7 de octubre 2019. “Debemos caminar bajo la guía del
Espíritu Santo.” Discurso del Papa Francisco sesión inaugural del Sínodo de los
Obispos de la Amazonía. El Sínodo para la Amazonía podemos decir que tiene
cuatro dimensiones: la dimensión pastoral, la dimensión cultural, la dimensión
social y la dimensión ecológica.
La primera, la dimensión pastoral, es la esencial, la que
abarca todo. Nos acercamos con corazón cristiano y vemos la realidad de la
Amazonía con ojos de discípulo para comprender e interpretarla con ojos de
discípulo, porque no existen hermenéuticas neutras, hermenéuticas asépticas,
siempre están condicionadas por una opción previa. Nuestra opción previa es la
de discípulos. Y también con ojos de misioneros, porque el amor que el Espíritu
Santo puso en nosotros nos impulsa al anuncio de Jesucristo, un anuncio que, todos sabemos, no se tiene
que confundir con proselitismo. Pero nos acercamos a considerar la realidad
amazónica con este corazón pastoral, con ojos de discípulos y misioneros,
porque nos apura el anuncio del Señor.
Y también nos acercamos a los pueblos amazónicas en punta de
pie, respetando su historia, sus
culturas, su estilo del buen vivir, en el sentido etimológico de la
palabra, no en el sentido social que tantas veces le damos. Porque los pueblos
poseen entidad propia, todos los pueblos, poseen una sabiduría propia,
conciencia de sí. Los pueblos tienen un sentir, una manera de ver la realidad,
una historia, una hermenéutica, y tienden a ser protagonistas de su propia
historia con estas cosas, con estas cualidades. Y nos acercamos ajenos a colonizaciones ideológicas que destruyen reducen
la idiosincrasia de los pueblos.
Hoy es tan común esto de las colonizaciones ideológicas, y
nos aceramos en el afán empresarial de hacerles programas preconfesionales, de
‘disciplinar’, entre comillas a los pueblos amazónicos: disciplinar su
historia, su cultura. Eso no. Ese afán
de domesticar a los pueblos originarios. Cuando la Iglesia se olvidó de
esto, de cómo tiene que acercarse a un pueblo, no se inculturizó, incluso se
llegó a menospreciar a ciertos pueblos. Y cuántos fracasos de los cuales hoy
nos lamentamos. Pensemos en (Roberto) De Nobili en India, en (Mateo) Ricci en
China, y tantos otros.
El centralismo homogeneizante y homogeneizador no dejó
surgir la autenticidad de la cultura de los pueblos. Las ideologías son un arma peligrosa. Siempre tendemos a agarrar
una ideología para interpretar un pueblo. Las ideologías son reductivas y nos
llevan a la exageración en nuestra pretensión de comprender intelectualmente,
pero sin aceptar. Comprender sin admirar. Comprender si asumir.
Entonces se recibe la realidad en categorías. Las más comunes son las categorías de
‘ismos’. Entonces, cuando tenemos que acercarnos a la realidad de algún
pueblo, hablamos de ‘indigenismo’, y cuando queremos darle alguna pista de
salida a su vivir mejor no le preguntamos, hablamos de ‘desarrollismo’. Estos
ismos reformulan la vida desde el laboratorio ilustrado e iluminista. Son lemas
que van echando raíces y programan el acercamiento a los pueblos originarios.
En nuestro país (Argentina), un lema: ‘Civilización y
barbarie’ sirvió para dividir, para aniquilar, y llegó al culmen, hacia fines
de los años 80, a aniquilar a la mayoría de los pueblos originarios. Porque
eran barbarie, y la civilización venía de otro lado. Es el desprecio de los
pueblos.
Y eso, voy a la experiencia de mi tierra, esa ‘Civilización
y barbarie’ que sirvió para aniquilar pueblos, todavía sigue en mi patria con
palabras ofensivas. Entonces se habla de civilización de segundo grado, los que
vienen de la barbarie y hoy son los ‘bolitas’, los ‘paraguas’, los ‘cabecitas
negras’, siempre ese alejarnos de la realidad de un pueblo calificándolo y
poniendo distancia, esa es la experiencia de mi país.
Y después, el desprecio. Ayer me dio mucha pena escuchar
aquí dentro un comentario burlón sobre ese señor piadoso que llevó las ofrendas
con plumas en la cabeza. ‘Díganme: ¿qué
diferencia hay entre llevar plumas en la cabeza y el tricornio que usan algunos
oficiales de nuestro dicasterio?’. Entonces corremos el riesgo de proponer
medidas simplemente pragmáticas, cuando por el contrario se nos pide una
contemplación de los pueblos, una capacidad de admiración que hagan hacer un
pensamiento paradigmático.
Si alguno viene con
intenciones pragmáticas, rece el ‘Yo pecador’, se convierta y abra el
corazón hacia una perspectiva paradigmática que nace de la realidad de los
pueblos.
