27 de octubre 2019. Sínodo amazónico. Documento final
Los pobres son los preferidos de Dios y el Papa lo recalca
en la Clausura del Sínodo para la Región Panamazónica: «El sentido de la fe del
Pueblo de Dios ha visto en los pobres “los porteros del cielo” 26 de Octubre
2019
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO I:
AMAZONÍA: de la escucha a la conversión integral
CAPITULO II:
Nuevos caminos de
conversión pastoral
CAPITULO III:
Nuevos caminos de conversión cultural
CAPITULO IV:
Nuevos caminos de conversión ecológica
CAPITULO V:
Nuevos caminos de conversión sinodal
CONCLUSIÓN
INTRODUCCIÓN
1. “Y dijo el que está sentado en el trono: “Mira, hago
nuevas todas las cosas” Y dijo: “Escribe: ¡estas palabras son fieles y
verdaderas!” (Apocalipsis 21,5)
Después de un largo camino sinodal de escucha del Pueblo de
Dios en la Iglesia de la Amazonía, que inauguró el Papa Francisco en su visita
a la Amazonía, 19 de enero de 2018, el Sínodo se celebró en Roma en un
encuentro fraternal de 21 días en octubre 2019. El clima fue de intercambio
abierto, libre y respetuoso de los obispos pastores en la Amazonía, misioneros
y misioneras, laicos, laicas, y representantes de los pueblos indígenas de la
Amazonía. Fuimos testigos participantes en un evento eclesial marcado por la
urgencia del tema que reclama abrir nuevos caminos para la Iglesia en el
territorio. Se compartió un trabajo serio en un ambiente marcado por la
convicción de escuchar la voz del Espíritu presente.
El Sínodo se celebró en un ambiente fraternal y orante.
Varias veces las intervenciones fueron acompañadas por aplausos, cantos y todas
con hondos silencios contemplativos. Fuera del aula sinodal, hubo una presencia
notable de personas venidas del mundo amazónico que organizaron actos de apoyo
en diferentes actividades, procesiones, como la de apertura con cantos y danzas
acompañando al Santo Padre, desde la tumba de Pedro al aula sinodal. Impactó el
vía crucis de los mártires de la Amazonía, además de una masiva presencia de
los medios de comunicación internacional.
2. Todos los participantes han expresado una conciencia
aguda sobre la dramática situación de destrucción que afecta a la Amazonía.
Esto significa la desaparición del territorio y de sus habitantes,
especialmente los pueblos indígenas. La selva amazónica es un “corazón
biológico” para la tierra cada vez más amenazada. Se encuentra en una carrera
desenfrenada a la muerte. Requiere cambios radicales con suma urgencia, nueva
dirección que permita salvarla. ¡Está comprobado científicamente que la
desaparición del bioma Amazónico tendrá un impacto catastrófico para el
conjunto del planeta!
3. El caminar sinodal del Pueblo de Dios en la etapa
preparatoria involucró a toda la Iglesia en el territorio, los Obispos,
misioneros y misioneras, miembros de las Iglesias de otras confesiones
cristianas, laicos y laicas, y muchos representantes de los pueblos indígenas,
en torno del documento de consulta que inspiró al Instrumentum Laboris. Destaca
la importancia de la escucha de la voz de la Amazonía, movida por el soplo
mayor del Espiritu Santo en el grito de la tierra herida y sus habitantes. Se
registró la participación activa de más de 87.000 personas, de las ciudades y
culturas distintas, además de numerosos grupos de otros sectores eclesiales y
los aportes de académicos, y organizaciones de la sociedad civil en los temas
específicos centrales.
4. La celebración del Sínodo, logró destacar la integración
de la voz de la Amazonía con la voz y el sentir de los pastores participantes.
Fue una nueva experiencia de escucha para discernir la voz del Espíritu que
conduce a la Iglesia a nuevos caminos de presencia, evangelización y diálogo
intercultural en la Amazonía. El reclamo, surgido en el proceso preparatorio,
de que la Iglesia fuera aliada del mundo amazónico, fue afirmado con fuerza. La
celebración finaliza con gran alegría y la esperanza de abrazar y practicar el
nuevo paradigma de la ecología integral, el cuidado de la “casa común” y la
defensa de la Amazonía.
CAPÍTULO I
AMAZONÍA: DE LA ESCUCHA A LA CONVERSIÓN
INTEGRAL
“Me mostró luego un río de agua de vida, resplandeciente
como cristal, que sale del trono de Dios y del Cordero” (Apocalipsis 22,1)
5. “Cristo apunta a la Amazonía” (Pablo VI, atrib.). Él
libera a todos del pecado y otorga la dignidad de los Hijos de Dios. La escucha
de la Amazonía, en el espíritu propio del discípulo y a la luz de la Palabra de
Dios y de la Tradición, nos empuja a una conversión profunda de nuestros
esquemas y estructuras a Cristo y a su Evangelio.
La voz y el canto de la Amazonía como mensaje de vida
6. En la Amazonía, la vida está inserta, ligada e integrada
al territorio, que como espacio físico vital y nutricio, es posibilidad,
sustento y límite de la vida. La Amazonía, también llamada Panamazonía, es un
extenso territorio con una población estimada en 33.600.000 habitantes, de los
cuales entre 2 y 2,5 millones son indígenas. Este espacio, conformado por la
cuenca del río Amazonas y todos sus tributarios, se extiende por 9 países:
Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Brasil, Guyana, Surinam y Guayana
Francesa. La región amazónica es esencial para la distribución de las lluvias
en las regiones de América del Sur y contribuye a los grandes movimientos de
aire alrededor del planeta; en la actualidad es la segunda área más vulnerable
del mundo con relación al cambio climático por la acción directa del hombre.
7. El agua y la tierra de esta región nutren y sustentan la
naturaleza, la vida y las culturas de cientos de comunidades indígenas,
campesinos, afro-descendientes, mestizos, colonos, ribereños y habitantes de
los centros urbanos. El agua, fuente de vida, posee un rico significado
simbólico. En la región Amazónica, el ciclo del agua es el eje conector.
Conecta ecosistemas, culturas y el desarrollo del territorio.
8. En la región Amazónica existe una realidad pluriétnica y
multicultural. Los diferentes pueblos supieron adaptarse al territorio. En el
interior de cada cultura, construyeron y reconstruyeron su cosmovisión, sus
signos y sus significados, y la visión de su futuro. En las culturas y pueblos
indígenas conviven las prácticas antiguas y explicaciones míticas, con las
tecnologías y retos modernos. Los rostros que habitan en la Amazonía son muy
variados. Además de los pueblos originarios, existe un gran mestizaje nacido
con el encuentro y desencuentro de los diferentes pueblos.
9. La búsqueda de los pueblos indígenas amazónicos de la
vida en abundancia, se concreta en lo que ellos llaman el ‘buen vivir’, y que
se realiza plenamente en las Bienaventurazas. Se trata de vivir en armonía
consigo mismo, con la naturaleza, con los seres humanos y con el ser supremo,
ya que hay una intercomunicación entre todo el cosmos, donde no hay excluyentes
ni excluidos, y donde podamos forjar un proyecto de vida plena para todos. Tal
comprensión de la vida se caracteriza por la conectividad y armonía de
relaciones entre el agua, el territorio y la naturaleza, la vida comunitaria y
la cultura, Dios y las diversas fuerzas espirituales. Para ellos, ‘buen vivir’
es comprender la centralidad del carácter relacional trascendente de los seres
humanos y de la creación, y supone un ‘buen hacer’. Este modo integral se
expresa en su propia manera de organizarse que parte de la familia y de la
comunidad, y que abraza un uso responsable de todos los bienes de la creación.
Los pueblos indígenas aspiran a lograr mejores condiciones de vida, sobre todo
en salud y educación, a disfrutar del desarrollo sostenible protagonizado y
discernido por ellos mismos y que mantenga la armonía con sus formas
tradicionales de vida, dialogando entre la sabiduría y tecnología de sus
antepasados y las nuevas adquiridas.
El clamor de la tierra y el grito de los pobres
10. Pero, la Amazonía hoy es una hermosura herida y
deformada, un lugar de dolor y violencia. Los atentados contra la naturaleza
tienen consecuencias contra la vida de los pueblos. Esta única crisis
socio-ambiental se reflejó en las escuchas pre-sinodales que señalaron las
siguientes amenazas contra la vida: apropiación y privatización de bienes de la
naturaleza, como la misma agua; las concesiones madereras legales y el ingreso
de madereras ilegales; la caza y la pesca predatorias; los mega-proyectos no
sostenibles (hidroeléctricas, concesiones forestales, talas masivas,
monocultivos, carreteras, hidrovías, ferrocarriles y proyectos mineros y
petroleros); la contaminación ocasionada por la industria extractiva y los
basureros de las ciudades y, sobre todo, el cambio climático. Son amenazas
reales que traen asociadas graves consecuencias sociales: enfermedades
derivadas de la contaminación, el narcotráfico, los grupos armados ilegales, el
alcoholismo, la violencia contra la mujer, la explotación sexual, el tráfico y
trata de personas, la venta de órganos, el turismo sexual, la pérdida de la
cultura originaria y de la identidad (idioma, prácticas espirituales y
costumbres), la criminalización y asesinato de líderes y defensores del
territorio. Detrás de todo ello están los intereses económicos y políticos de
los sectores dominantes, con la complicidad de algunos gobernantes y de algunas
autoridades indígenas. Las víctimas son los sectores más vulnerables, los
niños, jóvenes, mujeres y la hermana madre tierra.
11. La comunidad científica, por su parte, advierte de los
riesgos de la deforestación, que hasta la fecha se acerca a casi el 17% del
bosque amazónico total, y que amenaza la supervivencia de todo el ecosistema,
poniendo en peligro la biodiversidad y cambiando el ciclo vital del agua para
la supervivencia del bosque tropical. Además, la Amazonía desempeña también un
papel crítico como amortiguador contra el cambio climático y proporciona invalorables
y fundamentales sistemas de soporte vital relacionados con el aire, el agua,
los suelos, los bosques y la biomasa. Al mismo tiempo, los expertos recuerdan
que utilizando ciencia y tecnologías avanzadas para una bioeconomía innovadora
de bosques en pie y de ríos que fluyen, es posible ayudar a salvar al bosque
tropical, proteger los ecosistemas de la Amazonía y a los pueblos indígenas y
tradicionales, y al mismo tiempo, brindar actividades económicas sostenibles.
12. Un fenómeno para abordar son las migraciones. En la
Región Amazónica, ocurren tres procesos migratorios simultáneos. En primer
lugar, los casos de movilidad de grupos indígenas en territorios de circulación
tradicional, separados por fronteras nacionales e internacionales. En segundo
lugar, el desplazamiento forzado de pueblos indígenas, campesinos y ribereños
expulsados de sus territorios, y cuyo destino final suele ser las zonas más
pobres y peor urbanizadas de las ciudades. En tercer lugar, las migraciones
forzadas interregionales y el fenómeno de los refugiados, que obligados a salir
de sus países (entre otros, Venezuela, Haití, Cuba) deben cruzar la Amazonía
como corredor migratorio.
13. El desplazamiento de grupos indígenas expulsados de sus
territorios o atraídos por el falso brillo de la cultura urbana, representa una
especificidad única de los movimientos migratorios en la Amazonía. Los casos en
que la movilidad de estos grupos se produce en territorios de circulación
indígena tradicional, separados por fronteras nacionales e internacionales,
exige atención pastoral transfronteriza capaz de comprender el derecho a la
libre circulación de estos pueblos. La movilidad humana en la Amazonía revela
el rostro de Jesús Cristo empobrecido y hambriento (cf. Mt 25,35), expulsado y
sin hogar (cf. Lc 3,1-3), y también en la feminización de la migración que hace
que miles de mujeres sean vulnerables a la trata de personas, una de las peores
formas de violencia contra las mujeres y una de las violaciones más perversas
de los derechos humanos. El tráfico de personas vinculado, a la migración,
requiere un permanente trabajo pastoral en red.
14. La vida de las comunidades amazónicas aún no afectadas
por el influjo de la civilización occidental se refleja en la creencia y los
ritos sobre el actuar de los espíritus de la divinidad, llamados de
innumerables maneras, con y en el territorio, con y en relación con la
naturaleza (LS 16, 91, 117, 138, 240). Reconozcamos que desde hace miles de
años han cuidado su tierra, sus aguas y sus bosques, y han logrado preservarlos
hasta hoy para que la humanidad pueda beneficiarse del goce de los dones
gratuitos de la creación de Dios. Los nuevos caminos de la evangelización deben
construirse en diálogo con estos conocimientos fundamentales en los que se
manifiestan como semillas de la Palabra.
