22 de septiembre 2018.
Visita apostólica del santo Padre Francisco a Lituania. Tras visitar a
la Presidenta de Lituania en el Palacio Presidencia, el Papa Francisco
pronunció un discurso ante las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo
Diplomático en el que recordó los grandes sufrimientos que el pueblo lituano
sufrió en su historia: “detenciones, deportaciones, e incluso el martirio”. Sin
embargo, el Papa destacó que “este pueblo tiene un ‘alma’ fuerte que le
permitió resistir y construir”.
El Papa subrayó que “esta visita se desarrolla en un momento
particularmente importante de vuestra vida como nación al celebrarse los 100
años de la declaración de independencia”. “Celebrar los cien años de
independencia significa detenerse un poco en el tiempo, recuperar la memoria de
lo vivido para tomar contacto con todo aquello que los ha forjado como nación y
encontrar allí las claves que les permitan mirar los desafíos presentes, y
proyectarse hacia el futuro, en un clima de diálogo y de unidad con todos sus
habitantes, de manera que nadie quede excluido”, explicó. En este sentido,
destacó el carácter acogedor que la nación lituana ha mostrado a lo largo de la
historia: “Durante su historia, Lituania supo hospedar, acoger y recibir
pueblos de diversas etnias y religiones”.
“Todos han encontrado en estas tierras un lugar para vivir:
lituanos, tártaros, polacos, rusos, bielorrusos, ucranianos, armenios,
alemanes…; católicos, ortodoxos, protestantes, viejos católicos, musulmanes,
judíos…; han vivido juntos y en paz hasta que llegaron las ideologías
totalitarias que quebraron la capacidad de albergar y armonizar las diferencias
sembrando violencia y desconfianza”. Este rasgo histórico del pueblo lituano
puede servir, en opinión del Pontífice, como ejemplo para la solución de
diferentes controversias en el mundo de hoy.
“Mirando el escenario mundial –señaló– que nos toca vivir,
en el que crecen las voces que siembran división y enfrentamiento
(instrumentalizando muchas veces la inseguridad o los conflictos), o que
pregonan que la única manera posible de garantizar la seguridad y la
subsistencia de una cultura nace buscando eliminar, cancelar o expulsar a las
otras, vosotros lituanos tenéis una palabra autóctona que aportar: albergar las
diferencias”. Así, “por medio del diálogo, de la apertura y la comprensión
estas pueden convertirse en puente de unión entre el oriente y el occidente
europeo”. “Todos los conflictos que se presentan tienen soluciones duraderas
siempre y cuando se sustenten en el reconocimiento concreto de las personas,
especialmente de las más débiles y en el sentirse desafiados a ampliar la
mirada para reconocer un bien mayor que los beneficiará a todos” En este
sentido, “extraer fortaleza del pasado es prestar especial atención a los más
jóvenes, que no solo son el futuro, sino el presente de esta nación, siempre y
cuando permanezcan unidos a las raíces del pueblo”.
Es precisamente en el desarrollo de los jóvenes donde el
Papa situó la clave esencial para garantizar el futuro de los pueblos: “Un
pueblo donde los jóvenes encuentran espacios para desarrollarse y trabajar, les
ayudará sentirse protagonistas de la construcción del entramado social y
comunitario. Eso posibilitará a todos alzar la mirada con ilusión hacia el
mañana”, concluyó. Fuente: Aciprensa. Redacción. Foto capturada de Youtube
DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO ANTE LAS AUTORIDADES LITUANAS EN
EL PALACIO PRESIDENCIAL.
22 de septiembre 2018. El Papa Francisco pronunció su primer
discurso oficial en el viaje apostólico en Lituania, que comenzó este sábado 22
de septiembre, ante las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático,
en el Palacio Presidencial de Vilna.
En su discurso, el Santo Padre subrayó que la visita se
produce durante la celebración de los 100 años de independencia de Lituania y
recordó los muchos sufrimientos del pueblo lituano en este siglo. “Un siglo
marcado por múltiples pruebas y sufrimientos que han tenido que sobrellevar
(detenciones, deportaciones, incluso el martirio)”. “Celebrar los cien años de
independencia significa detenerse un poco en el tiempo, recuperar la memoria de
lo vivido para tomar contacto con todo aquello que los ha forjado como nación y
encontrar allí las claves que les permitan mirar los desafíos presentes, y
proyectarse hacia el futuro, en un clima de diálogo y de unidad con todos sus
habitantes, de manera que nadie quede excluido”.
Señora Presidenta,
Miembros del Gobierno y del Cuerpo Diplomático,
Representantes de la sociedad civil,
Distinguidas autoridades,
Señoras y señores:
Es motivo de alegría y esperanza
comenzar esta peregrinación por los Países Bálticos en tierra lituana que, como
le gustaba llamar a san Juan Pablo II, es «testimonio silencioso de un amor
apasionado por la libertad religiosa» (Discurso en la ceremonia de bienvenida,
Vilna, 4 septiembre 1993).