No hemos venido aquí a inventar programas de desarrollo
social o de custodia de culturas, de tipo museo, o de acciones pastorales con
el mismo estilo no contemplativo con que se están llevando adelante las
acciones de signo contrario: deforestación, uniformización y explotación. Ellos
también hacen programas que no respetan la poesía, me permito la palabra, la
realidad de los pueblos que es soberana.
También tenemos que
cuidarnos de la mundanidad en el modo de exigir puntos de vista, cambios en la
organización. La mundanidad se infiltra siempre y nos hace alejar de la
poesía de los pueblos. Venimos a contemplar, a comprender a servir a los
pueblos, y lo hacemos recorriendo un camino sinodal. Lo hacemos en sínodo, no
en mesas redondas, o conferencias ulteriores. Lo hacemos en Sínodo.
Porque el Sínodo no
es un Parlamento, no es un locutorio, no es demostrar quién tiene más poder
sobre los medios y quién tiene más poder entre las redes para imponer cualquier
idea o cualquier plan. Esto configuraría una Iglesia congregacionalista.
Si pretendemos buscar por medio de las encuestas quién tiene
mayoría. O una Iglesia sensacionalista, tan lejana, tan distante de nuestra
Santa Madre la Iglesia Católica, o como gustaba decir a San Ignacio, nuestra
Santa Madre la Iglesia jerárquica.
Sínodo es caminar
juntos bajo la inspiración y la guía del Espíritu Santo. El Espíritu Santo
es el actor principal del Sínodo. Por favor, no lo echemos de la sala. Se
hicieron consultas, se discutieron en las conferencias episcopales, en el
Consejo Presinodal, se elaboró el Instrumentum laboris, que como saben es un
texto mártir destinado a ser destruido, porque de ahí es como punto de partida
para lo que el Espíritu va a hacer en nosotros. Y ahora caminar nosotros bajo
la guía del Espíritu Santo.
Ahora hay que dejar que el Espíritu Santo se exprese en esta
asamblea, se exprese entre nosotros, se exprese con nosotros a través de
nosotros y se exprese pese a nosotros. Pese a nuestras resistencias, que es
normal que las haya, porque la vida del cristiano es así.
Entonces, ¿cuál será nuestro trabajo aquí para asegurar que
esta presencia del Espíritu Santo sea fecunda? Primero de todo, orar. Hermanas
y hermanos, yo les pido que recemos mucho. Reflexionar, dialogar, escuchar con
humildad sabiendo que yo no lo sé todo, y hablar con coraje, con parresia,
aunque tenga que pasar vergüenza, decir lo que siento, discernir, y todo esto
dentro, custodiando la fraternidad que debe existir aquí dentro.
Y para favorecer esta actitud de reflexión, de oración, de
discernimiento, de escuchar con humildad y hablar con coraje, después de cuatro
intervenciones tendremos un espacio de cuatro minutos de silencio. Alguno
decía: ‘Es peligroso, Padre, porque se van a dormir’. La experiencia en el
Sínodo sobre los Jóvenes en el que hicimos lo mismo, era más bien la contraria,
que tendían a dormirse durante las intervenciones, al menos sobre algunas, y se
despertaban en el silencio.
Y finalmente, estar
en el Sínodo es animarse a entrar en un proceso, no es ocupar un espacio en la
sala, entrar en un proceso. Y los procesos eclesiales tienen una necesidad.
Necesitan ser custodiados, cuidados, como el bebé, acompañados al inicio,
cuidados con delicadeza. Necesitan calor de comunidad, necesitan calor de Madre
Iglesia.
Un proceso eclesial crece así. Por eso la actitud de respeto, de cuidar la atmósfera fraternal, el aire de
intimidad es importante, y se trata de no ventilar todo como viene afuera. Pero
no se trata, respecto a quienes debemos informar, de un secreto más propio de
las logias que de la comunidad eclesial, pero sí de delicadeza y de prudencia
en la comunicación que haremos fuera.
Esta necesidad de comunicar fuera a tanta gente que quiere
saber, a tantos hermanos nuestros, periodistas, que tienen la vocación de
servir a que se sepa, y para ayudar a esto están previstos los servicios de
prensa, los ‘briefings’, etcétera. Pero un
proceso como el de un Sínodo se puede arruinar un poco si yo, al salir de la
sala, digo lo que pienso, digo la mía.
Entonces se da esa característica que se dio en algunos
Sínodos, del Sínodo de adentro y el Sínodo de afuera. El Sínodo de adentro que
sigue un camino de Madre Iglesia, de cuidado de los procesos. Y el Sínodo de afuera que por una información
dada a la ligereza, dada con imprudencia, mueve a los informadores de oficio a
equivocaciones. Gracias por esto que ustedes están haciendo. Gracias por
rezar unos por otros, y ánimo. Y por favor, no perdamos el sentido del humor.
Muchas gracias. Fuente: Aciprensa.