8 de agosto 2018. Audiencia General del Papa Francisco en la
que dedicó su catequesis otra vez a la idolatría y subrayó que reconocer la
propia debilidad es lo que lleva a Dios y a alejarse de estos ídolos. Tomando
la lectura del Libro del Éxodo capítulo 32, 1-35 en la que el pueblo de Israel
en el desierto se fabrica un becerro de oro para adorarlo, Francisco señaló que
“reconocer la propia debilidad no es la desgracia de la vida humana, sino la
condición para abrirse a Aquél que es verdaderamente fuerte”.
Sobre el becerro, el Pontífice dijo que “tenía un sentido
doble en el cercano Oriente antiguo: por una parte representaba fecundidad y
abundancia, y por la otra energía y fuerza. Pero, ante todo, es de oro, por
tanto, símbolo de riqueza. “¡Éxito, poder y dinero son las tentaciones de
siempre!”, exclamó. “El becerro de oro es el símbolo de todos los deseos que
dan la ilusión de la libertad y sin embargo esclavizan”.
Francisco añadió que “todo nace de la incapacidad de confiar
sobre todo en Dios, de poner en Él nuestras seguridades, de dejar que sea Él el
que de verdadera profundidad a los deseos de nuestro corazón”. “Esto permite
sostener también la debilidad, la incertidumbre y la precariedad. Si el Señor
no es el primero se cae fácilmente en la idolatría y nos contentamos con medias
seguridades”.
El Papa también habló de la actitud inversa: “cuando se
acoge al Dios de Jesucristo, que de rico se ha hecho pobre por nosotros se
descubre entonces que reconocer la propia debilidad no es la desgracia de la
vida humana, sino la condición para abrirse a aquel que es verdaderamente
fuerte”. “Por la puerta de la debilidad entra la salvación de Dios; es por su
propia insuficiencia que el hombre se abre a la paternidad de Dios”. “La
libertad del hombre nace del dejar que el verdadero Dios sea el único Señor.
Esto permite aceptar la propia fragilidad y rechazar los ídolos de nuestro
corazón”. Fuente: Aciprensa, Redacción.