24 de septiembre de 2018

UNA LIBERTAD SE SOSTIENE CON UN DESARROLLO INTEGRAL


24 de septiembre 2018. “Una libertad se sostiene con un desarrollo integral. Tras visitar al Presidente de la República de Letonia, el Papa Francisco inició su agenda oficial en este país báltico con un discurso pronunciado ante las autoridades civiles, la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático en el que destacó los 100 años que se cumplen de la independencia del país. Al igual que Lituania, Letonia celebra el centenario de su independencia: “momento significativo para la vida de toda la sociedad. Vosotros conocéis muy bien el precio de esta libertad que habéis tenido que conquistar y reconquistar. Una libertad hecha posible gracias a las raíces que os constituyen”.

 “La celebración del centenario –dijo el Santo Padre– recuerda la importancia de seguir apostando por la libertad y la independencia de Letonia, que ciertamente son un don, pero también una tarea que implica a todos. Trabajar por la libertad es comprometerse por un desarrollo integral e integrador de las personas y de la comunidad”. Como hizo en Lituania, el Papa recordó “las duras pruebas sociales, políticas, económicas y también espirituales” que sufrió el pueblo letón a lo largo de su historia. “Pero hoy”, aseguró con esperanza el Pontífice, Letonia “se ha convertido en uno de los principales centros culturales, políticos y portuarios de la región”.

El Papa atribuyó a la capacidad del pueblo letón de mirar hacia nuevos horizontes la reconstrucción del país: “Sin esa capacidad de mirar hacia arriba, de apelar a horizontes más altos que nos recuerden esa ‘dignidad trascendente’ de la que todos los seres humanos estamos formados, la reconstrucción de vuestra nación no hubiera sido posible”. “Esa capacidad espiritual de mirar más allá, y que se hace concreta en pequeños y cotidianos gestos de solidaridad, compasión y auxilio mutuo, los ha sostenido y, a su vez, les ha dado la creatividad necesaria para generar nuevas dinámicas sociales frente a todos los intentos reduccionistas y de exclusión que siempre amenazan el tejido social”.

En su discurso, el Santo Padre también pronunció palabras de contenido ecuménico: “Me alegra saber que en el corazón de las raíces que constituyen esta tierra se encuentra la Iglesia Católica, en un trabajo de plena colaboración con las otras Iglesias cristianas, lo cual es signo de cómo es posible desarrollar una comunión en las diferencias”. Finalmente, el Papa recordó que el índice de desarrollo humano se mide “en la capacidad de promover estrategias que sean realmente eficaces y estén más centradas en los rostros concretos de estas familias, ancianos, niños y jóvenes, que en el primado de la economía sobre la vida”. También “en la capacidad de generar fuentes de trabajo para que nadie necesite desarraigarse por construir su futuro” y en “la capacidad de crecer y multiplicarse”. “El desarrollo de las comunidades no se produce únicamente, y menos se mide, por la capacidad de bienes o recursos que se posean, sino por las ganas que se tenga de engendrar vida y crear futuro. Esto solo es posible en la medida que haya arraigo en el pasado, creatividad en el presente y confianza y esperanza en el mañana. Y se mide en la capacidad de entrega y de apuesta tal como las generaciones pasadas nos supieron testimoniar”, concluyó. Fuente: Aciprensa. Redacción

LA UNIDAD A LA QUE CRISTO NOS LLAMA
ES UNA UNIDAD EN CLAVE MISIONERA
Encuentro Papa Francisco en la catedral evangélica luterana
En Letonia.

El Papa Francisco hizo un llamado a la unidad de los cristianos para hacer frente a la secularización que lleva al creyente a pasar de “cristiano residente a turista”. En un encuentro ecuménico celebrado en la Catedral Evangélica Luterana de Riga, Letonia, este lunes 24 de septiembre durante el viaje apostólico que el Pontífice está realizando por los países bálticos, el Santo Padre señaló que el único camino posible para todo ecumenismo se encuentra “en la cruz del sufrimiento”. Del sufrimiento “de tantos jóvenes, ancianos y niños expuestos muchas veces a la explotación, al sin sentido, a la falta de oportunidades y a la soledad”.

En este sentido, invitó a dejar de mirar al pasado: “La misión hoy nos sigue pidiendo y reclamando la unidad, es la misión la que nos exige dejar de mirar las heridas del pasado o toda actitud autorreferencial para centrarnos en la oración del Maestro”: “Que todos sean uno, para que el mundo crea”. El Papa rechazó toda “actitud de encierro, de defensa e incluso de resignación” ante las dificultades: pérdida de influencia, secularismo individualismo… “No podemos dejar de reconocer que ciertamente no son tiempos fáciles, especialmente para muchos hermanos nuestros que hoy viven en su carne el destierro e inclusive el martirio a causa de la fe”, reconoció. “Pero su testimonio nos lleva a descubrir que el Señor nos sigue llamando e invitando a vivir el evangelio con alegría, gratitud y radicalidad”.

