1 de agosto 2018. Con el inicio de agosto, el Papa Francisco
retomó la Audiencia General de los miércoles tras la pausa estival y dedicó su
catequesis a los ídolos, sobre los que afirmó que, al contrario de lo que
muchos piensan, “quitan la vida”, así como el dinero “roba” y el “placer” lleva
a la soledad. En el encuentro, que se celebró en el Aula Pablo VI del Vaticano,
el Pontífice dijo que adorar a los ídolos es “una tendencia humana, que no
dejan de lado ni creyentes ni ateos”.
El Papa señaló que “los ídolos esclavizan, prometen
felicidad, pero no la dan; y uno se encuentra viviendo por esa cosa o esa
visión en un torbellino autodestructivo, en espera de un resultado que no llega
nunca”. “El dinero roba la vida y el placer lleva a la soledad. Las estructuras
económicas sacrifican vidas humanas para utilidades mayores. Se vive en la
hipocresía, haciendo y diciendo lo que los demás esperan, porque el Dios de la
propia afirmación lo impone”. “Y se estropean vidas, –continuó diciendo
Francisco–, se destruyen familias y se abandonan jóvenes en mano de modelos
destructivos”.
El Papa alertó de que “los ídolos prometen vida, pero en
realidad la quitan. El Dios verdadero no pide la vida, sino que la dona. El
Dios verdadero no ofrece una proyección de nuestro éxito, sino que enseña a
amar. El amor verdadero no pide hijos, sino que dona a su Hijo por nosotros”. “Los
ídolos proyectan hipótesis futuras y hacen despreciar el presente”, sin
embargo, “el Dios verdadero enseña a vivir en la realidad de cada día”, dijo el
Pontífice. Francisco lanzó algunas preguntas al aire: “¿Cuál es verdaderamente
mi Dios?, ¿es el amor Uno y Trino, o mi imagen, mi éxito personal, quizás en el
interior de la Iglesia?”.
El Papa explicó que Dios “está en el centro de la propia
vida y de Él depende lo que se piensa”. “Se puede crecer en una familia que
dice ser cristiana pero centrada, en realidad, en puntos de referencia extraños
al Evangelio”. “El mundo ofrece el ‘supermarket’ de los ídolos, que pueden ser
objetos, imágenes, ideas, roles”, comentó. Francisco explicó entonces que un
ídolo “es una visión que tiende a convertirse en una fijación, una obsesión. El
ídolo es en realidad una proyección de sí mismo en los objetos o en los
proyectos”.
“De esta dinámica se
sirve, por ejemplo, la publicidad: no veo el objeto en sí pero percibo ese
automóvil, el celular, ese rol –u otras cosas– como un medio para realizarme y
responder a mis necesidades existenciales”. “Y lo busco, hablo de eso, pienso
en ello; la idea de poseer ese objeto o realizar ese proyecto, alcanzar esa
posición parece una vía maravillosa para la felicidad, una torre para alcanzar
el cielo, y todo se convierte en algo funcional a esa meta”, explicó.
El Obispo de Roma alertó de que los ídolos “exigen un culto,
exigen rituales” y ante ellos “se postra y se sacrifica todo” y puso algunos
ejemplos actuales: “en la antigüedad hacían sacrificios humanos a los ídolos,
pero también hoy: por la carrera se sacrifican los hijos, descuidándolos, o
simplemente no teniéndolos; la belleza requiere sacrificios humanos; la fama
pide la inmolación de sí mismo, de la propia inocencia y autenticidad”. Por
último, Francisco invitó a “reconocer las propias idolatrías”, lo que ya es “un
inicio de gracia, y coloca en el camino del amor”. “Para amar de verdad es
necesario liberarse de los ídolos”, concluyó. Fuente: Aciprensa. Álvaro de
Juana.
El primer mandamiento del decálogo, que dice: «No tendrás
otros dioses frente a mí» (Ex 20,3), nos lleva a reflexionar sobre el tema de
la idolatría, que es de gran actualidad. Al dar este mandamiento, Dios añade:
«No te fabricarás ídolos ni figura alguna, […] no te postrarás ante ellos, ni
les darás culto» (Ex 20,4-5).
El ser humano, sea creyente o no, es propenso a crearse
ídolos. La palabra “ídolo” en griego viene del verbo “ver”. Un ídolo es una
“visión” que llega a ser una fijación, una obsesión sobre algo que pudiera
responder a las propias necesidades y, por tanto, se busca y se hace todo por
alcanzarla, pensando que en ella está la felicidad.
Sin embargo, los ídolos exigen un culto y a ellos se
sacrifica la propia vida con tal de alcanzarlos. Se antepone el dinero, la fama
o el éxito a la familia, a los hijos y a la integridad de la vida. Los ídolos
son mentirosos; prometen felicidad, pero no la dan, sino que esclavizan y
terminan haciéndose dueños de nuestra existencia. En cambio, el verdadero Dios
no nos ofrece ilusiones ficticias ni hace despreciar el momento presente, sino
que enseña a amar a los demás y a vivir la realidad de cada día.