28 de agosto 2018. Nuestro dolor
°°° y el de la Iglesia. Padre, Mario García Isaza. Formador, Seminario mayor,
Ibagué, Colombia. El santo Padre Francisco viajó a Irlanda. Y desde esa nación, en la que hace
algún tiempo fueron numerosos y gravísimos los abusos cometidos por sacerdotes
y obispos contra menores de edad, el Papa ha hecho sentir su voz; una voz transida de dolor inenarrable, conmovedoramente sincera, valiente
y paladina, llena de humildad. Una voz con la que hace eco a la carta que,
antes de viajar, el 20 de este mes, nos dirigió a todos los católicos, y a la
que pienso que habría que darle muchísima mayor trascendencia y mucha más
amplia difusión.
No lo estamos haciendo, me parece, y eso puede hacer parte
inadvertida de nuestro silencio cobarde,
un silencio que no resulta evangélico; que tiene por momentos tintes de
escapismo; que no nos hace bien. Y que no está, hay que decirlo, en la línea de
acción de San Juan Pablo II, de Benedicto XVI, y mucho menos del Papa
Francisco; ya los dos primeros habían tenido gestos y cumplido acciones
valerosas para condenar esas abominaciones; y nuestro Pontífice actual no ha
dudado, y anuncia que no dudará, en tomar las medidas a su alcance y hacer que
las tomen también las autoridades civiles para castigarlas. En su carta y con
sus decisiones nos dice que donde sea preciso habrá que hundir el escalpelo
para cercenar los órganos dañados.
Para todos los que nos sentimos miembros de la santa Iglesia, es
ineludible compartir el dolor del Papa y atender a su llamada. “Con vergüenza y arrepentimiento, como
comunidad eclesial, asumimos que no actuamos a tiempo, reconociendo la magnitud y gravedad del daño que se estaba causando…Mirando
hacia el futuro, nunca será poco todo lo que se haga para…que estas situaciones
no solo no se repitan sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y
perpetuarse…Es necesario que cada uno de los bautizados se sienta involucrado
en la transformación eclesial y social que necesitamos…Es imprescindible que
como Iglesia podamos reconocer y condenar con dolor y verguenza las atrocidades
cometidas…Pidamos perdón por los pecados propios y ajenos…” Son, las anteriores, frases espigadas en
la bella carta del Papa. Y que nos llaman a sentir con la Iglesia en estos
momentos de dolor y a amarla cada día más. No es de un buen católico el
alejarse de la Iglesia por las miserias que se dan en su seno, y que no
afectan, de modo alguno, su ser de institución divina y humana al propio
tiempo. ¡Cuán descaminados se andan los que, ante el pecado de quienes
deberíamos esforzarnos por ser santos, dicen creer en Jesucristo pero no en la
Iglesia ! Como si ello fuera posible. Y cuán tortuosas, falsas y mal
intencionadas son las afirmaciones de poderosos medios de comunicación, que sin
la más mínima objetividad comentan estas cosas. El Tiempo, en reciente
editorial, refiriéndose a los abusos denunciados, afirma que ellos
“deslegitiman a la Iglesia”. ¿Entenderá ese editorialista el alcance de los
términos? No parece; es un aserto radicalmente falso.
¿ Deslegitiman, le pregunto, al glorioso ejército de Colombia, como
institución, los delitos cometidos por algunos generales o soldados de la
patria?...¿Deslegitiman a las altas instituciones judiciales de la nación los
cohechos o venalidades en que incurren muchos togados?...¿Deslegitiman a los
medios de comunicación, en conjunto y como institución social que son, las
conductas reprobables o el ejercicio mendaz y delictuoso del periodismo en que
muchos de sus colegas caen?... En el mismo periódico de los Santos, una columna
de Gustavo Duncan, el 23 de agosto, equipara, en un título absolutamente infame
y en un tortuoso comentario, al Vaticano con las FARC, en cuanto grupo
responsable de innumerables violaciones y vejámenes y de incontables abortos
forzados de niñas secuestradas. ¿Habrase visto exabrupto igual? Por su parte, El Espectador publicó ayer no
más, sábado 25 de agosto, en sus páginas de opinión, una columna suscrita por
un don Carlos Mejía, que de grotesca y
desatinada pasa a ser una manifestación palmaria de ignorancia religiosa o de
sibilina malicia. “Apostatar de la Iglesia católica”, es su título. Nada tiene
de extraño que el otrora respetable diario dé cabida a semejantes
despropósitos; que cuanto haya de anticatólico y de atentatorio contra la
Iglesia y su doctrina tiene preferencia en sus páginas. Pero la pasquinada de
marras es tan insolente, y encierra tanta necedad, que…¡da grima!
En el texto del Evangelio de hoy, domingo XXI del tiempo ordinario, ante
el “escándalo” que constituían para algunos las enseñanzas de Jesús y que les
hacían volver la espalda y alejarse, Él les dice a sus discípulos : “¿también
ustedes quieren irse?”; y es hermosa la respuesta de Pedro, que me parece nos
señala la que debe ser nuestra actitud frente a lo que nos lastima en nuestra
santa Iglesia : “¿a quién podríamos ir? Sólo Tú tienes palabras de vida” Correo
del Autor: magarisaz@hotmail.com