La Iglesia en la Región Amazónica
15. La Iglesia en su proceso de escucha al clamor del
territorio y del grito de los pueblos ha de hacer memoria de sus pasos. La
evangelización en América Latina fue un don de la Providencia que llama a todos
a la salvación en Cristo. A pesar de la colonización militar, política y
cultural, y más allá de la avaricia y la ambición de los colonizadores, hubo
muchos misioneros que entregaron su vida para transmitir el Evangelio. El
sentido misional no sólo inspiró la formación de comunidades cristianas, sino
también una legislación como las Leyes de Indias, que protegían la dignidad de
los indígenas contra los atropellos de sus pueblos y territorios. Tales abusos
produjeron heridas en las comunidades y opacaron el mensaje de la Buena Nueva.
Frecuentemente el anuncio de Cristo se realizó en connivencia con los poderes
que explotaban los recursos y oprimían a las poblaciones. En el momento
presente, la Iglesia tiene la oportunidad histórica de diferenciarse de las
nuevas potencias colonizadoras escuchando a los pueblos amazónicos para poder
ejercer con transparencia su actividad profética. Además, la crisis
socioambiental abre nuevas oportunidades para presentar a Cristo en toda su
potencialidad liberadora y humanizadora.
16. Una de las páginas más gloriosas de la Amazonía la han
escrito los mártires. La participación de los seguidores de Jesús en su pasión,
muerte y resurrección gloriosa, ha acompañado hasta el día de hoy la vida de la
Iglesia, especialmente en los momentos y lugares en que ella, por causa del
Evangelio de Jesús, vive en medio de una acentuada contradicción, como sucede
hoy con quienes luchan valerosamente en favor de una ecología integral en la
Amazonía. Este Sínodo reconoce con admiración a quienes luchan, con gran riesgo
de sus propias vidas, para defender la existencia de este territorio.
Llamados a una conversión integral
17. La escucha del clamor de la tierra y el grito de los
pobres y de los pueblos de la Amazonía con los que caminamos nos llama a una
verdadera conversión integral, con una vida simple y sobria, todo ello
alimentado por una espiritualidad mística al estilo de San Francisco de Asís,
ejemplo de conversión integral vivida con alegría y gozo cristiano (cf. LS
20-12). Una lectura orante de la Palabra de Dios nos ayudará a profundizar y
descubrir los gemidos del Espíritu y nos animará en el compromiso por el
cuidado de la “casa común”.
18. Como Iglesia de discípulos misioneros suplicamos la
gracia de esa conversión que “implica dejar brotar todas las consecuencias del
encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea” (LS
217); una conversión personal y comunitaria que nos compromete a relacionarnos
armónicamente con la obra creadora de Dios, que es la “casa común”; una conversión
que promueva la creación de estructuras en armonía con el cuidado de la
creación; una conversión pastoral basada en la sinodalidad, que reconozca la
interacción de todo lo creado. Conversión que nos lleve a ser una Iglesia en
salida que entre en el corazón de todos los pueblos amazónicos.
19. Así, la única conversión al Evangelio vivo, que es
Jesucristo, se podrá desplegar en dimensiones interconectadas para motivar la
salida a las periferias existenciales, sociales y geográficas de la Amazonía. Estas
dimensiones son: la pastoral, la cultural, la ecológica y la sinodal, las
cuales están desarrolladas en los próximos cuatro capítulos.
CAPITULO II
NUEVOS CAMINOS DE CONVERSIÓN PASTORAL
“Quien no nace de agua y de Espíritu no puede entrar en el
Reino de Dios” (Juan 3,5)
20. Una Iglesia misionera en salida nos exige una conversión
pastoral. Para la Amazonía este caminar supone también “navegar”, por nuestros
ríos, nuestros lagos, entre nuestra gente. En la Amazonía el agua nos une, no
nos separa. Nuestra conversión pastoral será samaritana, en diálogo,
acompañando personas con rostros concretos de indígenas, de campesinos, de
afrodescendientes y migrantes, de jóvenes, de habitantes de las ciudades. Todo
ello supondrá una espiritualidad de la escucha y el anuncio. Es así como
caminaremos y navegaremos en este capítulo.
La Iglesia en salida misionera
21. La Iglesia por naturaleza es misionera y tiene su origen
en el “amor fontal de Dios” (AG 2). El dinamismo misionero que brota del amor
de Dios se irradia, expande, desborda y se difunde en todo el universo. “Somos
insertados por el bautismo en la dinámica de amor por el encuentro con Jesús
que da un nuevo horizonte a la vida” (DAp 12). Este desbordamiento impulsa a la
Iglesia a una conversión pastoral y nos transforma en comunidades vivas que
trabajen en equipo y en red al servicio de la evangelización. La misión así
comprendida no es algo optativo, una actividad de la Iglesia entre otras, sino
su propia naturaleza. ¡La Iglesia es misión! «La acción misionera es el
paradigma de toda la obra de la Iglesia» (EG 15). Ser discípulo misionero es
algo más que cumplir tareas o que hacer cosas. Se sitúa en el orden del ser.
«Jesús nos indica a nosotros, sus discípulos, que nuestra misión en el mundo no
puede ser estática, sino que es itinerante. El cristiano es un itinerante»
(Francisco, Angelus, 30/06/2019).
a. Iglesia samaritana, misericordiosa, solidaria
22. Queremos ser una Iglesia Amazónica, samaritana,
encarnada al modo en que el Hijo de Dios se encarnó: “asumió nuestras
enfermedades y cargó con nuestras dolencias” (Mt 8,17b). El que se hizo pobre
para enriquecernos con su pobreza (2 Co 8,9), por medio de su Espíritu, exhorta
a los discípulos misioneros de hoy a salir al encuentro de todos, especialmente
de los pueblos originarios, los pobres, excluidos de la sociedad y los otros.
Deseamos también una Iglesia magdalena, que se siente amada y reconciliada, que
anuncia con gozo y convicción a Cristo crucificado y resucitado. Una Iglesia
mariana que genera hijos a la fe y los educa con cariño y paciencia aprendiendo
también de las riquezas de los pueblos. Queremos ser una iglesia servidora,
kerigmática, educadora, inculturada en medio de los pueblos que servimos.
b. Iglesia en diálogo ecuménico, interreligioso y cultural
23. La realidad pluriétnica, pluricultural y plurireligiosa
de la Amazonía demanda una actitud de abierto diálogo, reconociendo igualmente
la multiplicidad de interlocutores: los pueblos indígenas, ribereños,
campesinos y afrodescendientes, las otras Iglesias cristianas y denominaciones
religiosas, organizaciones de la sociedad civil, movimientos sociales
populares, el Estado, en fin todas las personas de buena voluntad que buscan la
defensa de la vida, la integridad de la creación, la paz, el bien común.
24. En la Amazonía, “las relaciones entre católicos y
pentecostales, carismáticos y evangélicos no son fáciles. La aparición
repentina de nuevas comunidades, vinculada a la personalidad de algunos
predicadores, contrasta fuertemente con los principios y la experiencia
eclesiológica de las Iglesias históricas y puede ocultar el peligro de ser
arrastrados por las ondas emocionales del momento o de encerrar la experiencia
de la fe en ambientes protegidos y tranquilizadores. El hecho de que no pocos
fieles católicos se sientan atraídos por estas comunidades es motivo de
fricción, pero puede convertirse, por nuestra parte, en un motivo de examen
personal y renovación pastoral”(Papa Francisco, 28.9.2018). El diálogo
ecuménico, interreligioso e intercultural debe ser asumido como camino
irrenunciable de la evangelización en la Amazonía (cf. DAp 227). La Amazonía es
una amalgama de credos, la mayoría cristianos. Ante dicha realidad, se nos
abren caminos reales de comunión: “No bastan las manifestaciones de buenos sentimientos.
Hacen falta gestos concretos que penetren en los espíritus y sacudan las
conciencias, impulsando a cada uno a la conversión interior, que es el
fundamento de todo progreso en el camino del ecumenismo” (Benedicto XVI,
Mensaje a los Cardenales en la Capilla Sixtina, 20/04/2005). La centralidad de
la Palabra de Dios en la vida de nuestras comunidades es factor de unión y
diálogo. En torno a la Palabra se pueden dar tantas acciones comunes:
traducciones de la Biblia a las lenguas locales, ediciones en conjunto,
difusión y distribución de la Biblia y encuentros entre teólogos y de teólogos
y teólogas católicos y de diversas confesiones.
25. En la Amazonía, el diálogo interreligioso se lleva a
cabo especialmente con las religiones indígenas y los cultos afrodescendientes.
Estas tradiciones merecen ser conocidas, entendidas en sus propias expresiones
y en su relación con el bosque y la madre tierra. Junto con ellos, los
cristianos, basados en su fe en la Palabra de Dios, se ponen en diálogo,
compartiendo sus vidas, sus preocupaciones, sus luchas, sus experiencias de
Dios, para profundizar mutuamente su fe y actuar juntos en defensa de la “casa
común”. Para ello es necesario que las iglesias de la Amazonía desarrollen
iniciativas de encuentro, estudio y diálogo con los seguidores de estas
religiones. El diálogo sincero y respetuoso es el puente hacia la construcción
del ‘buen vivir’. En el intercambio de dones, el Espíritu conduce cada vez más
hacia la verdad y el bien (cf. EG 250).
Iglesia misionera que sirve y acompaña a los pueblos
amazónicos
26. Este Sínodo quiere ser un fuerte llamado a todos los
bautizados de la Amazonía a ser discípulos misioneros. El envío a la misión es
inherente al bautismo y es para todos los bautizados. Por él todos recibimos la
misma dignidad de ser hijos e hijas de Dios, y ninguno puede ser excluido de la
misión de Jesús a sus discípulos. “Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena
Nueva a toda la creación” (Mc 16,15). De allí que creemos necesario generar un
mayor impulso misionero entre las vocaciones nativas; la Amazonía debe ser
evangelizada también por los amazónicos.
a. Iglesia con rostro indígena, campesino y afrodescendiente
27. Es urgente dar a la pastoral indígena su lugar
específico en la Iglesia. Partimos de realidades plurales y culturas diversas
para definir, elaborar y adoptar acciones pastorales, que nos permitan
desarrollar una propuesta evangelizadora en medio de las comunidades indígenas,
ubicándonos dentro del marco de una pastoral indígena y de la tierra. La
pastoral de los pueblos indígenas tiene una especificidad propia. Las
colonizaciones motivadas por el extractivismo a través de la historia, con las
diferentes corrientes migratorias, las pusieron en una situación de alta
vulnerabilidad. En este contexto, como Iglesia, sigue siendo necesario crear o
mantener una opción preferencial por los pueblos indígenas, en virtud de la
cual tienen que establecerse y consolidarse los organismos diocesanos de
pastoral indígena con una acción misionera renovada, que escuche, dialogue,
esté encarnada y con una presencia permanente. La opción preferencial por los
pueblos indígenas, con sus culturas, identidades e historias, nos exige aspirar
a una Iglesia indígena con sacerdotes y ministros propios siempre unidos y en total
comunión con la Iglesia Católica.
28. Reconociendo la importancia de la atención que la
Iglesia está llamada a prestar en la Amazonía al fenómeno de la urbanización y
a los problemas y perspectivas relacionados con ella, es necesaria una
referencia al mundo rural en su conjunto y a la pastoral rural en particular.
Desde el punto de vista pastoral, la Iglesia debe dar respuestas al fenómeno de
la despoblación del campo, con todas las consecuencias que de ello se derivan
(pérdida de identidad, laicismo imperante, explotación del trabajo rural,
desintegración familiar, etc.).
b. Iglesia con rostro migrante
29. Dado su incremento y volumen, actualmente el fenómeno de
las migraciones se ha convertido en un inédito reto político, social y eclesial
(cf. DA, 517, a). Ante eso, muchas comunidades eclesiales, han recibido a los
migrantes con mucha generosidad, recordando que: “fuí forastero y me
hospedaste” (Mt 25,35). El desplazamiento forzado de familias indígenas,
campesinas, afrodescendientes y ribereñas, expulsadas de sus territorios por
la presión sobre los mismos o por la asfixia ante la falta de oportunidades,
exige una pastoral de conjunto en la periferia de los centros urbanos. Para
ello será preciso crear equipos misioneros para su acompañamiento, coordinando
con las parroquias y demás instituciones eclesiales y extraeclesiales las
condiciones de acogida, ofreciendo liturgias inculturadas y en las lenguas de
los migrantes; promoviendo espacios de intercambios culturales, favoreciendo la
integración en la comunidad y en la ciudad y motivándoles en esta labor al
protagonismo.
c. Iglesia con rostro joven
30. Entre los diversos rostros de las realidades
panamazónicas, destaca el de los jóvenes presentes en todo el territorio. Son
jóvenes con rostros e identidades indígenas, afrodescendientes, ribereños,
extractivistas, migrantes, refugiados, entre otros. Jóvenes residentes de zonas
rurales y urbanas, que diariamente sueñan y buscan mejores condiciones de vida,
con el profundo deseo de tener una vida plena. Jóvenes estudiantes,
trabajadores y con fuerte presencia y participación en diversos espacios
sociales y eclesiales. Entre la juventud amazónica, se presentan realidades
tristes como pobreza, violencia, enfermedades, prostitución infantil,
explotación sexual, uso y tráfico de drogas, embarazo precoz, desempleo,
depresión, trata de personas, nuevas formas de esclavitud, tráfico de órganos,
dificultades para acceder a la educación, salud y asistencia social.