Le agradezco, señora Presidenta, las cordiales palabras de
bienvenida que me ha dirigido en nombre propio y de su pueblo. En usted quiero
saludar en primer lugar a todo el pueblo lituano que hoy me abre las puertas de
su hogar y de su patria. A todos vosotros mi afecto y sincero agradecimiento. Esta
visita se desarrolla en un momento particularmente importante de vuestra vida
como nación al celebrarse los 100 años de la declaración de independencia. Un
siglo marcado por múltiples pruebas y sufrimientos que han tenido que
sobrellevar (detenciones, deportaciones, incluso el martirio).
Celebrar los cien años de independencia significa detenerse
un poco en el tiempo, recuperar la memoria de lo vivido para tomar contacto con
todo aquello que los ha forjado como nación y encontrar allí las claves que les
permitan mirar los desafíos presentes, y proyectarse hacia el futuro, en un
clima de diálogo y de unidad con todos sus habitantes, de manera que nadie
quede excluido.
Cada generación está llamada a hacer suyas las luchas y los
logros pasados y honrar en su presente la memoria de sus mayores. No sabemos
cómo será el mañana; lo que sí sabemos es que a cada época le corresponde
conservar el “alma” que la construyó y ayudó a transformar toda situación de
dolor e injusticia en oportunidad, además de conservar viva y eficaz la raíz
que dio los frutos de hoy.
Este pueblo tiene un “alma” fuerte que le permitió resistir
y construir. Y así dice vuestro himno nacional: «Que tus hijos desde el pasado
extraigan fortaleza» para mirar el presente con valentía. «Que tus hijos
extraigan fortaleza del pasado»
Durante su historia, Lituania supo hospedar, acoger y
recibir pueblos de diversas etnias y religiones. Todos han encontrado en estas
tierras un lugar para vivir: lituanos, tártaros, polacos, rusos, bielorrusos,
ucranianos, armenios, alemanes…; católicos, ortodoxos, protestantes, viejos
católicos, musulmanes, judíos…; han vivido juntos y en paz hasta que llegaron
las ideologías totalitarias que quebraron la capacidad de albergar y armonizar
las diferencias sembrando violencia y desconfianza. Extraer fuerzas del pasado
es recuperar la raíz y mantener siempre vivo lo más auténtico y original que
vive en vosotros y que os ha permitido crecer y no sucumbir como nación: la
tolerancia, la hospitalidad, el respeto y la solidaridad.
Mirando el escenario mundial que nos toca vivir, en el que
crecen las voces que siembran división y enfrentamiento —instrumentalizando
muchas veces la inseguridad o los conflictos— o que pregonan que la única
manera posible de garantizar la seguridad y la subsistencia de una cultura nace
buscando eliminar, cancelar o expulsar a las otras, vosotros lituanos tenéis
una palabra autóctona que aportar: “albergar las diferencias”.
Por medio del diálogo, de la apertura y la comprensión estas
pueden convertirse en puente de unión entre el oriente y el occidente europeo.
Este puede ser el fruto de una historia madura, que como pueblo ofrecéis a la
comunidad internacional y en particular a la Unión Europea. Vosotros habéis
sufrido en “carne propia” los intentos de imponer un modelo único, que anulase
lo diverso con la pretensión de creer que los privilegios de algunos pocos
estén por encima de la dignidad de los otros o del bien común.
Bien lo señaló Benedicto XVI: «Desear el bien común y
esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad. […] Se ama al prójimo
tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda
también a sus necesidades reales» (Carta enc. Caritas in veritate, 7). Todos
los conflictos que se presentan tienen soluciones duraderas siempre y cuando se
sustenten en el reconocimiento concreto de las personas, especialmente de las
más débiles y en el sentirse desafiados a «ampliar la mirada para reconocer un
bien mayor que los beneficiará a todos» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 235).
En este sentido, extraer fortaleza del pasado es prestar
especial atención a los más jóvenes, que no solo son el futuro, sino el
presente de esta nación, siempre y cuando permanezcan unidos a las raíces del
pueblo. Un pueblo donde los jóvenes encuentran espacios para desarrollarse y
trabajar, les ayudará sentirse protagonistas de la construcción del entramado
social y comunitario. Eso posibilitará a todos alzar la mirada con ilusión
hacia el mañana.
La Lituania que soñáis se juega en la búsqueda incansable
por promover todo tipo de políticas que incentiven la participación activa de
los más jóvenes en la sociedad. Sin duda, eso será semilla de esperanza, puesto
que portará a un dinamismo en el que el “alma” de este pueblo seguirá gestando
hospitalidad: hospitalidad hacia el extranjero, hospitalidad hacia los jóvenes,
hacia los ancianos, hacia el pobre, en definitiva, hospitalidad al porvenir. Le
aseguro señora Presidenta que pueden contar —como hasta ahora— con el esfuerzo
y el trabajo mancomunado de la Iglesia católica, para que esta tierra pueda
cumplir su vocación de ser tierra puente de comunión y esperanza. Fuente:
Aciprensa. Redacción.