13 de julio 2020. ¿Qué pasa cuando se celebra un sacramento,
sin fe? Este lunes, en la sección “Teología para Millennials”, el padre Mario
Arroyo Martínez reflexiona sobre la validez del matrimonio religioso cuando los
contrayentes no tienen fe.
Para ello, el sacerdote mexicano remite al documento “La
reciprocidad entre fe y sacramentos en la economía sacramental”, que ha sido
aprobado por el Papa Francisco en diciembre de 2019 y se ha publicado este año.
Este texto sugiere que la falta de fe
“permite sostener la existencia de serios reparos acerca de la existencia de un
matrimonio sacramental”.
El padre Mario Arroyo es licenciado en Filosofía por la
Universidad Panamericana, México D.F. Además, tiene un doctorado en Filosofía
por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, Roma. Actualmente vive en
México y es profesor de Teología en la Universidad Panamericana.
¿Es válido el matrimonio religioso cuando los contrayentes
carecen de fe? ¿Tiene sentido hacer la ceremonia religiosa, cuando los novios,
a pesar de estar bautizados, no creen ni practican? No es una pregunta fácil,
de hecho, se trata de un cuestionamiento que repetidas veces se han formulado
los sínodos de obispos y no solo ellos, sino que los mismos papas, Benedicto
XVI y Francisco, han hecho un llamado a profundizar en la cuestión. “Doctores
tiene la Iglesia” dice el conocido refrán, pero cuando las mismas autoridades
religiosas no se aclaran, ¿a quién preguntarle?
Recientemente, cuando la máxima autoridad de la Iglesia
tiene alguna duda, suele preguntar a la Comisión Teológica Internacional (los
“doctores” de la Iglesia), para plantear la cuestión del modo apropiado. Así ha
sido en este caso, y fruto de ello han publicado el interesante documento “La reciprocidad entre fe y sacramentos en
la economía sacramental”, que ha sido aprobado por el Papa Francisco en
diciembre de 2019 y se ha publicado este año. Ahí se aborda la espinosa
cuestión de qué pasa cuando se celebra
el sacramento sin fe.
¿Cómo puede suceder esto? Se estudian expresamente dos
supuestos: cuando dos personas bautizadas en la infancia, por las
circunstancias que fueren, no han hecho después un acto de fe personal, que
involucre el entendimiento y la voluntad, lo que no es infrecuente dada la
masiva descristianización de la sociedad. El otro supuesto, tampoco
infrecuente, es el de las personas que
conscientemente reniegan de la fe de modo explícito y no se consideran
creyentes católicos, sin abrazar otra confesión cristiana. En ambos casos no se
observa una disposición a creer, necesaria para realizar el sacramento. Si, a
pesar de todo, realizan la ceremonia religiosa, ¿han recibido un sacramento?
Para los sacerdotes no resulta sorpresivo encontrarse con
parejas que quieren tener una ceremonia religiosa con estas condiciones, ya sea
por tradición, por costumbre, porque se ve bonito… Uno se da cuenta de que es
parte del paquete de bodas, una parte fundamental de la escenografía. Es muy
importante que la iglesia sea bonita, tenga valor artístico, que haya un buen
coro o un buen cuarteto de cuerdas, hermosos arreglos florales, y si el
sacerdote es guapo, mucho mejor. Todo eso lo puede planear puntillosamente el
wedding planner, de forma que todo esté a punto. ¿Puede planificar también la
acción del Espíritu Santo, la gracia del sacramento?
Hay muchos flecos del problema, lo cual lo hace a su vez
peliagudo e interesante, por lo que invito a la directa lectura del documento.
Pero sí propone una novedad. Ante el dilema de realizar una boda con
contrayentes no creyentes, san Juan
Pablo II eludía la cuestión de si había o no sacramento, recomendando en cambio
disuadir a los novios de realizarla. El presente documento va más allá de
esa recomendación pastoral y sugiere que la falta de fe “permite sostener la
existencia de serios reparos acerca de la existencia de un matrimonio
sacramental”. Por tanto “es conveniente
negar el sacramento del matrimonio a aquellos que lo soliciten con esas
condiciones, tal y como ya sostuviera San Juan Pablo II”
El documento rechaza dos posturas: el “automatismo
sacramental absoluto”, por el cual, ipso facto, dos bautizados que se casan
reciben el sacramento del matrimonio, y el “escepticismo sacramental elitista”,
es decir, señalar que cualquier grado de
ausencia de fe invalida el matrimonio. El segundo caso, además, sería
pastoralmente desastroso, pues, ¿quién puede establecer el grado de la fe de
las personas?, ¿quién puede estar seguro de tener suficiente fe? El mínimo de
fe imprescindible para que haya sacramento “reside en la intención de contraer
un verdadero matrimonio natural”, es decir, único, indisoluble, abierto a la
vida.
Agudamente observa el documento que, en ausencia de la fe,
se cambia el horizonte antropológico de referencia. La comprensión
culturalmente dominante acerca de lo que es el matrimonio es muy distinta de la
propuesta por la antropología cristiana. Dada
la ausencia de la fe, no se puede presuponer que las personas tienen la
intención de contraer matrimonio natural como lo entiende la Iglesia y por
ello cabe dudar con fundamento de que se realice efectivamente el sacramento.
Fuente: Zenit. Org.