Lamentablemente, en los últimos años, ha habido un aumento significativo en el
suicidio entre los jóvenes, así como el crecimiento de la población juvenil
encarcelada y crímenes entre y contra los jóvenes, especialmente
afrodescendientes y periféricos. Ellos viviendo en el gran territorio del
Amazonas, tienen los mismos sueños y anhelos como otros jóvenes en este mundo:
ser considerados, respetados, tener oportunidades de estudio, trabajo, de un
futuro de esperanza. Pero viven una intensa crisis de valores, o una transición
hacia otros modos de concepción de la realidad, en donde los elementos éticos
están cambiando, incluso para los jóvenes indígenas. La labor de la Iglesia es
la de acompañarlos para hacer frente a toda situación que destruya su identidad
o dañe su autoestima.
31. Los jóvenes también están intensamente presentes en los
contextos migratorios del territorio. Una atención especial merece la realidad
de los jóvenes en los centros urbanos. Cada vez más las ciudades son receptoras
de todos los grupos étnicos, pueblos y problemas de la Amazonía. La Amazonía
rural se está despoblando; las ciudades se enfrentan a enormes problemas de
delincuencia juvenil, falta de trabajo, luchas étnicas e injusticias sociales.
Aquí, en particular, la Iglesia está llamada a ser una presencia profética
entre los jóvenes, ofreciéndoles un acompañamiento adecuado y una educación
apropiada.
32. En comunión con la realidad juvenil amazónica, la
Iglesia proclama la Buena Nueva de Jesús a los jóvenes, el discernimiento y
acompañamiento vocacional, el lugar de apreciación de la cultura e identidad
local, el liderazgo juvenil, la promoción de los derechos de la juventud, el
fortalecimiento de espacios creativos, innovadores y diferenciados de
evangelización a través de un ministerio juvenil renovado y audaz. Una pastoral
siempre en proceso, centrada en Jesucristo y su proyecto, dialógica e integral,
comprometida con todas las realidades juveniles existentes en el territorio.
Los jóvenes indígenas tienen un enorme potencial y participan activamente en
sus comunidades y organizaciones contribuyendo como líderes y animadores, en
defensa de los derechos, especialmente en el territorio, la salud y la
educación. Por otro lado, son las principales víctimas de la inseguridad sobre
las tierras indígenas y la ausencia de políticas públicas específicas y de
calidad. La difusión del alcohol y las drogas a menudo llega a las comunidades
indígenas, dañando gravemente a los jóvenes e impidiéndoles vivir en libertad
para construir sus sueños y participar activamente en la comunidad.
33. El protagonismo de los jóvenes aparece claramente en los
documentos del Sínodo de los Jóvenes (160, 46) en la exhortación papal Christus
Vivit (170) y en la Encíclica Laudato Sí (209). Los jóvenes quieren ser
protagonistas y la Iglesia Amazónica quiere reconocerles su espacio. Quiere ser
compañera a la escucha reconociendo a los jóvenes como un lugar teológico, como
"profetas de esperanza", comprometidos con el diálogo, ecológicamente
sensibles y atentos a la “casa común”. Una Iglesia que acoge y camina con los
jóvenes, especialmente en las periferias. Frente a esto, surgen tres urgencias:
promover nuevas formas de evangelización a través de los medios sociales
(Francisco, Christus Vivit 86); ayudar al joven indígena a lograr una sana
interculturalidad; ayudarlos para hacer frente a la crisis de antivalores que
destruye su autoestima y les hace perder su identidad.
d. Iglesia que recorre nuevos caminos en la pastoral urbana
34. La fuerte tendencia de la humanidad a concentrarse en
ciudades, se migra de las pequeñas a las más grandes, se da también en la
Amazonía. Al crecimiento acelerado de las metrópolis amazónicas le acompañan la
generación de periferias urbanas. A la par, se transmiten estilos de vida,
formas de convivencia, lenguas y valores configurados por las metrópolis y que
cada vez más se implantan tanto en las comunidades indígenas como en el resto
del mundo rural. La familia en la ciudad es un lugar de síntesis entre la
cultura tradicional y la moderna. Sin embargo, las familias a menudo sufren de
pobreza, vivienda precaria, falta de trabajo, aumento del consumo de drogas y
alcohol, discriminación y suicidio infantil. Además, en la vida familiar hay
falta de diálogo entre las generaciones y las tradiciones y la lengua se
pierden. Las familias también se enfrentan a nuevos problemas de salud, que
requieren una educación adecuada en materia de maternidad. Los rápidos cambios
actuales afectan a la familia amazónica. Así, encontramos nuevos formatos
familiares: familias monoparentales bajo la responsabilidad de las mujeres,
aumento de las familias separadas, uniones consensuadas y familias reunidas,
disminución de los matrimonios institucionales. La ciudad es una explosión de
vida, porque “Dios vive en la ciudad” (DAp 514). En ella hay ansiedades y
búsquedas del sentido de la vida, conflictos, pero también solidaridad,
fraternidad, deseo de bondad, verdad y justicia" (cfr. EG 71-75).
Evangelizar la ciudad o la cultura urbana significa "lograr y, por así
decirlo, modificar por la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los
valores que cuentan, los centros de interés, las líneas de pensamiento, las
fuentes de inspiración y los modelos de vida de la humanidad, que se presentan
en contraste con la Palabra de Dios y el designio de salvación" (EN 19).
35. Es necesario defender el derecho de todas las personas a
la ciudad. El reivindicado derecho a la ciudad se define como el disfrute
equitativo de las ciudades dentro de los principios de sostenibilidad,
democracia y justicia social. No obstante, también será preciso incidir en las
políticas públicas y promover iniciativas que mejoren la calidad de vida en el
mundo rural evitando así su desplazamiento descontrolado.
36. Las comunidades eclesiales de base han sido y son un don
de Dios a las Iglesias locales de la Amazonía. Sin embargo, es necesario
reconocer que, con el tiempo, algunas comunidades eclesiales se han asentado,
debilitado o incluso desaparecido. Pero la gran mayoría sigue siendo
perseverante y es el fundamento pastoral de muchas parroquias. Hoy los grandes
peligros de las comunidades eclesiales provienen principalmente del
secularismo, del individualismo, de la falta de dimensión social y de la
ausencia de actividad misionera. Por eso, es necesario que los pastores animen
en todos y cada uno de los fieles al discipulado misionero. La comunidad
eclesial deberá estar presente en los espacios de participación de políticas
públicas donde se articulan acciones para revitalizar la cultura, la
convivencia, el ocio y la celebración. Debemos luchar para que las “favelas” y
“villas miseria”, tengan asegurados los derechos básicos fundamentales; agua,
energía, vivienda y promover la ciudadanía ecológica integral. Instituir el ministerio
de acogida en las comunidades urbanas de la Amazonía para la solidaridad
fraterna con los migrantes, refugiados, personas sin hogar y personas que han
abandonado las zonas rurales.
37. Una atención especial merece la realidad de los
indígenas en los centros urbanos, pues son los más expuestos a los enormes
problemas de delincuencia juvenil, falta de trabajo, luchas étnicas e
injusticias sociales. Es uno de los mayores desafíos hoy en día: cada vez más
ciudades son los lugares de destino de todos los grupos étnicos y pueblos de la
Amazonía. Se deberá articular una pastoral indígena de la ciudad que atienda
esta realidad específica.
e. Una espiritualidad de la escucha y el anuncio
38. La acción pastoral se sustenta en una espiritualidad que
se basa en la escucha de la palabra de Dios y el grito de su pueblo, para
después poder anunciar con espíritu profético la buena nueva. Reconocemos que
la Iglesia que escucha el clamor del Espíritu en el grito de la Amazonía puede
hacer suyos los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de todos,
pero especialmente de los más pobres (cf. GS 1), que son hijas e hijos
predilectos de Dios. Descubrimos que las aguas caudalosas del Espíritu,
semejantes a las del río Amazonas, que periódicamente se desbordan, nos
conducen a esa vida sobreabundante que Dios nos ofrece para compartirla en el
anuncio.
Nuevos caminos para la conversión pastoral
39. Los equipos misioneros itinerantes en la Amazonía, van
tejiendo y haciendo comunidad en el camino, ayudan a fortalecer la sinodalidad
eclesial. Pueden sumar varios carismas, instituciones y congregaciones, laicos
y laicas, religiosos y religiosas, sacerdotes. Sumar para llegar juntos donde
solos no se puede. Las giras de los misioneros que salen de su sede y pasan un
tiempo visitando comunidad por comunidad y celebrando sacramentos dan pie a lo
que se llama la “pastoral de visita”. Se trata de un tipo de método de pastoral
que responde a las condiciones y posibilidades actuales de nuestras iglesias.
Gracias a esos métodos, y por la acción del Espíritu Santo, esas comunidades
han desarrollado también una rica ministerialidad que es motivo de acción de
gracias.
40. Proponemos una red itinerante que reuna los distintos
esfuerzos de los equipos que acompañan y dinamizan la vida y la fe de las
comunidades en la Amazonía. Los caminos de incidencia política para la
transformación de la realidad deben ser discernidos con los pastores y laicos.
Con miras a pasar de visitas pastorales a una presencia más permanente, las
congregaciones y/o provincias de religiosos/as del mundo, que aún no están
involucrados en misiones, son invitados a establecer al menos un frente
misionero en cualquiera de los países amazónicos.
CAPITULO III
NUEVOS CAMINOS DE CONVERSIÓN CULTURAL
“Y la Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros”
(Juan 1,14)
41. América Latina posee una inmensa biodiversidad y una
gran diversidad cultural. En ella, la Amazonía es una tierra de bosques y de
agua, de páramos y humedales, de sabanas y cordilleras, pero sobre todo tierra
de innumerables pueblos, muchos de ellos milenarios, habitantes ancestrales del
territorio, pueblos de perfume antiguo que continúan aromando el continente
contra toda desesperanza. Nuestra conversión debe ser también cultural,
hacernos al otro, aprender del otro. Estar presentes, respetar y reconocer sus
valores, vivir y practicar la inculturación y la interculturalidad en nuestro
anuncio de la Buena Noticia. Expresar y vivir la fe en la Amazonía es un
desafío siempre haciéndose. Ella se encarna no sólo en la pastoral sino en las
acciones concretas para con el otro, en la atención de la salud, en la
educación, en la solidaridad y apoyo para con los más vulnerables. Quisiéramos
compartir en esta sección todo ello.
El rostro de Iglesia en los pueblos amazónicos
42. En los territorios de la Amazonía hay una realidad
pluricultural que exige tener una mirada que incluya a todos y a usar
expresiones que permitan identificar y vincular a todos los grupos y reflejen
identidades que sean reconocidas, respetadas y promovidas tanto en la Iglesia
como en la sociedad, que debe encontrar en los pueblos amazónicos un
interlocutor válido para el diálogo y el encuentro. Puebla habla de los rostros
que habitan en Latinoamérica y constata que, en los pueblos originarios, hay un
mestizaje que ha crecido y sigue creciendo con el encuentro y desencuentros
entre las diferentes culturas que hacen parte del continente. Este rostro,
también de la Iglesia en la Amazonía es un rostro que se encarna en su
territorio, que evangeliza y abre caminos para que los pueblos se sientan
acompañados en diferentes procesos de vida evangélica. También, está presente
un renovado sentido misionero por parte de los habitantes de los mismos
pueblos, realizando la misión profética y samaritana de la Iglesia que debe
fortalecerse con la apertura al diálogo de otras culturas. Sólo una Iglesia
misionera inserta e inculturada hará surgir las iglesias particulares
autóctonas, con rostro y corazón amazónicos, enraizadas en las culturas y
tradiciones propias de los pueblos, unidas en la misma fe en Cristo y diversas
en su manera de vivirla, expresarla y celebrarla.
a. Los valores culturales de los pueblos amazónicos
43. En la gente de la Amazonía encontramos enseñanzas para
la vida. Los pueblos originarios y los que llegaron posteriormente y forjaron
su identidad en la convivencia, aportan valores culturales en los que
descubrimos las semillas del Verbo. En la selva no solo la vegetación está
entrelazada sosteniendo una especie a la otra, también los pueblos se
interrelacionan entre sí en una red de alianzas que a todos aporta ganancia. La
selva vive de las interrelaciones e interdependencias y esto ocurre en todos
los ámbitos de la vida. Gracias a ello, el frágil equilibrio de la Amazonía, se
mantuvo por siglos.
