5 de octubre 2019. El Papa Francisco pidió mirar al mundo “con simpatía, sin miedo,
sin prejuicios, con valentía, como lo mira Dios, sintiendo nuestros los
dolores, los gozos, las esperanzas de nuestros hermanos; desde ahí anunciar
con la vida y la palabra, y hacer conocer y amar a Jesús y a María, con la
creatividad de diaconías y obras de apostolado”.
Así lo indicó el Santo Padre en la audiencia concedida este
sábado 5 de octubre a las participantes del Capítulo General de la Familia
Jesús-María que se llevó a cabo en la Sala del Consistorio del Palacio
Apostólico del Vaticano.
Queridas hermanas:
Las saludo con alegría en la celebración de vuestro 37
Capítulo General, y junto a ustedes quiero extender este saludo a las hermanas
que trabajan por el mundo y a todos los miembros de la Familia Jesús-María.
Quiero recordar también a los más pequeños, a los niños de vuestras
escuelas y colegios.
El tema que habéis elegido para este Capítulo es: “En
camino, con esperanza, como una familia apostólica”, teniendo como icono
bíblico la Visitación de María (cf. Lucas 1,39-56).
Santa Claudina Thévenet inició esta obra apostólica sobre
lo pequeño, sobre la pobreza. En estos 200 años se ha extendido fecundamente
por todo el mundo, hasta estar presente hoy en 28 países, 4 continentes. Esta
historia nos habla de un caminar sin descanso. Siempre en camino, como María
en la Visitación, atenta a las necesidades. Caminando de prisa, pero no
ansiosa. Siempre en camino, con alegría y esperanza, para poder comunicar a
todos la bondad y el amor de Dios. En este sentido me gustaría sugerirles tres
senderos para seguir caminando; y los tomo de la oración que les sirvió a
ustedes para la Congregación del Capítulo general.
El primer sendero es
ser testigos de la bondad misericordiosa de Dios. El nombre de Dios es
misericordia. Esta ha sido la experiencia fundante de santa Claudina, el
conocimiento de la bondad de Dios, misericordioso que perdona. Desde aquel día
en la que ella misma presenció el fusilamiento de sus propios hermanos y el
mensaje que ellos le confiaron: “Claudina, perdona como nosotros perdonamos”,
vuestra Fundadora, supo mirar la realidad desde Dios que es bueno y ama a las
personas con un amor sin condiciones.
Una vez cuando hablé de esto, después vino una persona que
había escuchado este mensaje de misericordia y me dijo: ‘Dios siempre es
perdedor, siempre pierde’. Y sí, parece que sí, no le interesa ganar, le
interesa que nosotros ganemos. Esa es su
misericordia. Dios nos mira y experimentamos su misericordia; con su bondad
cambia la realidad amándola.
Sería bueno en estos momentos del Capítulo que revisaran y
recordaran su vida, su vocación, misión a luz de esta mirada, para seguir
siendo tocadas por Dios, presente en las miserias de nuestro tiempo. Solo con
esta mirada se hacen nuevas todas las cosas; solo dejándonos mirar por el
Señor, como la Virgen María (cf. Lucas 1,48), podremos nosotros mirar la
realidad con los ojos de Dios y ser sus testigos, pues la mirada de Dios
cambia, nos cambia, educa, educa nuestra mirada.
Necesitamos mirar nuestro mundo con simpatía, sin miedo,
sin prejuicios, con valentía, como lo mira Dios, sintiendo nuestros los
dolores, los gozos, las esperanzas de nuestros hermanos; desde ahí anunciar
con la vida y la palabra, y hacer «conocer y amar a Jesús y a María», con la
creatividad de diaconías y obras de apostolado. «¡Cuán bueno es Dios!» fueron
las últimas palabras de Claudina. Sean estas palabras también las de ustedes
en vuestros senderos, todos los días.
El segundo sendero
para caminar es la vida de fraternidad y solidaridad. Ustedes son un cuerpo
apostólico que vive en comunidad fraterna. De este modo se animan unas a otras
al seguimiento de Jesús y suscitan nuevas vocaciones. Es necesario ahondar en
la comunidad con relaciones cada vez más evangélicas, de modo que pasen a ser
fraternidades cada vez más apostólicas, hermanas en misión, capaces de “contagiar” a otras jóvenes
para que puedan seguir esta forma de consagración.
