en la Casa Santa Marta, el Santo Padre reflexionó
en torno al pasaje del Evangelio de hoy (Marcos 9,30-37). En él, Jesús expone a
los Doce que quien quiera ser el primero está llamado a hacerse el último y el
servidor de todos.
En este sentido, Francisco señaló que no se puede vivir el
Evangelio haciendo compromisos, sino que hay que elegir el camino del servicio.
De lo contrario, se termina en el espíritu del mundo, que apunta al dominio de los demás y es “enemigo de
Dios”.
Jesús era consciente de que los discípulos habían discutido
entre ellos sobre quién era el más grande “por ambición”, describió el Papa.
Para él, esta disputa diciendo “yo debo ir adelante, yo debo subir”, constituye
el espíritu del mundo, la mundanidad.
Ansiedad de
mundanidad
Del mismo modo, remitió a la primera lectura de la liturgia
de hoy (Santiago 4, 1-10), en la que el apóstol Santiago recuerda que el amor por el mundo es el enemigo de Dios,
subraya esta cuestión.
“Esta ansiedad de mundanidad, esta ansiedad de ser más
importante que los demás y decir: ‘¡No! Yo merezco esto, no lo merece el otro’.
Ésta es la mundanidad, éste es el espíritu del mundo y quien respira este
espíritu, respira la enemistad de Dios”, explica el Pontífice.
Y recordó que “Jesús, en otro pasaje, dice a los discípulos:
‘O estáis conmigo o estáis contra mí’. No hay compromisos en el Evangelio. Y
cuando uno quiere vivir el Evangelio haciendo compromisos, al final se
encuentra con el espíritu mundano, que siempre trata de hacer compromisos para
trepar más, para dominar, para ser más grande”.
Deseos mundanos
Remitiendo de nuevo a las palabras de Santiago, el Obispo de
Roma remarca que tantas guerras y tantas peleas provienen precisamente de
deseos mundanos, de pasiones. Y agregó que es cierto que “hoy en día el mundo
entero está sembrado de guerras. ¿Pero las guerras que hay entre nosotros? Como
aquella que había entre los apóstoles:
¿quién es el más importante?”.
“Mira la carrera que hice. ¡Ahora no puedo volver atrás!’
Ese es el espíritu del mundo y eso no es cristiano. ‘¡No! ¡Es mi turno! Tengo
que ganar más para tener más dinero y más poder’. Éste es el espíritu del
mundo”, expuso.
Después se refirió a “la maldad de los chismes: las
habladurías. ¿De dónde viene? De la envidia. El gran envidioso es el diablo, lo sabemos, la Biblia lo dice. Por
envidia. Por la envidia del diablo entra el mal en el mundo. La envidia es una termita que te lleva a
destruir, a hablar mal, a aniquilar al otro”.
Ocupar el último
lugar
Jesús reprende a los discípulos porque en su conversación
estaban presentes todas estas pasiones. Así, los insta a convertirse en
servidores de todos y a ocupar el último lugar: “¿Quién es el más importante de
la Iglesia? El Papa, los obispos, los monseñores, los cardenales, los párrocos
de las más bellas parroquias, los presidentes de asociaciones laicas… ¡No! El
más grande de la Iglesia es el que se hace servidor de todos, aquel que sirve a todos, no el que tiene
más títulos”
“Y para hacer entender esto, tomó un niño, lo puso en medio
de ellos y, abrazándolo con ternura -porque Jesús hablaba con ternura, tenía
tanta – les dijo: ‘El que recibe a uno de estos pequeños, me recibe a mí’, es
decir, el que acoge al más humilde, al más servidor. Éste es el camino”,
continuó.
Servidores de todos
En definitiva, Francisco indicó que no se debe “negociar con
el espíritu del mundo”, no hay que decir: “Tengo derecho a este lugar, porque,
mira la carrera que he hecho”.
La mundanidad, de hecho, “es enemiga de Dios”. En
contraposición, es preciso escuchar las sabias y confortadoras de Jesús en el
Evangelio: “El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el
servidor de todos·. Fuente: Zenit. Org. Larissa López.