44. El pensamiento de los pueblos indígenas ofrece una
visión integradora de la realidad, que es capaz de comprender las múltiples
conexiones existentes entre todo lo creado. Esto contrasta con la corriente
dominante del pensamiento occidental que tiende a fragmentar para entender la
realidad, pero no logra volver a articular el conjunto de las relaciones entre
los diversos campos de conocimiento. El manejo tradicional de lo que la
naturaleza les ofrece ha sido hecho del modo que hoy denominamos manejo
sostenible. Encontramos además otros valores en los pueblos originarios como
son la reciprocidad, solidaridad, el sentido comunitario, la igualdad, la
familia, su organización social y el sentido de servicio.
b. Iglesia presente y aliada de los pueblos en sus
territorios
45. La codicia por la tierra está en la raíz de los
conflictos que conducen al etnocidio, así como al asesinato y la
criminalización de los movimientos sociales y de sus dirigentes. La demarcación
y protección de la tierra es una obligación de los Estados nacionales y de sus
respectivos gobiernos. Sin embargo, buena parte de los territorios indígenas
están desprovistos de protección y los ya demarcados están siendo invadidos por
frentes extractivos como la minería y la extracción forestal, por los grandes
proyectos de infraestructura, por los cultivos ilícitos y por los latifundios
que promueven el monocultivo y la ganadería extensiva.
46. De esta manera, la Iglesia se compromete a ser aliada de
los pueblos amazónicos para denunciar los atentados contra la vida de las
comunidades indígenas, los proyectos que afectan al medio ambiente, la falta de
demarcación de sus territorios, así como el modelo económico de desarrollo
depredador y ecocida. La presencia de la Iglesia entre las comunidades
indígenas y tradicionales necesita esta conciencia de que la defensa de la
tierra no tiene otra finalidad que la defensa de la vida.
47. La vida de los pueblos indígenas, mestizos, riberiños,
campesinos, quilombolas y/o afrodescendientes y las comunidades tradicionales
se ve amenazada por la destrucción, la explotación ambiental y la violación
sistemática de sus derechos territoriales. Es preciso defender los derechos a
la libre determinación, la demarcación de territorios y la consulta previa,
libre e informada. Estos pueblos tienen “condiciones sociales, culturales y
económicas que los distinguen de otros sectores de la comunidad nacional, y que
se rigen total o parcialmente por sus propias costumbres o tradiciones o por
una legislación especial” (Conv. 169 OIT, art. 1º, 1a). Para la Iglesia, la
defensa de la vida, la comunidad, la tierra y los derechos de los pueblos
indígenas es un principio evangélico, en defensa de la dignidad humana: «He
venido para que los hombres tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,
10b).
48. La Iglesia promueve la salvación integral de la persona
humana, valorando la cultura de los pueblos indígenas, hablando de sus
necesidades vitales, acompañando a los movimientos en sus luchas por sus
derechos. Nuestro servicio pastoral constituye un servicio para la vida plena
de los pueblos indígenas, que nos mueve a anunciar la Buena Nueva del Reino de
Dios y a denunciar las situaciones de pecado, estructuras de muerte, violencia
e injusticias, promoviendo el diálogo intercultural, interreligioso y ecuménico
(cf. DAp 95).
49. Un capítulo específico precisan los Pueblos Indígenas en
Aislamiento Voluntario (PIAV) o Pueblos Indígenas en Aislamiento y Contacto
Inicial (PIACI). En la Amazonía existen cerca de 130 pueblos o segmentos de
pueblos, que no mantienen contactos sistemáticos o permanentes con la sociedad
envolvente. Abusos y violaciones sistemáticas del pasado provocaron su
migración a lugares más inaccesibles, buscando protección, procurando preservar
su autonomía y optando por limitar o evitar sus relaciones con terceros. Hoy
continúan teniendo su vida amenazada por la invasión de sus territorios desde
diversos frentes y por su baja demografía, quedando expuestos a la limpieza
étnica y a la desaparición. En su encuentro con los Pueblos Indígenas de enero
de 2018 en Puerto Maldonado, el Papa Francisco nos recuerda: “Son los más
vulnerables de entre los vulnerables (...) Sigan defendiendo a estos hermanos
más vulnerables. Su presencia nos recuerda que no podemos disponer de los
bienes comunes al ritmo de la avidez de consumo.” (Fr. PM). Una opción por la
defensa de los PIAV/PIACI, no exime de la responsabilidad pastoral a las
Iglesias locales sobre ellos.
50. Esta responsabilidad debe manifestarse en acciones
específicas por la defensa de sus derechos, concretarse en acciones de
incidencia para que los Estados asuman la defensa de sus derechos mediante la
garantía legal e inviolable de los territorios que ocupan de forma tradicional,
inclusive adoptando medidas de precaución en las regiones donde habiendo sólo
indicios de su presencia, ésta no es confirmada oficialmente y estableciendo
mecanimos de cooperación bilateral entre estados, cuando estos grupos ocupen
espacios transfronterizos. En todo momento se debe garantizar el respeto a su
autodeterminación y a su libre decisión sobre el tipo de relaciones que quieren
establecer con otros grupos. Para ello será preciso que todo el pueblo de Dios,
y en especial las poblaciones vecinas a los territorios de los PIAV/PIACI, sean
sensibilizados sobre el respeto a estos pueblos y la importancia de la
inviolabilidad de sus territorios. Como San Juan Pablo II dijo en Cuiabá, en
1991 “La Iglesia, queridos hermanos y hermanas indios, ha estado y seguirá estando
siempre a vuestro lado para defender la dignidad de los seres humanos, su
derecho a tener una vida propia y pacífica, respetando los valores de sus
tradiciones, costumbres y culturas”.
Caminos para una Iglesia inculturada
51. Cristo con la encarnación dejó su prerrogativa de Dios y
se hizo hombre en una cultura concreta para identificarse con toda la
humanidad. La inculturación es la encarnación del Evangelio en las culturas
autóctonas (“lo que no se asume no se redime”, San Ireneo, cf. Puebla 400) y al
mismo tiempo la introducción de estas culturas en la vida de la Iglesia. En
este proceso los pueblos son protagonistas y acompañados por sus agentes y
pastores.
a. La vivencia de la fe expresada en la piedad popular y la
catequesis inculturada
52. La piedad popular constituye un importante medio que
vincula a muchos pueblos de la Amazonía con sus vivencias espirituales, sus
raíces culturales y su integración comunitaria. Son manifestaciones con las que
el pueblo expresa su fe, a través de imágenes, símbolos, tradiciones, ritos y
otros sacramentales. Las peregrinaciones, procesiones y fiestas patronales
deben ser apreciadas, acompañadas, promovidas y algunas veces purificadas, ya
que son momentos privilegiados de evangelización que deben llevar al encuentro
con Cristo. Las devociones marianas están muy arraigadas en la Amazonía y en
toda América Latina.
53. Es característica la no clericalización de las
hermandades, cofradías y grupos vinculados a la piedad popular. Los laicos
asumen un protagonismo que difícilmente alcanzan en otros ámbitos eclesiales,
con la participación de hermanos y hermanas que ejercen servicios y dirigen
oraciones, bendiciones, cantos sagrados tradicionales, animan novenas,
organizan procesiones, promueven las fiestas patronales, etc. Es preciso “dar
una catequesis apropiada y acompañar la fe ya presente en la religiosidad
popular. Una manera concreta puede ser ofrecer un proceso de iniciación
cristiana.... que nos lleva a asemejarnos cada vez más a Jesucristo, provocando
la progresiva apropiación de sus actitudes” (DAp 300).
b. El misterio de la fe reflexionado en una teología
inculturada
54. La teología india, la teología de rostro amazónico y la
piedad popular ya son riqueza del mundo indígena, de su cultura y espiritualidad.
El misionero y agente de pastoral cuando lleva la palabra del Evangelio de
Jesús se identifica con la cultura y se produce el encuentro del que nace el
testimonio, el servicio, el anuncio y aprendizaje de las lenguas. El mundo
indígena con sus mitos, narrativa, ritos, canciones, danza y expresiones
espirituales enriquece el encuentro intercultural. Ya Puebla reconoce que «las
culturas no son terreno vacío, carente de auténticos valores. La evangelización
de la Iglesia no es un proceso de destrucción, sino de consolidación y
fortalecimiento de dichos valores; una contribución al crecimiento de los
“gérmenes del verbo”» (DP 401, cf. GS 57) presentes en las culturas.
Caminos para una Iglesia intercultural
a. El respeto a las culturas y a los derechos de los pueblos
55. Todos estamos invitados a acercarnos a los pueblos
amazónicos de igual a igual, respetando su historia, sus culturas, su estilo
del ‘buen vivir’ (PF 06.10.19). El colonialismo es la imposición de
determinados modos de vivir de unos pueblos sobre otros, tanto económica,
cultural o religiosamente. Rechazamos una evangelización de estilo
colonialista. Anunciar la Buena Nueva de Jesús implica reconocer los gérmenes
del Verbo ya presentes en las culturas. La evangelización que hoy proponemos para
la Amazonía, es el anuncio inculturado que genera procesos de
interculturalidad, procesos que promueven la vida de la Iglesia con una
identidad y un rostro amazónico.
b. La promoción del diálogo intercultural en un mundo global
56. En la tarea evangelizadora de la Iglesia, que no debe
confundirse con proselitismo, habremos de incluir, procesos claros de
inculturación de nuestros métodos y esquemas misioneros. En concreto se propone
a los centros de investigación y pastoral de la iglesia que, en alianza con los
pueblos indígenas, estudien, recopilen y sistematicen las tradiciones de los
grupos étnicos amazónicos para favorecer un trabajo educativo que parta de su
identidad y cultura, ayude en la promoción y defensa de sus derechos, conserve
y difunda su valor en el escenario cultural latinoamericano.
57. Las acciones educativas se ven hoy interpeladas por la
necesidad de inculturación. Es un desafio buscar metodologías y contenidos
adecuados a los pueblos en los cuales se quiere ejercer el ministerio de la
enseñanza. Para ello, es importante el conocimiento de sus lenguas, sus
creencias y aspiraciones, sus necesidades y esperanzas; así como la
construcción colectiva de procesos educativos que tengan tanto en la forma como
en los contenidos, la identidad cultural de las comunidades amazónicas,
insistiendo en la formación de la ecología integral como eje transversal.
c. Los desafíos para la salud, la educación y la
comunicación
58. La Iglesia asume como tarea importante promover la
educación en salud preventiva y ofrecer asistencia sanitaria en lugares donde
la asistencia del Estado no llega. Se requiere favorecer iniciativas de
integración que beneficien la salud de los amazónicos. También es importante
promover la socialización de conocimientos ancestrales en el campo de la
medicina tradicional propia de cada cultura.
59. Entre las complejidades del territorio amazónico,
destacamos la fragilidad de la educación sobre todo en los pueblos indígenas.
Aunque la educación es un derecho humano, la calidad educativa es deficiente y
la deserción escolar muy frecuente, sobre todo en las niñas. La educación
evangeliza, promueve la transformación social, empoderando a las personas con
un sano sentido critico. “Una buena educación escolar a una temprana edad pone
semillas que pueden producir efectos a lo largo de una vida” (LS 213). Es
nuestra tarea promover una educación para la solidaridad, que brote de la
conciencia de un origen común y de un futuro compartido por todos (cf. LS 202).
Es preciso exigir a los gobiernos la implementación de una educación pública,
intercultural y bilingüe.
60. El mundo, cada vez más globalizado y complejo, ha
desarrollado una red informativa sin precedentes. Sin embargo, tal flujo de
información instantánea no conlleva a una mejor comunicación o conexión entre
los pueblos. En la Amazonía, queremos promover una cultura comunicativa que
favorezca el diálogo, la cultura del encuentro, y el cuidado de la “casa
común”. Motivados por una ecología integral, deseamos potenciar los espacios de
comunicación ya existentes en la región, para así promover de modo urgente una
conversión ecológica integral. Para ello, es preciso colaborar con la formación
de agentes de comunicación autóctonos, especialmente indígenas. Ellos no sólo
son interlocutores privilegiados para la evangelización y la promoción humana
en el territorio, sino que además nos ayudan a difundir la cultura del ‘buen
vivir’ y del cuidado por la creación.