Frente a esa actitud negativa y pesimista recordó: “El Señor nos dará la fuerza para hacer de cada tiempo, de cada momento, de cada situación una oportunidad de comunión y reconciliación con el Padre y con nuestros hermanos, especialmente con aquellos que hoy son considerados inferiores o material de descarte”. “Si Cristo nos consideró dignos de hacer sonar la melodía del evangelio, ¿dejaremos de hacerlo?”, señaló. El Papa finalizó su discurso recordando que “la unidad a la que el Señor nos llama es una unidad siempre en clave misionera, que nos pide salir y llegar al corazón de nuestros pueblos y culturas, a la sociedad posmoderna en la que vivimos”. Fuente: Aciprensa. Redacción.


Discurso del Papa Francisco
Ante las autoridades de Letonia
“El desarrollo se produce por las ganas de engendrar vida y crear futuro.”

Al comienzo de su segunda etapa en el viaje apostólico por los países bálticos, el Papa Francisco mantuvo un encuentro con las autoridades civiles, sociedad civil y cuerpo diplomático de Letonia.

En su discurso, el Santo Padre reflexionó sobre la libertad, con motivo de las celebraciones del centenario de la independencia de Letonia, y la importancia del desarrollo humano integral para mantenerla.

“El desarrollo de las comunidades no se produce únicamente, y menos se mide, por la capacidad de bienes o recursos que se posean, sino por las ganas que se tenga de engendrar vida y crear futuro. Esto solo es posible en la medida que haya arraigo en el pasado, creatividad en el presente y confianza y esperanza en el mañana. Y se mide en la capacidad de entrega y de apuesta tal como las generaciones pasadas nos supieron testimoniar”.

Señor Presidente,
Miembros del Gobierno y autoridades,
Miembros del Cuerpo Diplomático y de la sociedad civil, queridos amigos todos:

Agradezco, señor Presidente, sus amables palabras de bienvenida así como la invitación que me hizo para visitarlos durante el encuentro que mantuvimos en el Vaticano. Es motivo de alegría poder estar por primera vez en Letonia y en esta ciudad que, como todo vuestro país, ha estado marcada por duras pruebas sociales, políticas, económicas y también espirituales —fruto de las divisiones y conflictos del pasado—, pero que hoy se ha convertido en uno de los principales centros culturales, políticos y portuarios de la región. Vuestros representantes del ámbito de la cultura y del arte y, en particular, del mundo musical son bien conocidos fuera de vuestras fronteras.

También lo he podido apreciar a mi llegada en el aeropuerto. De ahí creo que pueden aplicarse bien las palabras del salmista: «Cambiaste mi luto en danza» (Sal 30,12). Letonia, tierra de las “dainas”, ha sabido cambiar su luto y dolor en canto y danza y se ha esforzado en transformarse en lugar de diálogo y de encuentro, de convivencia pacífica que busca mirar hacia adelante.

Celebráis los 100 años de vuestra independencia, momento significativo para la vida de toda la sociedad. Vosotros conocéis muy bien el precio de esta libertad que habéis tenido que conquistar y reconquistar. Una libertad hecha posible gracias a las raíces que os constituyen, como le gustaba recordar a Zenta Maurina que ha inspirado a tantos de vosotros: «Mis raíces están en el cielo».

Sin esa capacidad de mirar hacia arriba, de apelar a horizontes más altos que nos recuerden esa «dignidad trascendente» de la que todos los seres humanos estamos formados (cf. Discurso al Parlamento Europeo, 25 noviembre 2014), la reconstrucción de vuestra nación no hubiera sido posible. Esa capacidad espiritual de mirar más allá, y que se hace concreta en pequeños y cotidianos gestos de solidaridad, compasión y auxilio mutuo, los ha sostenido y, a su vez, les ha dado la creatividad necesaria para generar nuevas dinámicas sociales frente a todos los intentos reduccionistas y de exclusión que siempre amenazan el tejido social.

Me alegra saber que en el corazón de las raíces que constituyen esta tierra se encuentra la Iglesia Católica, en un trabajo de plena colaboración con las otras Iglesias cristianas, lo cual es signo de cómo es posible desarrollar una comunión en las diferencias. Realidad que ocurre cuando las personas se animan a ir más allá de la superficie conflictiva y se miran en su dignidad más profunda.

Así, podemos afirmar que cada vez que las personas y las comunidades aprendemos a apuntar más alto de nosotros mismos y de nuestros intereses particulares, la comprensión y el compromiso mutuo se transforman en solidaridad; la cual, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierte en un modo de hacer la historia, en un ámbito donde los conflictos, las tensiones e incluso los que se podrían haber considerados opuestos en el pasado, pueden alcanzar una unidad multiforme que engendra nueva vida (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 228).

