15 de julio 2020 “Caridad, cuidado y esperanza.” Monseñor.
Víctor Manuel Ochoa Cadavid - El momento que vivimos es un momento complejo,
que exige de todos nosotros reflexión y análisis. Con la difusión del virus
COVID-19 se han suscitado muchos cambios y necesitamos reflexionar y
profundizar en elementos importantes de nuestra vida, quiero con los queridos
lectores de LA VERDAD, entrar en algunos de ellos.
Caridad: Los tiempos difíciles que vivimos han revelado la
fragilidad de la humanidad, pero han servido para que reconozcamos los valores
que nos distinguen y la grandeza de la fe que nos sostiene. La Iglesia
Católica, como lo ha hecho a lo largo de los siglos ha mostrado su mejor rostro
en la vivencia de la caridad. En efecto,
hemos reconocido que es justamente en estos tiempos cuando se revela de modo
singular toda la grandeza humana que nos regala la fe, la que nos motiva a
compartir, a ser generosos,
a reconocernos en el hermano y a generar todas las
posibilidades para poder vivir la solidaridad con un espíritu verdaderamente
fraternal, con un espíritu de caridad.
El balance de nuestra caridad, el trabajo de muchos laicos, sacerdotes,
religiosos y religiosas, la generosidad de los benefactores, tiene que crecer.
Quiero que pensemos en todas las iniciativas que se han
desarrollado para podernos ayudar, para podernos acompañar, para sentir la
gracia de la fe y la alegría de ser comunidad. No ha faltado la Palabra Divina,
predicada y anunciada con gozo, no ha faltado la celebración de la fe,
recurriendo a tantos y tan valiosos medios de comunicación: La Emisora Vox Dei
y el Periódico La Verdad, los modernos medios de transmisión en las redes
sociales, y no ha faltado la oportuna y bendecida oportunidad de asistir a los
necesitados, de estar cerca del que sufre.Vivamos lo que nos resta de esta
situación tan compleja que ha generado la pandemia del CORONAVIRUS con la
convicción profunda que nos da la fe, con la fraternidad iluminada por la
caridad, con la gozosa disponibilidad para compartir con amor.
El cuidado: En latín cuidar se dice curar. Sí, cuidarnos es
curarnos, acompañarnos fraternalmente, servirnos mutuamente con responsabilidad
y alegría. Cuidarnos se volvió un imperativo social, un compromiso que nos
exige las más firmes actitudes, que nos pide agotar todos los esfuerzos para
que el hermano, el vecino, el amigo, el que no conocemos, sea objeto de nuestra
atención y de nuestro cuidado. Tenemos que pensar en el bien de los otros, que
es nuestro bien y hace parte de nuestro cuidado.
Por eso es preciso conocer y acatar las disposiciones,
incluso en las mismas exigencias que se piden para poder reabrir el culto y
nuestras Iglesias, Capillas y Oratorios, hay una llamada que procede del mismo
Dios, el que nos invita a actitudes de solidaridad iluminadas por la fe, el que
nos pide asistir con amor a los enfermos y a los necesitados, el que nos pide
que en todo momento hagamos el bien y vivamos todo lo bueno: Dice San Pablo “ Por lo demás, hermanos, todo
lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo
amable, todo lo que es de buen nombre; pónganlo en práctica” (Filipenses 4, 8).
Es allí donde debemos inspirarnos para vivir con responsabilidad
todo lo que se nos pida para nuestro bien, todo lo que se nos requiera
inspirado en el bien común. Que ninguno desacate las recomendaciones y
disposiciones que se nos pidan para fomentar el cuidado y la responsabilidad de
defender la vida de los demás y la vida propia. Por eso hay que acatar todas
las normas que se nos pidan, ser rigurosísimos en el aseo de las casas, lugares
de trabajo, espacios personales y comunes, no poner en riesgo la vida y la
salud propia y ajena.
Cuando se pueda reabrir el culto divino (rápidamente con la
ayuda de Dios), pienso que la observancia de los cuidados debe convertirse para
nosotros en un acto de fe: Cuido, me cuido, los cuido porque somos hermanos,
porque somos hijos del mismo Dios, porque el otro es reflejo de mi vida, porque
en los que nos rodean Dios nos habla, nos ama, nos reclama fraternidad: Vamos a
“curarnos”, es decir, vamos a cuidarnos como un acto de fe y de amor.
Tiempo de esperanza: En estos tiempos no faltan profetas del
desconsuelo y abundan los interpretes trágicos de las cosas, los que leen los
sucesos y miran en ellos castigos y reprensiones divinas. No se nos olvide que
nuestra fe nos anuncia un Dios misericordioso y justo, que ama y que quiere
nuestro bien, que no destruye su obra, sino que la quiere llevar a su plenitud.
Hemos de ser anunciadores de la esperanza, personas que,
inspiradas con la luz del Evangelio, propongan, prediquen, anuncien y celebren
el amor de Dios y su bendición, que seamos los alegres profetas de la vida, de
la verdad, de la misericordia, que no nos encerremos en el egoísmo, que nos
ayudemos mutuamente a vencer la desesperación y la angustia de estos tiempos
complejos con la fuerza de la fe y con la luz de Dios.
Vendrán momentos difíciles, faltará empleo, dinero, alimentos,
pero en medio de las dificultades Dios nos ayudará y nos acompañará y
fortalecerá a sus hijos. Dios recompensará a esta ciudad y Diócesis por su
trabajo a favor de los pobres y necesitados.
Nos ayude la Virgen Santísima a quien celebrábamos en su
misterio y presencia en Chiquinquirá. Nuestra querida Virgen del Rosario, la
‘Kacika’ es madre que cuida y bendice su familia. Nos ayude San José, él que
cuidó de tal modo la Sagrada Familia, que se convirtió para todos en promesa de
celestial protección. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid. Obispo de la Diócesis de
Cúcuta. Fuente: Conferencia episcopal de Colombia.