61. Con el fin de desarrollar las diversas conexiones con
toda la Amazonía y mejorar su comunicación, la Iglesia quiere crear una red de
comunicación eclesial panamazónica, que comprende los diversos medios
utilizados por las iglesias particulares y otros organismos eclesiales. Su
contribución puede tener resonancia y ayuda en la conversión ecológica de la
Iglesia y el planeta. La REPAM puede colaborar en el asesoramiento y apoyo a
los procesos formativos, seguimiento y fortalecimiento de la comunicación en la
región panamazónica.
Nuevos caminos para la conversión cultural
62. En este sentido proponemos la creación de una red
escolar de educación bilingüe para la Amazonía (similar a Fe y Alegría) que
articule propuestas educativas que respondan a las necesidades de las
comunidades, respetando, valorando e integrando en ellas la identidad cultural
y la lingüística.
63. Queremos sostener, apoyar y favorecer las experiencias
educativas de educación intercultural bilingüe que ya existen en las
jurisdicciones eclesiásticas de la Amazonía e implicar a universidades
católicas para que trabajen y se comprometan en red.
64. Buscaremos nuevas formas de educación convencional y no
convencional, como la educación a distancia, de acuerdo con las necesidades de
los lugares, tiempos y personas.
CAPITULO IV
NUEVOS CAMINOS DE CONVERSIÓN ECOLÓGICA
“Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en
abundancia” (Juan 10.10)
65. Nuestro planeta es un regalo de Dios, pero sabemos
también que vivimos la urgencia de actuar frente a una crisis socioambiental
sin precedentes. Necesitamos una conversión ecológica para responder
adecuadamente. Por ello como Iglesia Amazónica, frente a la agresión cada vez
mayor a nuestro bioma amenazado por su desaparición con consecuencias tremendas
para nuestro planeta, nos ponemos en camino inspirados por la propuesta de la
ecología integral. Reconocemos las heridas causadas por el ser humano en
nuestro territorio, queremos aprender de nuestros hermanos y hermanas de los
pueblos originarios, en un diálogo de saberes, el desafío de dar nuevas
respuestas buscando modelos de desarrollo justo y solidario. Queremos cuidar
nuestra “casa común” en la Amazonía y proponemos nuevos caminos para ello.
Hacia una ecología integral desde la encíclica Laudato si’
a. Amenazas contra el bioma amazónico y sus pueblos
66. Dios nos ha dado la tierra como don y como tarea, para
cuidarla y para responder por ella; nosotros no somos sus dueños. La ecología
integral tiene su fundamento en el hecho de que “todo está íntimamente
relacionado” (LS 16). Por ello ecología y justicia social están intrínsecamente
unidos (cf. LS 137). Con la ecología integral emerge un nuevo paradigma de
justicia, ya que “un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un
planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el
ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los
pobres” (LS 49). La ecología integral, así, conecta el ejercicio del cuidado de
la naturaleza con aquél de la justicia por los más empobrecidos y
desfavorecidos de la tierra, que son la opción preferida de Dios en la historia
revelada.
67. Es urgente enfrentarnos a la explotación ilimitada de la
“casa común” y de sus habitantes. Una de las causas principales de la
destrucción en la Amazonía es el extractivismo predatorio que responde a la
lógica de la avaricia, propia del paradigma tecnocrático dominante (LS 101).
Ante la situación apremiante del planeta y de la Amazonía, la ecología integral
no es un camino más que la Iglesia puede elegir de cara al futuro en este
territorio, es el único camino posible, pues no hay otra senda viable para
salvar la región. La depredación del territorio viene acompañada del
derramamiento de sangre inocente y de la criminalización de los defensores de
la Amazonía.
68. La Iglesia es parte de una solidaridad internacional que
debe favorecer y reconocer el rol central del bioma amazónico para el
equilibrio del clima del planeta; anima a la comunidad internacional a disponer
nuevos recursos económicos para su protección y la promoción de un modelo de
desarrollo justo y solidario, con el protagonismo y la participación directa de
las comunidades locales y de los pueblos originarios en todas las fases desde
el planteamiento hasta la implementación, fortaleciendo también las
herramientas ya desarrolladas por la convención marco sobre el cambio
climático.
69. Resulta escandaloso que se criminalice a los líderes e
incluso a las comunidades, por el sólo hecho de reclamar sus mismos derechos.
En todos los países amazónicos hay leyes que reconocen los derechos humanos, en
especial los de los pueblos indígenas. En los últimos años, la región
(amazónica) ha vivido complejas transformaciones, donde los derechos humanos de
las comunidades han sido impactados por normas, políticas públicas y prácticas
enfocadas principalmente en la ampliación de las fronteras extractivas de
recursos naturales y en el desarrollo de megaproyectos de infraestructura, los
cuales ejercen presiones sobre los territorios ancestrales indígenas. Esto va
acompañado, según el mismo informe, de una grave situación de impunidad en la
región con relación a violaciones de derechos humanos y de barreras para
obtener justicia (Informe CIDH /OEA, Pueblos Indígenas y tribales de la
Panamazonía. 5 y 188. Sept. 2019).
70. Para los cristianos, el interés y preocupación por la
promoción y respeto de los derechos humanos, tanto individuales como
colectivos, no es opcional. El ser humano es creado a imagen y semejanza del
Dios Creador, y su dignidad es inviolable. Por eso la defensa y promoción de
los derechos humanos no es meramente un deber político o una tarea social, sino
también y sobre todo una exigencia de fe. Tal vez no podamos modificar
inmediatamente el modelo de un desarrollo destructivo y extractivista imperante,
pero, sí tenemos la necesidad de saber y dejar en claro ¿dónde nos ubicamos?,
¿al lado de quién estamos?, ¿qué perspectiva asumimos?, ¿cómo trasmitimos la
dimensión política y ética de nuestra palabra de fe y vida? Por esta razón: a)
denunciamos la violación de los derechos humanos y la destrucción extractiva;
b) asumimos y apoyamos las campañas de desinversión de compañías extractivas
relacionadas al daño socio-ecológico de la Amazonía, comenzando por las propias
instituciones eclesiales y también en alianza con otras iglesias; c) llamamos a
una transición energetica radical y a la búsqueda de alternativas: «La
civilización requiere energía, ¡pero el uso de la energía no debe destruir la
civilización!» (Papa Francisco, Discurso a los participantes en la conferencia
“Transición energética y cuidado de la casa comun”, 9 junio 2018). Proponemos
desarrollar programas de capacitación, sobre el cuidado de la “casa común”, que
deben ser diseñados para agentes pastorales y demás fieles, abiertos a toda la
comunidad, en “un esfuerzo de concientización de la población” (LS 214).
b. El desafío de nuevos modelos de desarrollo justo,
solidario y sostenible
71. Constatamos que la intervención del ser humano ha
perdido su carácter “amigable”, para asumir una actitud voraz y predatoria que
tiende a exprimir la realidad hasta la extenuación de todos los recursos
naturales disponibles. “El paradigma tecnocrático tiende a ejercer su dominio
sobre la economía y la política” (LS 109). Para contrarrestar esto, que daña
gravemente la vida, es preciso buscar modelos económicos alternativos, más
sostenibles, amigables con la naturaleza, con un sólido “sustento espiritual.
Por eso, junto con los pueblos amazónicos, solicitamos que los Estados dejen de
considerar a la Amazonía como una despensa inagotable (cf. Fr PM). Quisiéramos
que desarrollen políticas de inversión que tengan como condición para toda
intervención, el cumplimiento de elevados estándares sociales y medio
ambientales y el principio fundamental de la preservación de la Amazonía. Para
ello, es necesario que cuenten con la participación de los Pueblos Indígenas
organizados, de otras comunidades amazónicas y de las diferentes instituciones
científicas que ya vienen proponiendo modelos de aprovechamiento del bosque en
pie. El nuevo paradigma del desarrollo sostenible debe ser socialmente
inclusivo, combinando conocimientos científicos y tradicionales para empoderar
a las comunidades tradicionales e indígenas, en su mayoría mujeres, y hacer que
esas tecnologías sirvan al bienestar y la protección de los bosques.
72. Se trata entonces de discutir el valor real que
cualquier actividad económica o extractiva posee, es decir, el valor que aporta
y devuelve a la tierra y a la sociedad considerando la riqueza que extrae de
ellas y sus consecuencias socio-ecológicas. Muchas actividades extractivas,
como la minería a gran escala, particularmente la ilegal, disminuyen
sustancialmente el valor de la vida amazónica. En efecto, arrancan la vida de
los pueblos y los bienes comunes de la tierra, concentrando poder económico y
político en manos de pocos. Peor aún, muchos de estos proyectos destructivos se
realizan en nombre del progreso, y son apoyados – o permitidos – por los
gobiernos locales, nacionales y extranjeros.
73. Junto a los pueblos amazónicos (cf. LS 183) y a su
horizonte del ‘buen vivir’, llamarnos a una conversión ecológica individual y
comunitaria que salvaguarde una ecología integral y un modelo de desarrollo en
donde los criterios comerciales no estén por encima de los medioambientales y
de los derechos humanos. Deseamos sostener una cultura de paz y respeto – no de
violencia y atropello – y una economía centrada en la persona que además cuide
de la naturaleza. Por lo tanto, proponemos generar alternativas de desarrollo
ecológico integral desde las cosmovisiones que sean construidas con las
comunidades, rescatando la sabiduría ancestral. Apoyamos proyectos que proponen
una economía solidaria y sostenible, circular y ecológica, tanto a nivel local
e internacional, a nivel de investigación y en el campo de acción, en los
sectores formales e informales. En esta línea, convendría sostener y promover
experiencias de cooperativas de bio-producción, de reservas forestales y de
consumo sostenibles. El futuro de la Amazonía está en manos de todos nosotros,
pero depende principalmente de que abandonemos de inmediato el modelo actual
que destruye el bosque, no trae bienestar y pone en peligro a este inmenso
tesoro natural y a sus guardianes.
Iglesia que cuida la “casa común” en la Amazonía
a. La dimensión socio-ambiental de la evangelización
74. A todos nos corresponde ser guardianes de la obra de
Dios. Los protagonistas del cuidado, la protección y la defensa de los derechos
de los pueblos y de los derechos de la naturaleza en esta región son las mismas
comunidades amazónicas. Son ellos los agentes de su propio destino, de su
propia misión. En este escenario, el papel de la Iglesia es el de aliada. Ellos
han expresado claramente que quieren que la Iglesia los acompañe, que camine
junto a ellos, y no que les imponga un modo de ser particular, un modo de
desarrollo específico que poco tiene que ver con sus culturas, tradiciones y
espiritualidades. Ellos saben cómo cuidar la Amazonía, cómo amarla y
protegerla; lo que necesitan es que la Iglesia los apoye.
75. La función de la Iglesia es fortalecer esa capacidad de
apoyo y participación. Así promovemos una formación que tenga en cuenta la
calidad de vida ética y espiritual de las personas desde una visión integral.
La Iglesia debe atender de forma primordial a las comunidades afectadas por
daños socio-ambientales. Continuando con la tradición eclesial Latinoamericana,
en donde figuras como San José de Anchieta, Bartolomé de las Casas, los
mártires paraguayos, muertos en Rio Grande do Sul (Brasil) Roque González, San
Alfonso Rodríguez y San Juan del Castillo, entre otros, nos enseñaron que la
defensa de los pueblos originarios de este continente está intrínsecamente
ligada con la fe en Jesucristo y su buena nueva. Hoy en día debemos formar agentes
pastorales y ministros ordenados con sensibilidad socioambiental. Queremos una
Iglesia que navega río adentro y hace su andadura por la Amazonía, promoviendo
un estilo de vida en armonía con el territorio, y a la vez con el ‘buen vivir’
de los que allí habitan.
76. La Iglesia reconoce la sabiduría de los pueblos
amazónicos sobre la biodiversidad, una sabiduría tradicional que es un proceso
vivo y siempre en marcha. El robo de esos conocimientos es la biopiratería, una
forma de violencia contra esas poblaciones. La Iglesia debe ayudar a preservar
y mantener esos conocimientos y las innovaciones y prácticas de las
poblaciones, respetando la soberanía de los países y sus leyes que reglamentan
el acceso a los recursos genéticos y el conocimiento tradicional asociado. En
la medida de lo posible ella debe ayudar a esas poblaciones a garantizar la
repartición de los beneficios provenientes de la utilización de ese
conocimiento, de las innovaciones y prácticas en un modelo de desarrollo
sostenible e inclusivo.