Así como nutrió la vida de vuestro pueblo, hoy el Evangelio puede seguir abriendo caminos para afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias y especialmente fomentando la común-unión entre todos. La celebración del centenario recuerda la importancia de seguir apostando por la libertad y la independencia de Letonia, que ciertamente son un don, pero también una tarea que implica a todos. Trabajar por la libertad es comprometerse por un desarrollo integral e integrador de las personas y de la comunidad.

Si hoy se puede hacer fiesta es gracias a tantos que han abierto caminos, puertas, futuro, y les han dejado en herencia la misma responsabilidad: abrir futuro poniendo la mirada en que todo esté al servicio de la vida, generando vida. Y en este sentido, al finalizar este encuentro, iremos hacia el Monumento de la Libertad donde estarán presentes niños, jóvenes y familias.

Ellos nos recuerdan que «la maternidad» de Letonia —analogía sugerida por el lema de este viaje— encuentra eco en la capacidad de promover estrategias que sean realmente eficaces y estén más centradas en los rostros concretos de estas familias, ancianos, niños y jóvenes, que en el primado de la economía sobre la vida. La “maternidad” de Letonia se manifiesta también en la capacidad de generar fuentes de trabajo para que nadie necesite desarraigarse por construir su futuro.

El índice de desarrollo humano también se mide por la capacidad de crecer y multiplicarse. El desarrollo de las comunidades no se produce únicamente, y menos se mide, por la capacidad de bienes o recursos que se posean, sino por las ganas que se tenga de engendrar vida y crear futuro.

Esto solo es posible en la medida que haya arraigo en el pasado, creatividad en el presente y confianza y esperanza en el mañana. Y se mide en la capacidad de entrega y de apuesta tal como las generaciones pasadas nos supieron testimoniar. Señor Presidente, amigos todos: Comienzo aquí mi peregrinación por esta tierra, pidiéndole a Dios que siga acompañando, bendiciendo y haciendo próspera la labor de vuestras manos para esta nación. Fuente: Aciprensa. Redacción.


Encuentro del Papa Francisco
Catedral de Santiago de Riga en Letonia
“Ni el régimen Nazi, ni el soviético, apagó la fe en vuestros corazones”

El Papa Francisco mantuvo un encuentro con la comunidad católica en la Catedral de Santiago de Riga, Letonia, y destacó la resistencia de la fe cristiana de los letones frente a los intentos de los regímenes nazi y soviético por apagarla. Ante los fieles católicos presentes en la catedral, entre los que había algunos antiguos combatientes de la II Guerra Mundial y supervivientes al nazismo y al comunismo, el Santo Padre recordó las duras pruebas a las que fue sometido el pueblo letón.

“Vosotros aquí presentes habéis sido sometidos a toda clase de pruebas: el horror de la guerra, y después la represión política, la persecución y el exilio, como bien ha descrito vuestro arzobispo”. Sin embargo, “habéis sido constantes, habéis perseverado en la fe. Ni el régimen nazi, ni el soviético apagó la fe en vuestros corazones y, en algunos de vosotros, incluso, no os hizo desistir de entregaros a la vida sacerdotal o religiosa, a ser catequistas, y a múltiples servicios eclesiales que ponían en riesgo la vida; habéis combatido el buen combate, estáis por concluir la carrera, y habéis conservado la fe”.

El Papa se dirigió a los ancianos y reconoció que “muchas veces os veis relegados”. “Aunque suene paradójico, hoy, en nombre de la libertad, los hombres libres someten a los ancianos a la soledad, al ostracismo, a la falta de recursos, a la exclusión, y hasta a la miseria”. En su discurso, reflexionó sobre los dos significados que el apóstol Santiago atribuía a la palabra “paciencia”: “soportar pacientemente y esperar pacientemente”. “Os animo a que seáis también vosotros, en medio de vuestras familias y de vuestra patria, ejemplo de estas actitudes: soportar y esperar, las dos llenas de paciencia”, invitó. De esa manera “continuaréis a construir vuestro pueblo. Vosotros, que habéis transitado muchos tiempos, sed testimonio vivo de tesón en la adversidad, pero también del don de profecía, que recuerda a las jóvenes generaciones que el cuidado y protección de los que nos antecedieron es querido y valorado por Dios, y que clama a Dios cuando es desoído”.

“Vosotros, que habéis transitado muchas épocas, no os olvidéis de que sois raíces de un pueblo, raíces de retoños jóvenes que deben florecer y dar frutos; defended esas raíces, mantenedlas vivas”, finalizó.


