15 de septiembre 2018. El Papa Francisco lanzó en Palermo,
Sicilia, un duro alegato contra la mafia y sus crímenes, y advirtió que los cristianos
no pueden ser mafiosos. En la homilía de la Misa que presidió en el Foro
Itálico de Palermo, este sábado 15 de septiembre, en la memoria litúrgica del
Beato Sacerdote Giuseppe “Pino” Puglisi, asesinado por la mafia siciliana hace
25 años, el Santo Padre dedicó duras palabras a la mafia: “No se puede creer en
Dios y ser mafioso”. “Quien es mafioso no vive como cristiano, porque blasfema
con la vida el nombre de Dios-amor.
Hoy tenemos necesidad de hombres de amor,
no de hombres de honor; de servicio, no de opresión; de caminar juntos, no de
perseguir el poder”, subrayó.
El Papa insistió: “Si la letanía mafiosa es: ‘tú no sabes
quién soy yo’, la oración cristiana es: ‘Señor, ayúdame a amar’”. “Por ello, a
los mafiosos les digo: ¡Cambiad! Dejad de pensar en vosotros mismos y en vuestro
dinero. ¡Convertíos al verdadero Dios de Jesucristo! De otro modo, vuestra vida
quedará perdida y será el peor de los fracasos”. En su homilía, el Pontífice
invocó constantemente la memoria del Beato Padre Pino, de quien destacó el
poder de su sonrisa.
Francisco recordó que el Beato Pino dio su vida por los
demás, y afirmó que “hoy estamos llamados a elegir de qué parte estamos: o
vivir para uno mismo o dar la vida. Solo dando la vida se derrota al mal”. Francisco
puso de ejemplo la vida de Don Pino: “No vivía para hacerse ver, no vivía del
apellido ‘anti-mafia’, y menos aún se contentaba con no hacer ningún mal, sino
que sembraba el bien”. Su lógica de vida, “parecía una lógica perdedora,
mientras que parecía victoriosa la lógica del monedero. Sin embargo, el Padre
Pino tenía razón: la lógica del dios-dinero es perdedora”. “Hace 25 años,
cuando murió aquel día de su cumpleaños, coronó su victoria con la sonrisa, con
aquella sonrisa que no deja dormir de noche a su asesino, el cual decía: ‘había
una especia de luz en aquella sonrisa’”. Señaló que “el Padre Pino estaba
indefenso, pero su sonrisa transmitía la fuerza de Dios: no era un resplandor
cegador, sino una luz gentil que excava dentro e ilumina el corazón. Es la luz
del amor, de la entrega, del servicio”.
Como el Padre Pino, hoy “tenemos necesidad de muchos
sacerdotes de la sonrisa, de cristianos de la sonrisa, no para que se tomen las
cosas a la ligera, sino porque únicamente son ricos en la alegría de Dios,
porque creen en el amor y viven para servir. Es dando la vida como se encuentra
la alegría, porque hay más alegría en el dar que en el recibir”. “Don Pino
sabía que se arriesgaba, pero sobre todo sabía que el verdadero peligro en la
vida no es arriesgarse, es vivir en la comodidad. Dios nos libera de vivir a la
baja, contentándonos con medias verdades. Dios nos libera de una vida pequeña.
Nos libera de pensar que todo va bien su a mí me va bien. Nos libera de
creernos justos si no hacemos nada para contrarrestar la injusticia. Nos libera
de creernos buenos sólo porque no hacemos ningún mal”.
Con el ejemplo del Padre Pino como referencia, el Papa
reflexionó sobre los conceptos de “victoria” y “derrota” y las contrapuso a
otros dos conceptos: “amor” y “egoísmo”. “Según Jesús, quien vive para sí mismo
no es que pierda algo, sino que pierde la vida entera; mientras que quien se
entrega a los demás encuentra el sentido de la vida y vence”. “El egoísta
piensa en sanar su propia vida y se apega a las cosas, al dinero, al poder, al
placer. Entonces, el diablo se encuentra las puertas abiertas. Le hace creer
que todo va bien, pero en realidad el corazón se adormece. Este camino siempre
termina mal: al final sólo queda el dinero con el vacío interior”.
Además, advirtió del gran espejismo “del dinero y del poder
que no liberan al hombre, sino que lo hacen esclavo”. Destacó que “Dios no
emplea el poder para resolver nuestros males y los del mundo. Su camino es
siempre el del amor humilde: sólo el amor libera por dentro, da paz y alegría”.
Por este motivo, “el verdadero poder, el poder según Dios, es el servicio. Y la
voz más fuerte no es la de aquel que grita más, sino la oración. Y el triunfo
más grande no es la propia fama, sino el propio testimonio”. Fuente: Aciprensa.
Redacción. Imagen de Daniel Ibañez Aciprensa.