Evangelio
para el domingo 13 de octubre 2019. « °°° Iba Jesús camino de Jerusalén, pasó
por la frontera entre Samaría y Galilea. Y al entrar a una población, le
salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron
a gritar: « ¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!» Cuando Jesús los vio,
les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes.» y al ir a presentarse, quedaron
libres de la lepra.” °°° (Lucas 17, 11-19).
Solo uno se devuelve para darle gracias a Dios. Y los otros nueve ¿dónde
están? Es la pregunta del Nazareno, frente a la ingratitud del hombre y la
ignorancia de salvación en muchas personas. Se combinan dos realidades
espirituales: La sanación cuando crees en el Hijo de Dios y la salvación que
surge ante la obediencia a la Palabra de Dios. El problema de los leprosos, es que se fueron
sin el don de la salvación.
Fuera
de maravillarnos del gesto misericordioso y caritativo del Salvador del mundo;
centremos nuestra atención en la preocupación de Cristo: ¿Qué pasa, con tanta
gente desagradecida en este mundo?. Todos sabemos cuánto duele la ingratitud;
hemos tenido experiencia de gente que paga muy mal a sus seres queridos; hijos
que desconocen el esfuerzo y el sacrificio de sus padres; creyentes que se
acuerdan de Dios exclusivamente cuando lo necesitan. La gratitud es la virtud
de aquel que ama y la esencia de un alma noble; esa es una buena razón. Dar las
gracias es una expresión del alma, es la fuerza de un espíritu que ha aprendido
a amar a sus semejantes y se goza plenamente, cuando aprovecha todas las
oportunidades para decir “Gracias”.
Alguien
dijo en la historia: “El ser agradecido es causa de abundancia, el quejarse es
motivo de pobreza espiritual”. La paciencia del santo Job le dejó una buena
lección a la humanidad: °°° El Señor dio, el Señor quitó, bendito sea el nombre
del Señor. °°° (cf. Job 1, 20-22). Para saber agradecer, se hace necesaria, la
humildad en cada persona. Así lo enseña el Papa Francisco: Naamán, comandante
del ejército del rey de Aram, enfermo de lepra, acepta la sugerencia de una
pobre esclava y se encomienda a los cuidados del profeta Eliseo para curarse,
que para él es un enemigo. Sin embargo, Naamán está dispuesto a humillarse. Y
Eliseo no pretende nada de él, sólo le ordena que se sumerja en las aguas del
río Jordán. (cf. II Reyes 5, 14-17). “La gratitud es un rasgo característico
del corazón visitado por el Espíritu Santo; para obedecer a Dios, primero
debemos recordar sus beneficios”. Cuida tu salud: Quien no sabe dar las
gracias, se le olvidó el lenguaje de Dios. Padre,
Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de
Ibagué.