4 de febrero 2020. En su homilía de la Misa celebrada en la
Casa Santa Marta de este 4 de febrero, el Papa Francisco invitó a sentir la
paternidad de Dios en los momentos difíciles de la vida y explicó que “nunca
niega su paternidad”. En esta línea, el Santo Padre recordó cuando Jesús lloró
en Jerusalén “porque no dejamos que Él nos ame” y animó que “en el momento de
la tentación, en el momento del pecado, en el momento en que nos alejamos de
Dios, tratemos de escuchar esta voz: hijo mío, hija mía, ¿por qué?”.
“Nos hará bien en los malos momentos de nuestra vida -todos
tenemos- momentos de pecado, momentos de alejamiento de Dios, el escuchar esta
voz en el corazón: “hijo mío, hija mía, ¿qué estás haciendo? No te suicides,
por favor. Morí por ti”, afirmó el Papa.
Al reflexionar en la Primera Lectura de la Liturgia del día
del Segundo Libro del profeta Samuel (18, 9-10. 14b. 24-25ª. 30-19,3) que
relata cuando el Rey David llora por su hijo Absalón,
el Pontífice cuestionó
por qué lloraba David por la pérdida de su hijo si “estaba en tu contra, te
había negado, había negado tu paternidad, te insultó, te persiguió, más bien
celebra, celebra porque has vencido” pero añadió que David solamente dice:
“hijo mío, hijo mío, hijo mío” y lloraba.
“Este llanto de David es un hecho histórico, pero también es
una profecía. Nos muestra el corazón de Dios, lo que el Señor hace con nosotros
cuando nos alejamos de Él, lo que hace el Señor cuando nos destruimos con el
pecado, desorientados, perdidos. El Señor es padre y nunca niega esta paternidad:
hijo mío, hijo mío”, indicó.
En este sentido, el Papa Francisco señaló en su homilía que
nosotros encontramos aquel llanto de Dios cuando vamos a confesar nuestros
pecados, porque no es como “ir a la tintorería” a quitar una mancha, sino a “ir
del padre que llora por mí, porque es padre”.
Por último, el Pontífice explicó que así como David hubiera
querido morir en lugar de su hijo, en Dios “se hace realidad” al haber dado la
vida en la Cruz por nosotros.
“Es tan grande el amor de padre que Dios tiene por nosotros
que murió en nuestro lugar. Se hizo hombre y murió por nosotros. Cuando miramos
el crucifijo, pensemos en esto ‘hubiera muerto en lugar de ti’. Y escuchemos la
voz del padre que en el hijo nos dice: ‘hijo mío, hijo mío’. Dios no niega hijos, Dios no negocia su
paternidad”, concluyó. Fuente: Aciprensa. Redacción.