77. Se necesita de manera urgente el desarrollo de políticas
energéticas que logren reducir drásticamente la emisión de dióxido de carbono
(CO2) y de otros gases relacionados con el cambio climático. Las nuevas
energías limpias ayudarán a promover la salud. Todas las empresas deben
establecer sistemas de monitoreo de la cadena de suministro para garantizar que
la producción que compran, crean o venden, sea producida de una manera social y
ambientalmente sostenible. Además, “el acceso al agua potable y segura es un
derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la
sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de
los demás derechos humanos”. (LS 30). Tal derecho está reconocido por las
Naciones Unidas (2010). Necesitamos trabajar conjuntamente para que el derecho
fundamental, de acceso al agua limpia se respete en el territorio.
78. La Iglesia opta por la defensa de la vida, de la tierra
y de las culturas originarias amazónicas. Esto implicaría, el acompañar a los
pueblos amazónicos en el registro, la sistematización y difusión de datos e
informaciones sobre sus territorios y la situación jurídica de los mismos.
Queremos priorizar la incidencia y el acompañamiento para lograr la demarcación
de tierras, especialmente la de los PIACI (América hispanófona) o PIAV (América
lusófona). Incentivamos a los Estados a que cumplan con sus obligaciones
constitucionales sobre estos asuntos, incluyendo el derecho de acceso al agua.
79. La Doctrina Social de la Iglesia, que desde hace tiempo
ha tratado el tema ecológico, se ve hoy enriquecida con una mirada más de
conjunto que abarca la relación entre los pueblos amazónicos y sus territorios,
siempre en diálogo con sus conocimientos y sabidurías ancestrales. Por ejemplo,
reconociendo la forma en que los pueblos indígenas se relacionan y protegen sus
territorios, como una referencia indispensable para nuestra conversión hacia
una ecología integral. En esta luz queremos crear ministerios para el cuidado
de la “casa común” en la Amazonía, que tengan como función cuidar el territorio
y las aguas junto con las comunidades indígenas, y un ministerio de acogida
para aquellos que son desplazados de sus territorios hacia las urbes.
b. Iglesia pobre, con y para los pobres desde las periferias
vulnerables
80. Reafirmamos nuestro compromiso por defender la vida en
su integralidad desde su concepción hasta su ocaso y la dignidad de todas las
personas. La Iglesia ha estado y está al lado de las comunidades indígenas para
salvaguadar el derecho a tener una vida propia y tranquila, respetando los
valores de sus tradiciones, costumbres y culturas, la preservación de los ríos
y bosques, que son espacios sagrados, fuente de vida y sabiduría. Apoyamos los
esfuerzos de tantos que, de modo valiente, defienden la vida en todas sus
formas y etapas. Nuestro servicio pastoral constituye un servicio a la plena
vida de los pueblos indígenas que nos obliga a proclamar a Jesucristo y a la
Buena Nueva del Reino de Dios, para frenar las situaciones de pecado, las
estructuras de la muerte, la violencia y las injusticias internas y externas y
promover el diálogo intercultural, interreligioso y ecuménico.
Nuevos caminos para la promoción ecológica integral
a. Interpelación profética y mensaje de esperanza a toda la
Iglesia y todo el mundo
81. La defensa de la vida de la Amazonía y de sus pueblos
requiere de una profunda conversión personal, social y estructural. La Iglesia
está incluida en esta llamada a desaprender, aprender y reaprender, para
superar así cualquier tendencia hacia modelos colonizadores que han causado
daño en el pasado. En ese sentido es importante que seamos conscientes de la
fuerza del neo-colonialismo que está presente en nuestras decisiones cotidianas
y el modelo de desarrollo predominante que se expresa en el modelo creciente de
agricultura de monocultivo, nuestros modos de transporte y el imaginario de
bienestar desde el consumo que vivimos en la sociedad y que tiene implicaciones
directas e indirectas en la Amazonía. Ante ello, un horizonte global, aún escuchando
las voces de iglesias hermanas, queremos abrazar una espiritualidad de la
ecología integral, a fin de promover el cuidado de la creación. Para alcanzarlo
debemos ser una comunidad de discípulos misioneros mucho más participativa e
incluyente.
82. Proponemos definir el pecado ecológico como una acción u
omisión contra Dios, contra el prójimo, la comunidad y el ambiente. Es un
pecado contra las futuras generaciones y se manifiesta en actos y hábitos de
contaminación y destrucción de la armonía del ambiente, transgresiones contra
los principios de interdependencia y la ruptura de las redes de solidaridad
entre las criaturas (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 340-344) y contra la
virtud de la justicia. También proponemos crear ministerios especiales para el
cuidado de la “casa común” y la promoción de la ecología integral a nivel
parroquial y en cada jurisdicción eclesiástica, que tengan como funciones,
entre otras, el cuidado del territorio y de las aguas, así como la promoción de
la encíclica Laudato si’. Asumir el programa pastoral, educativo y de
incidencia de la Encíclica Laudato si’ en sus capítulos V y VI en todos los
niveles y estructuras de la Iglesia.
83. Como manera de reparar la deuda ecológica que tienen los
países con la Amazonía, proponemos la creación de un fondo mundial para cubrir
parte de los presupuestos de las comunidades presentes en la Amazonía que
promueven su desarollo integral y autosostenible y así también protegerlas del
ansia depredadora de querer extraer sus recursos naturales por parte de las
empresas nacionales y multinacionales.
84. Adoptar hábitos responsables que respeten y valoren a
los pueblos del Amazonas, sus tradiciones y sabiduría, protegiendo la tierra y
cambiando nuestra cultura de consumo excesivo, la producción de residuos
sólidos, estimulando el reuso y el reciclaje. Debemos reducir nuestra
dependencia de los combustibles fósiles y el uso de plásticos, cambiando
nuestros hábitos alimenticios (exceso de consumo de carne y peces/mariscos) con
estilos de vida más sobrios. Comprometerse activamente en la siembra de árboles
buscando alternativas sostenibles en agricultura, energía y movilidad que
respeten los derechos de la naturaleza y el pueblo. Promover la educación en
ecología integral en todos los niveles, promover nuevos modelos económicos e
iniciativas que promuevan una calidad de vida sostenible.
b. Observatorio Socio Pastoral Amazónico
85. Crear un observatorio socioambiental pastoral,
fortaleciendo la lucha en la defensa de la vida. Realizar un diagnóstico del
territorio y de sus conflictos socioambientales en cada Iglesia local y
regional, para poder asumir una posición, tomar decisiones y defender los
derechos de los más vulnerables. El Observatorio trabajaría en alianza con el
CELAM, la CLAR, Caritas, la REPAM, los Episcopados nacionales, las Iglesias
locales, las Universidades Católicas, la CIDH, otros actores no eclesiales en
el continente y los representantes de los pueblos indígenas. Igualmente pedimos
que en el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, se cree
una oficina amazónica que este en relación con este Observatorio y las demás
instituciones locales amazónicas.
CAPITULO V
NUEVOS CAMINOS DE
CONVERSIÓN SINODAL
“Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en
unidad” (Juan 17,23)
86. Para caminar juntos la Iglesia necesita una conversión
Sinodal, sinodalidad del Pueblo de Dios bajo la guía del Espíritu en la
Amazonía. Con este horizonte de comunión y participación buscamos los nuevos
caminos eclesiales, sobre todo, en la ministerialidad y la sacramentalidad de
la Iglesia con rostro amazónico. La vida consagrada, los laicos y entre ellos
las mujeres, son los protagonistas antiguos y siempre nuevos que nos llaman a
esta conversión.
La sinodalidad misionera en la Iglesia Amazónica
a. La sinodalidad misionera de todo el Pueblo de Dios bajo
la guía del Espíritu
87. “Sínodo” es una palabra antigua venerada por la
Tradición; indica el camino que recorren juntos los miembros del pueblo de
Dios; remite al Señor Jesús, quien se presenta como “el camino, la verdad y la
vida” (Jn 14,6), y al hecho de que los cristianos, sus seguidores, fueron
llamados “los discípulos del camino” (Hech 9,2); ser sinodales es seguir juntos
“el camino del Señor” (Hch 18,25). La sinodalidad es el modo de ser de la
Iglesia primitiva (cf. Hech 15) y debe ser el nuestro. “Las partes del cuerpo son
muchas, pero el cuerpo es uno; por muchas que sean las partes, todas forman un
solo cuerpo. Así también Cristo” (1 Co 12,12). La sinodalidad caracteriza
también la Iglesia del Vaticano II, entendida como Pueblo de Dios, en igualdad
y común dignidad frente a la diversidad de ministerios, carismas y servicios.
Ella “indica la forma específica de vivir y actuar (modus vivendi et operandi)
de la Iglesia del Pueblo de Dios, que manifiesta y realiza de manera concreta
su ser “comunión”, en el caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en la
participación activa de todos sus miembros en su acción evangelizadora"
(...), es decir, en la “corresponsabilidad y participación de todo el pueblo de
Dios en la vida y en la misión de la Iglesia” (CTI, La sinodalidad…, n. 6-7).
88. Para caminar juntos, la Iglesia de hoy necesita una
conversión a la experiencia sinodal. Es necesario fortalecer una cultura de
diálogo, de escucha recíproca, de discernimiento espiritual, de consenso y
comunión para encontrar espacios y modos de decisión conjunta y responder a los
desafíos pastorales. Así se fomentará la corresponsabilidad en la vida de la
Iglesia con espíritu de servicio. Urge caminar, proponer y asumir las
responsabilidades para superar el clericalismo y las imposiciones arbitrarias.
La sinodalidad es una dimensión constitutiva de la Iglesia. No se puede ser
Iglesia sin reconocer un efectivo ejercicio del sensus fidei de todo el Pueblo
de Dios.
b. Espiritualidad de comunión sinodal bajo la guía del
Espíritu
89. La Iglesia vive de la comunión con el Cuerpo de Cristo
por el don del Espíritu Santo. El llamado “Concilio apostólico de Jerusalén”
(cf. Hech 15; Gal 2,1-10) es un acontecimiento sinodal en el que la Iglesia
Apostólica, en un momento decisivo de su camino, vive su vocación a la luz de
la presencia del Señor resucitado en vista de la misión. Este acontecimiento se
constituyó en la figura paradigmática de los Sínodos de la Iglesia y de su
vocación sinodal. La decisión tomada por los Apóstoles, con la compañía de toda
la comunidad de Jerusalén, fue obra de la acción del Espíritu Santo que guía el
camino de la Iglesia asegurándole la fidelidad al Evangelio de Jesús: “Hemos
decidido, el Espíritu Santo y nosotros” (Hch 15,28). Toda la asamblea recibió
la decisión y la hizo propia (Hch 15,22); luego hizo lo mismo la comunidad de
Antioquía (Hch 15, 30-31). Ser verdaderamente “sinodal” es avanzar en armonía
bajo el impulso del Espíritu vivificador.
90. La Iglesia en la Amazonía está llamada a caminar en el
ejercicio del discernimiento, que es el centro de los procesos y
acontecimientos sinodales. Se trata de determinar y de recorrer como Iglesia,
mediante la interpretación teologal de los signos de los tiempos, bajo la guía
del Espíritu Santo, el camino a seguir en el servicio del designio de Dios. El
discernimiento comunitario permite descubrir una llamada que Dios hace oir en
cada situación histórica determinada. Esta Asamblea es un momento de gracia
para ejercitar la escucha recíproca, el diólogo sincero y el discernimeinto comunitario
para el bien común del Pueblo de Dios en la Región Amazónica, y luego, en la
etapa de actuación de las decisiones, para seguir caminando bajo el impulso del
Espíritu Santo en las pequeñas comunidades, las parroquias, las diócesis, los
vicariatos, las “prelacías”, y en toda la región.
c. Hacia un estilo sinodal de vivir y de obrar en la región
amazónica
91. Con audacia evangélica, queremos implementar nuevos
caminos para la vida de la Iglesia y su servicio a una ecología integral en la
Amazonía. La sinodalidad marca un estilo de vivir la comunión y la
participación en las iglesias locales que se caracteriza por el respeto a la
dignidad y la igualdad de todos los bautizados y bautizadas, el complemento de
los carismas y los ministerios, el gusto de reunirse en asambleas para
discernir juntos la voz del Espíritu. Este Sínodo nos brinda la ocasión de
reflexionar sobre la forma de estructurar las iglesias locales en cada región y
país, y de avanzar en una conversión sinodal que señale rutas comunes en la
evangelización. La lógica de la encarnación enseña que Dios, en Cristo, se
vincula a los seres humanos que viven en las “culturas propias de los pueblos”
(AG 9) y que la Iglesia, Pueblo de Dios inserto entre los pueblos, tiene la
belleza de un rostro pluriforme porque arraiga en muchas culturas diversas (EG
116). Esto se realiza en la vida y la misión de las iglesias locales radicadas
en cada “gran territorio socio-cultural” (AG 22).
