23 de agosto 2018. Monseñor. Víctor Manuel Ochoa Cadavid -
Amigos lectores, deseo con ustedes afrontar un tema de vital importancia en el
momento actual: el valor de la educación en la formación y crecimiento de
nuestros niños y jóvenes. Vivimos un tiempo complejo, sometido a profundos
cambios de orden cultural y tecnológico. En los últimos decenios la humanidad
ha sufrido cambios inmensos en las capacidades tecnológicas y también de la
comunicación. El hombre por la ciencia va teniendo cada vez más capacidades
para enfrentar el mundo y disponer de bienestar, pero también ha entrado en una
profunda crisis de valores y de falta de consistencia moral en sus hechos y
comportamientos.
El campo de la formación de los jóvenes y de sus principios de
vida ha preocupado siempre a la Iglesia y ha comprometido en su tarea a los
seguidores de Jesús, para fortalecer la escuela católica.
La educación de los hijos hace parte de las tareas que no se
pueden delegar ni entregar a otros sin asumir la propia responsabilidad de los
esposos. En la transmisión de la vida, en la formación de una comunidad de vida
en la mutua colaboración y en la educación de los hijos se concretan los altos
valores a los cuales están llamados los esposos. Hoy hay muchas líneas o lecturas
de la realidad social que busca arrancar a los esposos esta tarea de la
educación de los hijos, entregando sus ideales, sus valores y líneas al Estado
o a unos principios de presunta civilidad.
La educación da razones de esperanza. El aprender las letras,
los conocimientos, el saber humano no es el mero fundamento de la educación, no
es el mero saber, es -sobre todo- el conocer a Dios y entender su respeto y el
amor y la veneración que debemos darle. Enseña el libro de los Proverbios: “El
inicio de la sabiduría es el temor de Dios” (Sap 9, 10). La primera verdad a la
cual se enfrenta el hombre, desde niño, es la aceptación de Dios como creador y
salvador del hombre, este es el gran reto que tienen quienes aplican las
modernas teorías pedagógicas para educar y transmitir las verdades.
El hombre creado por Dios, a su imagen y semejanza, está
dotado de capacidades intelectuales y conocimiento que le permiten conocer y
entender el plan de Dios para su existencia y, especialmente, para enfrentar el
mundo con su discernimiento. El conocimiento y la ciencia son la base también
del bienestar que debe procurar para su existencia. El saber, el conocer la
naturaleza humana exclusivamente no son la base del conocimiento, el hombre
está llamado también a conocer y amar los valores, las dimensiones
trascendentes de la persona humana, que pasan más allá de lo que es meramente
material.
La Educación es una responsabilidad de los padres: A veces
olvidamos esta verdad y este principio; la formación de los niños y de los
jóvenes depende de sus padres, ellos son los primeros responsables de conocer
la forma, el contenido, los métodos que se apliquen para la formación de los
niños. No puede entregarse a otros esta tarea, si bien tiene que respetarse el
trabajo de los profesores, los contenidos, la orientación, las grandes ideas y
contenidos de la formación de los jóvenes tiene que ser supervisada con mucho
cuidado por los padres. La educación comienza en los hogares, con la
transmisión de los valores de la autoridad, de la honestidad, de los principios
que rigen la vida de los hombres.
El educar a los niños y jóvenes tiene que superar lo
meramente humano, el solo conocimiento de las cosas de este mundo (sea la
ciencia, sean las relaciones espacio corporales del hombre, sean las relaciones
sociales entre las personas). El conocimiento hoy es inmenso, el hombre conoce
tanto como nunca ha podido conocer y esta sabiduría está al alcance de todos
con las modernas tecnologías. Es allí donde está el gran reto para la
educación, una formación para asumir con libertad y en el respeto de la
voluntad de Dios la vida y sus realidades.
La escuela es uno de los dones preciosos de la comunidad
humana. De la educación y de su calidad, de sus principios altos de moralidad y
ética, depende el futuro de la humanidad y de nuestra comunidad concreta: Esta
es la razón de la presencia de muchas comunidades religiosas y de la Iglesia
misma en la tarea educativa. Hacer resplandecer el alto valor y los principios
de la humanidad, de la alta dignidad de la persona humana.
El gran reto está en buscar que las actividades que se
realicen en la educación fortalezcan valores humanos y espirituales, que lleven
a que el hombre busque siempre los bienes supremos de su existencia, que de
verdad asuman los grandes principios de la existencia.
Preguntémonos cuales son los valores que hoy se transmiten a
los jóvenes y niños: ¿De verdad prevalecen los grandes valores?, ¿Prevalece la
dimensión espiritual sobre lo material y el mero bienestar humano? Es real que
tenemos una gran crisis de valores, tenemos situaciones de inmoralidad y de
incoherencia en nuestra sociedad en los momentos actuales, busquemos todos
fortalecer la comunidad humana desde los grandes valores de la fe. ¿Cómo son
formados nuestros jóvenes? En nuestra
Diócesis, estamos en la ESCUELA DE JESÚS, una escuela que nos lleva a la
verdad, que nos muestra el camino de Dios, un camino donde conocemos a Dios por
su PALABRA y comprendemos la Buena Noticia del Evangelio. + Víctor Manuel Ochoa
Cadavid. Obispo de Cúcuta. Fuente: Conferencia Episcopal de Colombia.