Para esto hace falta abrirse al encuentro con los jóvenes,
no les tengan miedo, no les tengan miedo: a través de su testimonio de vida
podrán ver en ustedes algo diferente que el mundo no les puede ofrecer: la
alegría de seguir a Cristo. Pero la alegría como una de las notas de la
propia vida, ¿no? A mí me da pena, lo confieso, cuando veo religiosos o
religiosas tristes, tristes, con cara de velorio, cara de funeral. Y a mí, me
vienen ganas de decirle: Decime, ¿qué desayunaste hoy, café con leche o
aceite? ¿O vinagre? La alegría, por favor, ese mirar con paz, con sonrisa,
sale de adentro, y escápense de la espiritualidad: “sí, pero”. El “sí, pero”.
El “pero”, ese es un camino hacia la tristeza siempre.
La vida fraterna en
comunidad es profecía para el mundo. Su Fundadora les decía «que la
caridad sea como la niña de vuestros ojos» (Positio, p. 231) para que este
gran deseo abra en ustedes relaciones fraternas, de comunión que puedan ser
signo del Evangelio.
Este mismo camino se abre a la solidaridad con el resto de
nuestros hermanos, compartiendo cuanto son y cuanto tienen. En colaboración
con la Familia de Jesús-María y sus colaboradores en la misión, sigan
construyendo redes de comunión y de solidaridad. Se trata como decían en la
oración por el capítulo de “amar y
servir sin condiciones”.
El último sendero
que me gustaría señalar es discernir y tener la valentía de ir más allá. Siempre más allá. Hay un canto muy lindo
que suelen cantar los jóvenes que es: “Más allá de las fronteras”. ¿Lo
conocen? Y los jóvenes cantan eso, ¿no? Siempre más allá. La Iglesia es
misionera, porque Dios es el primer misionero. Dios se abre en salida, entra en
el mundo y asume lo humano.
Ustedes participan de esta misión con su vida y su
apostolado, pues el testimonio es
primordial en la evangelización (cf. Pablo VI, Exhortación. apostólica.
Evangelii nuntiandi, 69). Pero como el amor se demuestra en las obras, no se
cansen de hacer conocer la bondad de Dios a través de las obras apostólicas
que realizan.
Se debe recordar que empezó cuando santa Claudina acogió a
dos huérfanas abandonadas en el pórtico de la parroquia de Saint Nizier, pero
los nuevos escenarios les están pidiendo también, de forma creativa, nuevas
formas de evangelizar y de misionar, y de hacer conocer a Jesús y María. No
tengan miedo, si van en comunidad, si tienen el apoyo de la fraternidad, y
saben discernir, no hay que temer. Porque una cosa linda en nosotros es que
cuando nos equivocamos, tenemos la posibilidad de volver atrás. Cuando vamos
con la comunidad, con el Señor y con buen discernimiento.
Se necesita salir «fuera de la puerta» (Hechos 16,13), como
lo hiciera también su Fundadora, pero no para hacer una memoria conmovedora,
sino para volver a encontrar el carisma in statu nascenti. O sea, el carisma
apenas nacido. Se requiere discernimiento para saber ir más allá y
plantearnos si nuestros apostolados y nuestras obras, nuestras presencias,
ministerios responden o no a lo que el Espíritu Santo pidió a santa Claudina
y a la Congregación a lo largo de estos 200 años de historia.
Las animo a
discernir, evaluar y elegir para poder responder cada vez mejor a lo que Dios
quiere de ustedes hoy. Nuestro tiempo también nos pide descubrir nuevos
medios de evangelización y misión, pero siempre como cuerpo apostólico;
porque los compromisos y cansancios solitarios no tienen futuro. Puede ser que
alguna de ustedes tenga una vocación especial para abrir una brecha en cierto
camino. Y ella sola lo tiene. Que vaya por ahí, físicamente sola, pero con
toda la comunidad detrás. No dejen sola a ninguna.
Estimadas hermanas: Les agradezco todo el bien que hacen en
la Iglesia y en el mundo, y también este fraterno encuentro. Que la Virgen
Madre las acompañe en este camino para que puedan seguir encontrando a
nuestros hermanos y hermanas, como lo hacía santa Claudina. Y, por favor, no
se olviden de rezar por mí. Muchas gracias. Fuente: Aciprensa. Redacción.