92. Una Iglesia con rostro amazónico necesita que sus
comunidades estén impregnadas de un espíritu sinodal, respaldadas por
estructuras organizativas acordes a esta dinámica, como auténticos organismos
de “comunión”. Las formas del ejercicio de la sinodalidad son variadas, deberán
ser descentralizadas en sus diversos niveles (diocesano, regional, nacional,
universal), respetuosas y atentas a los procesos locales, sin debilitar el
vínculo con las demás Iglesias hermanas y con la Iglesia universal. Las formas
organizativas para el ejercicio de la sinodalidad pueden ser variadas, ellas
establecen una sincronía entre la comunión y la participación, entre la
corresponsabilidad y la ministerialidad de todos, prestando especial atención a
la participación efectiva de los laicos en el discernimiento y en la toma de
decisiones, potenciando la participación de las mujeres.
Nuevos caminos para la ministerialidad eclesial
a. Iglesia ministerial y nuevos ministerios
93. La renovación del Concilio Vaticano II sitúa los laicos
en el seno del Pueblo de Dios, en una Iglesia toda ella ministerial, que tiene
en el sacramento del bautismo la base de la identidad y de la misión de todo
cristiano. “Los laicos son fieles que por el bautismo fueron incorporados a
Cristo, constituidos en el Pueblo de Dios y, a su modo, hechos partícipes del
munus sacerdotal, profético y regio de Cristo, por lo que ejercen su rol en la
misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo” (LG 31). De
esta triple relación, con Cristo, la Iglesia y el mundo, nace la vocación y la
misión del laicado. La Iglesia en la Amazonía, en vista de una sociedad justa y
solidaria en el cuidado de la “casa común”, quiere hacer de los laicos actores
privilegiados. Su actuación, ha sido y es vital, sea en la coordinación de
comunidades eclesiales, en el ejercicio de ministerios, así como en su
compromiso profético en un mundo inclusivo para todos, que tiene en sus
mártires un testimonio que nos interpela.
94. Como expresión de la corresponsabilidad de todos los
bautizados en la Iglesia y del ejercicio del sensus fidei de todo el Pueblo de
Dios, surgieron las asambleas y consejos de pastoral en todos los ámbitos
eclesiales, así como los equipos de coordinación de los diferentes servicios
pastorales y los ministerios confiados a los laicos. Reconocemos la necesidad
de fortalecer y ampliar los espacios para la participación del laicado, ya sea
en la consulta como en la toma de decisiones, en la vida y en la misión de la
Iglesia.
95. Aunque la misión en el mundo sea tarea de todo
bautizado, el Concilio Vaticano II puso de relieve la misión del laicado: “la
esperanza de una Nueva Tierra, lejos de atenuar, antes debe impulsar la
solicitud por el perfeccionamiento de esta tierra” (GS 39). Para la Iglesia
amazónica es urgente que se promuevan y se confieran ministerios para hombres y
mujeres de forma equitativa. El tejido de la iglesia local, también en la
Amazonía, está garantizado por las pequeñas comunidades eclesiales misioneras
que cultivan la fe, escuchan la Palabra y celebran juntos cerca de la vida de
la gente. Es la Iglesia de hombres y mujeres bautizados que debemos consolidar
promoviendo la ministerialidad y, sobre todo, la conciencia de la dignidad
bautismal.
96. Además, el Obispo pueda confiar, por un mandato de
tiempo determinado, ante la ausencia de sacerdotes en las comunidades, el
ejercicio de la cura pastoral de la misma a una persona no investida del
carácter sacerdotal, que sea miembro de la comunidad. Deben evitarse
personalismos y por ello será un cargo rotativo. El Obispo podrá constituir
este ministerio en representación de la comunidad cristiana con un mandato
oficial mediante un acto ritual para que la persona responsable de la comunidad
sea reconocida también a nivel civil y local. Queda siempre el sacerdote, con
la potestad y facultad del párroco, como responsable de la comunidad.
b. La vida consagrada
97. El texto evangélico – “El espíritu del Señor está sobre
mí porque me ha ungido, para anunciar a los pobres la Buena Nueva” (Lc 4,18) –
expresa una convicción que anima la misión de la vida consagrada en la
Amazonía, enviada a proclamar la Buena Nueva en el acompañamiento cercano a los
pueblos indígenas, a los más vulnerables y a los más alejados, desde un diálogo
y anuncio que posibiliten un conocimiento profundo de la espiritualidad. Una
vida consagrada con experiencias intercongregacionales e interinstitucionales
puede permanecer en comunidades, donde nadie quiere estar y con quien nadie
quiere estar, aprendiendo y respetando la cultura y las lenguas indígenas para
llegar al corazón de los pueblos.
98. La misión, al mismo tiempo que contribuye a edificar y
consolidar la Iglesia, fortalece y renueva la vida consagrada y la llama con
más fuerza a retomar lo más puro de su inspiración original. De esta suerte su
testimonio será profético y fuente de nuevas vocaciones religiosas. Proponemos
apostar por una vida consagrada con identidad amazónica, fortaleciendo las
vocaciones autóctonas. Apoyamos la inserción y la itinerancia de los
consagrados, junto a los más empobrecidos y excluidos. Los procesos formativos
deben incluir el enfoque desde la interculturalidad, la inculturación y los
diálogos entre espiritualidades y cosmovisiones amazónicas.
c. La presencia y la hora de la mujer
99. La Iglesia en la Amazonía quiere “ampliar los espacios
para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia” (EG 103). “No
reduzcamos el compromiso de las mujeres en la Iglesia, sino que promovamos su
participación activa en la comunidad eclesial. Si la Iglesia pierde a las
mujeres en su total y real dimensión, la Iglesia se expone a la esterilidad”
(Papa Francisco, Encuentro con el Episcopado brasileño, Rio de Janeiro, 27 de
julio de 2013).
100. El Magisterio de la Iglesia desde el Concilio Vaticano
II ha resaltado el lugar protagónico que la mujer ocupa dentro de ella: “Llega
la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en
plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso,
un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la
humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del
Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga” (Pablo VI, 1965;
AAS 58, 1966, 13-14).
101. La sabiduría de los pueblos ancestrales afirma que la
madre tierra tiene rostro femenino. En el mundo indígena y occidental la mujer
es la que trabaja en múltiples facetas, en la instrucción de los hijos, en la
transmisión de la fe y del Evangelio, son presencia testimonial y responsable
en la promoción humana, por lo que se pide que la voz de las mujeres sea oída,
que ellas sean consultadas y participen en las tomas de decisiones y, de este
modo, puedan contribuir con su sensibilidad para la sinodalidad eclesial.
Valoramos “la función de la mujer, reconociendo su papel fundamental en la
formación y continuidad de las culturas, en la espiritualidad, en las
comunidades y familias. Es necesario que ella asuma con mayor fuerza su
liderazgo en el seno de la Iglesia, y que ésta lo reconozca y promueva
reforzando su participación en los consejos pastorales de parroquias y
diócesis, o incluso en instancias de gobierno.
102. Ante la realidad que sufren las mujeres víctimas de
violencia física, moral y religiosa, incluso el feminicidio, la Iglesia se
posiciona en defensa de sus derechos y las reconoce como protagonistas y
guardianes de la creación y de la “casa común”. Reconocemos la ministerialidad
que Jesús reservó para las mujeres. Es necesario fomentar la formación de
mujeres en estudios de teología bíblica, teología sistemática, derecho
canónico, valorando su presencia en organizaciones y liderazgo dentro y fuera
del entorno eclesial. Queremos fortalecer los lazos familiares, especialmente a
las mujeres migrantes. Aseguramos su lugar en los espacios de liderazgo y
capacitación. Pedimos revisar el Motu Propio de San Pablo VI, Ministeria
quedam, para que también mujeres adecuadamente formadas y preparadas puedan
recibir los ministerios del Lectorado y el Acolitado, entre otros a ser
desarrollados.En los nuevos contextos de evangelización y pastoral en la
Amazonía, donde la mayoría de las comunidades católicas son lideradas por
mujeres, pedimos sea creado el ministerio instituido de “la mujer dirigente de
la comunidad” y reconocer esto, dentro del servicio de las cambiantes
exigencias de la evangelización y de la atención a las comunidades.
103. En las múltiples consultas realizadas en el espacio
amazónico, se reconoció y se recalcó el papel fundamental de las mujeres
religiosas y laicas en la Iglesia de la Amazonía y sus comunidades, dados los
múltiples servicios que ellas brindan. En un alto número de dichas consultas,
se solicitó el diaconado permanente para la mujer. Por esta razón el tema
estuvo también muy presente en el Sínodo. Ya en 2016, el Papa Francisco había
creado una “Comisión de Estudio sobre el Diaconado de las Mujeres” que, como
Comisión, llegó a un resultado parcial sobre cómo era la realidad del diaconado
de las mujeres en los primeros siglos de la Iglesia y sus implicaciones hoy.
Por lo tanto, nos gustaría compartir nuestras experiencias y reflexiones con la
Comisión y esperamos sus resultados.
d. Diaconado permanente
104. Para la Iglesia Amazónica es urgente la promoción,
formación y apoyo a los diáconos permanentes, por la importancia de este
ministerio en la comunidad. De un modo particular, por el servicio eclesial que
requieren muchas comunidades, especialmente los pueblos indígenas. Las
necesidades pastorales específicas de las comunidades cristianas amazónicas nos
llevan a una comprensión más amplia del diaconado, servicio que existe ya desde
el inicio de la Iglesia, y restaurado como un grado autónomo y permanente por
el Concilio Vaticano II (LG 29, AG 16, OE 17). El diaconado hoy debe también
promover la ecología integral, el desarrollo humano, el trabajo pastoral
social, el servicio de los que se encuentran en situación de vulnerabilidad y
pobreza, configurándolo al Cristo Servidor, haciéndose Iglesia misericordiosa,
samaritana, solidaria y diaconal.
105. Los presbíteros han de tener en cuenta que el diácono
está al servicio de la comunidad por designación y bajo la autoridad del
obispo, y que tienen la obligación de apoyar a los diáconos permanentes y de
actuar en comunión con ellos. Hay que tener presente la manutención de los
diáconos permanentes. Esto incluye el proceso de vocación según los criterios
de admisión. Las motivaciones del candidato deben apuntar al servicio y a la
misión del diaconado permanente en la Iglesia y en el mundo de hoy. El proyecto
formativo se intercala entre el estudio académico y la práctica pastoral,
acompañado por un equipo formativo y la comunidad parroquial, con contenidos e
itinerarios adaptados a cada realidad local. Es deseable que la esposa e hijos
participen en el proceso de formación.
106. El programa de estudios (currículum) para la formación
del diaconado permanente, además de las asignaturas obligatorias, debe incluir
temas que favorezcan el diálogo ecuménico, interreligioso e intercultural, la
historia de la Iglesia en la Amazonía, el afecto y la sexualidad, la
cosmovisión indígena, la ecología integral y otros temas transversales que son
típicos del ministerio diaconal. El equipo de formadores estará conformado por
ministros ordenados y laicos competentes que estén en línea con el directorio
de diaconado permanente aprobado en cada país. Queremos alentar, apoyar y
acompañar personalmente, el proceso vocacional y la formación de futuros
diáconos permanentes en las comunidades ribereñas e indígenas, con la
participación de párrocos, religiosos y religiosas. Finalmente, que haya un
programa de seguimiento para la formación continua (espiritualidad, formación
teológica, asuntos pastorales, actualizaciones de documentos de la iglesia,
etc.), bajo la guía del obispo.
e. Itinerarios de formación inculturada
107. “Yo les daré pastores según mi corazón” (Jer 3,15).
Esta promesa, siendo divina, es válida para todos los tiempos y contextos; por
lo tanto, también es válida para la Amazonía. Destinada a configurar al
presbítero a Cristo, la formación para el ministerio ordenado debe ser una
escuela comunitaria de fraternidad, experiencial, espiritual, pastoral y
doctrinal, en contacto con la realidad de las personas, en armonía con la
cultura local y la religiosidad, cerca de los pobres. Necesitamos preparar
buenos pastores que vivan la Buena Noticia del Reino, conozcan las leyes
canónicas, sean compasivos, tan parecidos a Jesús como sea posible, cuya
práctica sea hacer la voluntad del Padre, alimentados por la Eucaristía y la
Sagrada Escritura. Es decir, una formación más bíblica en el sentido de una
asimilación a Jesús como se muestra en los Evangelios: cerca de las personas,
capaz de escuchar, sanar, consolar, pacientemente, no buscando solicitar sino
manifestar la ternura del corazón de su Padre.
108. En vista a ofrecer a los futuros presbíteros de las
iglesias en la Amazonía una formación con rostro amazónico, inserta y adaptada
en la realidad, contextualizada y capaz de responder a los numerosos desafíos
pastorales y misioneros, proponemos un plan de formación en línea con los
desafíos de las iglesias locales y la realidad de la Amazonía. Ha de incluir en
los contenidos académicos disciplinas que aborden la ecología integral, la eco
teología, la teología de la creación, las teologías indias, la espiritualidad
ecológica, la histórica de la Iglesia en la Amazonía, la antropología cultural
amazónica, etc. Los centros de formación a la vida presbiteral y consagrada
deben insertarse, preferencialmente, en la realidad amazónica, en vista a
favorecer el contacto del joven amazónico en formación con su realidad,
mientras se prepara para su futura misión, garantizando así que el proceso de
formación no se distancie del contenido vital de las personas y su cultura,
como también ofreciendo a otros jóvenes no amazónicos la oportunidad de hacer
parte de su formación en la Amazonía, fomentando así las vocaciones misioneras.
f. La Eucaristía fuente y culmen de comunión sinodal
109. Según el Concilio Vaticano II, la participación en la
Eucaristía es la fuente y el culmen de toda vida cristiana; es símbolo de esa
unidad del Cuerpo Místico; es el centro y la culminación de toda la vida de la
comunidad cristiana. La Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la
Iglesia; es la fuente y la culminación de toda evangelización. Hagamos eco de
la frase de San Juan Pablo II: «La Iglesia vive de la Eucaristía» (Ecclesia de
Eucharistia, 1). La Instrucción de la Congregación para el Culto Divino
Redemptoris sacramentum (2004) insiste en que los fieles disfruten del derecho
a tener la celebración eucarística tal como se establece en los libros y normas
litúrgicas. Pero parece extraño hablar del derecho a celebrar una Eucaristía
según lo prescrito, por no hablar del derecho más fundamental de acceso a la
Eucaristía para todos: «En la Eucaristía la plenitud ya se ha realizado, y es
el centro vital del universo, el centro lleno de amor y vida inagotable. Unido
al Hijo encarnado, presente en la Eucaristía, todo el cosmos da gracias a Dios.
En efecto, la Eucaristía es en sí misma un acto de amor cósmico» (LS 236).
110. Existe un derecho de la comunidad a la celebración, que
deriva de la esencia de la Eucaristía y de su lugar en la economía de la
salvación. La vida sacramental es la integración de las diversas dimensiones de
la vida humana en el Misterio Pascual, que nos fortalece. Por eso las
comunidades vivas claman verdaderamente por la celebración de la Eucaristía.
Ella es, sin duda, punto de llegada (culmen y consumación) de la comunidad;
pero es, a la vez, punto de partida: de encuentro, de reconciliación, de
aprendizaje y catequesis, de crecimiento comunitario.
111. Muchas de las comunidades eclesiales del territorio
amazónico tienen enormes dificultades para acceder a la Eucaristía. En
ocasiones pasan no sólo meses sino, incluso, varios años antes de que un
sacerdote pueda regresar a una comunidad para celebrar la Eucaristía, ofrecer
el sacramento de la reconciliación o ungir a los enfermos de la comunidad.
Apreciamos el celibato como un don de Dios (Sacerdotalis Caelibatus, 1) en la
medida que este don permite al discípulo misionero, ordenado al presbiterado,
dedicarse plenamente al servicio del Pueblo Santo de Dios. Estimula la caridad
pastoral y rezamos para que haya muchas vocaciones que vivan el sacerdocio
célibe. Sabemos que esta disciplina “no es exigida por la naturaleza misma del
sacerdocio… aunque tiene muchas razones de conveniencia con el mismo” (PO 16).
En su encíclica sobre el celibato sacerdotal san Pablo VI mantuvo esta ley y
expuso motivaciones teológicas, espirituales y pastorales que la sustentan. En
1992, la exhortación postsinodal de san Juan Pablo II sobre la formación
sacerdotal confirmó esta tradición en la Iglesia latina (PDV 29). Considerando
que la legítima diversidad no daña la comunión y la unidad de la Iglesia, sino
que la manifiesta y sirve (LG 13; OE 6) lo que da testimonio de la pluralidad
de ritos y disciplinas existentes, proponemos establecer criterios y
disposiciones de parte de la autoridad competente, en el marco de la Lumen
Gentium 26, de ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos de la
comunidad, que tengan un diaconado permanente fecundo y reciban una formación
adecuada para el presbiterado, pudiendo tener familia legítimamente constituída
y estable, para sostener la vida de la comunidad cristiana mediante la
predicación de la Palabra y la celebración de los Sacramentos en las zonas más
remotas de la región amazónica. A este respecto, algunos se pronunciaron por un
abordaje universal del tema.
Nuevos caminos para la sinodalidad eclesial
a. Estructuras sinodales regionales en la Iglesia amazónica
112. La mayoría de las Diócesis, Prelaturas y Vicariatos de
la Amazonía tienen extensos territorios, pocos ministros ordenados y escasez de
recursos financieros, pasando por dificultades para sostener la misión. El
“costo amazónico” repercute seriamente sobre la evangelización. Ante esta
realidad es necesario replantearse la forma de organizar las iglesias locales,
repensar las estructuras de comunión en los niveles provinciales, regionales, nacionales
y, también, desde la Panamazonía. Por ello, es necesario articular espacios
sinodales y generar redes de apoyo solidario. Urge superar las fronteras que la
geografía impone y trazar puentes que unan. El documento de Aparecida ya
insistía que las Iglesias locales generen formas de asociación interdiocesana
en cada nación o entre países de una región y que alimente una mayor
cooperación entre las iglesias hermanas (cf. DAp 182). En miras a una Iglesia
presente, solidaria y samaritana proponemos: redimensionar las extensas áreas
geográficas de las diócesis, vicariatos y “prelazias”; crear un fondo Amazónico
para el sostenimiento de la evangelización; sensibilizar y estimular a las
agencias internacionales de cooperación católica para que apoyen más allá de
los proyectos sociales a las actividades de evangelización.
113. En el 2015, al conmemorar el 50º aniversario de la
Institución del Sínodo de los Obispos por parte de san Pablo VI, el Papa
Francisco invitó a renovar la comunión sinodal en los distintos niveles de la
vida de la Iglesia: local, regional y universal. La Iglesia está desarrollando
una renovada comprensión de la sinodalidad a escala regional. Apoyada en la
tradición, la Comisión Teológica Internacional expresa: “El nivel regional en
el ejercicio de la sinodalidad es el que se da en reagrupaciones de Iglesias
particulares presentes en una misma región: una provincia -como sucedía sobre
todo en los primeros siglos de la Iglesia- o un país, un continente o parte de
él” (Documento “La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia”,
Vaticano, 2018, 85). El ejercicio de la sinodalidad en este nivel refuerza los
vínculos espirituales e institucionales, favorece el intercambio de dones y
ayuda a proyectar criterios pastorales comunes. La labor conjunta en la
pastoral social de las diócesis situadas en las fronteras de los países debe
ser fortalecida para afrontar problemas comunes que superan lo local, como la
explotación de las personas y del territorio, el narcotráfico, la corrupción,
el tráfico de personas, etc. El problema migratorio necesita ser afrontado de
forma coordinada por las iglesias de las fronteras.
b. Universidades y nuevas estructuras sinodales amazónicas
114. Proponemos que sea establecida una Universidad Católica
Amazónica basada en la investigación interdisciplinaria (incluyendo estudios de
campo), en la inculturación y en el diálogo intercultural; que la teología
inculturada incluya la formación conjunta para ministerios laicales y formación
de sacerdotes, basada principalmente en la Sagrada Escritura. Las actividades
de investigación, educación y extensión deben incluir programas de estudio
ambientales (conocimiento teórico ambientado con la sabiduría de los pueblos
que viven en la región amazónica) y estudios étnicos (descripción de los
diferentes idiomas, etc.). La formación de docentes, la enseñanza y la
producción de material didáctico debe respetar las costumbres y tradiciones de
los pueblos indígenas, elaborando material didáctico inculturado y realizando
actividades de extensión en diferentes países y regiones. Pedimos a las
universidades católicas de América Latina que ayuden a la creación de la
Universidad Católica Amazónica y acompañen su desarrollo.
c. Organismo Eclesial Regional Postsinodal para la región
amazónica
115. Proponemos crear un organismo episcopal que promueva la
sinodalidad entre las iglesias de la región, que ayude a delinear el rostro
amazónico de esta Iglesia y que continúe la tarea de encontrar nuevos caminos
para la misión evangelizadora, en especial incorporando la propuesta de la
ecología integral, afianzando así la fisonomía de la Iglesia amazónica. Se
trataría de un organismo episcopal permanente y representativo que promueva la
sinodalidad en la región amazónica, articulado con el CELAM, con su estructura
propia, en una organización simple y también articulado con la REPAM. De esta
manera puede ser el cauce eficaz para asumir, desde el territorio de la Iglesia
latinoamericana y caribeña, muchos de las propuestas surgidas en este Sínodo. Sería
el nexo que articule redes e iniciativas eclesiales y socio - ambientales a
nivel continental e internacional.
d. Rito para los pueblos originarios
116. El Concilio Vaticano II abrió espacios para el
pluralismo litúrgico “para variaciones y adaptaciones legítimas para los
diversos grupos y pueblos” (SC 38). En este sentido, la liturgia debe responder
a la cultura para que sea fuente y culmen de la vida cristiana (cf. SC 10) y
para que se sienta ligada a los sufrimientos y a las alegrías del pueblo.
Debemos dar una respuesta auténticamente católica a la petición de las
comunidades amazónicas de adaptar la liturgia valorando la cosmovisión, las
tradiciones, los símbolos y los ritos originarios que incluyan dimensiones
trascendentes, comunitarias y ecológicas.
117. En la Iglesia Católica hay 23 Ritos diferentes, signo
claro de una tradición que desde los primeros siglos ha intentado inculturar
los contenidos de la fe y su celebración a través de un lenguaje lo más
coherente posible con el misterio que se quiere expresar. Todas estas
tradiciones tienen su origen en función de la misión de la Iglesia: "Las
Iglesias de un mismo ámbito geográfico y cultural han venido a celebrar el
misterio de Cristo con expresiones particulares, caracterizadas culturalmente:
en la tradición del "depósito de la fe", en el simbolismo litúrgico,
en la organización de la comunión fraterna, en la comprensión teológica de los
misterios y en las diversas formas de santidad" (CIC 1202; cf. también CIC
1200-1206).
118. Es necesario que la Iglesia, en su incansable labor
evangelizadora, trabaje para que el proceso de inculturación de la fe, se
exprese en las formas más coherentes, a fin de que también pueda celebrarse y
vivirse según las lenguas propias de los pueblos amazónicos. Urge formar
comités de traducciones y redacción de textos bíblicos y litúrgicos en las
lenguas propias de los diferentes lugares, con los recursos necesarios, preservando
la materia de los sacramentos y adaptándolos a la forma, sin perder de vista lo
que sea esencial. En este sentido es preciso fomentar la música y el canto,
todo lo cual es aceptado y fomentado por la liturgia.
119. El nuevo organismo de la Iglesia en la Amazonía debe
constituir una comisión competente para estudiar y dialogar, según usos y
costumbres de los pueblos ancestrales, la elaboración de un rito amazónico, que
exprese el patrimonio litúrgico, teológico, disciplinario y espiritual amazónico,
con especial referencia a lo que la Lumen Gentium afirma para las Iglesias
orientales (cf. LG 23). Esto se sumaría a los ritos ya presentes en la Iglesia,
enriqueciendo la obra de evangelización, la capacidad de expresar la fe en una
cultura propia y el sentido de descentralización y de colegialidad que puede
expresar la catolicidad de la Iglesia.También podría estudiar y proponer cómo
enriquecer ritos eclesiales con el modo en que estos pueblos cuidan su
territorio y se relacionan con sus aguas.
CONCLUSIÓN
120. Concluimos bajo el amparo de María, Madre de la
Amazonía, venerada con diversas advocaciones en toda la región. Con su
intercesión, pedimos que este Sínodo sea una expresión concreta de la
sinodalidad, para que la vida plena que Jesús vino a traer al mundo (cf. Jn 10,
10) llegue a todos, especialmente a los pobres, y contribuya al cuidado de la
“casa común”. Que María, Madre de la Amazonía, acompañe nuestro caminar; a San
José, custodio fiel de María y de su hijo Jesús, le consagramos nuestra presencia
eclesial en la Amazonía, Iglesia con rostro amazónico y en salida misionera.