Oración ecuménica del Papa Francisco
En la catedral evangélica luterana de Riga, Letonia.
“La unidad es la que nos llama el Señor en clave misionera”

El Papa Francisco presidió una oración ecuménica en la Catedral Evangélica Luterana de Riga, Letonia, este lunes 24 de septiembre durante la cual hizo un llamado a la unidad de los cristianos para hacer frente a los retos que plantea el secularismo. En su discurso, el Santo Padre habló de una unidad en clave misionera y recordó que el único camino posible para todo ecumenismo se encuentra “en la cruz del sufrimiento”. “La unidad a la que el Señor nos llama es una unidad siempre en clave misionera, que nos pide salir y llegar al corazón de nuestros pueblos y culturas, a la sociedad posmoderna en la que vivimos”.

Texto completo del discurso del Papa Francisco:

Me alegra poder encontrarme con vosotros, en esta tierra que se caracteriza por realizar un camino de reconocimiento, colaboración y amistad entre las diversas iglesias cristianas, que han logrado generar unidad manteniendo la riqueza y la singularidad que les es propia. Me animaría a decir que es “un ecumenismo vivo”, siendo una de las características particulares de Letonia. Sin ninguna duda, una razón para la esperanza y la acción de gracias.

Gracias al señor arzobispo Jānis Vanags por abrirnos las puertas de esta casa para realizar este encuentro de oración. Casa catedral que por más de 800 años alberga la vida cristiana de esta ciudad; testimonio fiel de tantos hermanos nuestros que se han acercado para adorar, rezar, sostener la esperanza en tiempos de sufrimiento y tomar coraje para enfrentar tiempos de mucha injusticia y sufrimiento.

Hoy nos hospeda para que el Espíritu Santo siga tejiendo artesanalmente lazos de comunión entre nosotros y, así, volvernos también nosotros artesanos de unidad en nuestros pueblos, haciendo que nuestras diferencias no se conviertan en división. Dejemos que el Espíritu Santo nos revista con las armas del diálogo, del entendimiento, de la búsqueda del reconocimiento mutuo y de la fraternidad (cf. Ef 6,13-18).

En esta catedral se encuentra uno de los órganos más antiguos de Europa, y que fue el más grande del mundo en el tiempo de su inauguración. Podemos imaginar cómo acompañó la vida, la creatividad, la imaginación y la piedad de todos aquellos que se dejaban acariciar por su melodía.

Ha sido instrumento de Dios y de los hombres para elevar la mirada y el corazón. Hoy es un emblema de esta ciudad y de esta catedral. Para el “residente” en este lugar significa más que un órgano monumental, es parte de su vida, de su tradición, de su identidad.

En cambio, para un turista, es lógicamente una pieza más de arte a conocer y fotografiar. Y ese es uno de los peligros que siempre se corre: pasar de residentes a turistas. Hacer de aquello que nos identifica una pieza del pasado, una atracción turística y de museo que recuerda las gestas de antaño, de alto valor histórico, pero que ha dejado de movilizar el corazón de aquellos que lo escuchan.

Con la fe nos puede pasar exactamente lo mismo. Podemos dejar de sentirnos cristianos residentes para volvernos turistas. Es más, podríamos afirmar que toda nuestra tradición cristiana puede correr la misma suerte: quedar reducida a una pieza del pasado que, encerrada en las paredes de nuestros templos, deja de entonar una melodía capaz de movilizar e inspirar la vida y el corazón de aquellos que la escuchan. Sin embargo, como afirma el evangelio que hemos escuchado, nuestra fe no es para ocultarla sino para darla a conocer y hacerla resonar en diferentes ámbitos de la sociedad, para que todos puedan contemplar su belleza y ser iluminados con su luz (cf. Lc 11,33).

Si la música del evangelio deja de ejecutarse en nuestra vida y se convierte en una bella partitura del pasado, dejará de romper las monotonías asfixiantes que impiden movilizar la esperanza, volviendo así estériles todos nuestros esfuerzos. Si la música del evangelio deja de vibrar en nuestras entrañas, habremos perdido la alegría que brota de la compasión, la ternura que nace de la confianza, la capacidad de reconciliación que encuentra su fuente en sabernos siempre perdonados-enviados. Si la música del evangelio deja de sonar en nuestras casas, en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía, habremos apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer, sea cual sea su proveniencia, encerrándonos en “lo mío”, olvidándonos de “lo nuestro”: la casa común que nos atañe a todos. Si la música del evangelio deja de sonar, habremos perdido los sonidos que conducirán nuestras vidas al cielo, encerrándonos en uno de los peores males de hoy en día: la soledad y el aislamiento. Esa enfermedad que nace en quien no tiene vínculos, y que puede verse en los ancianos abandonados a su destino, como también en los jóvenes sin puntos de referencia y de oportunidades para el futuro (cf. Discurso al Parlamento Europeo, 25 noviembre 2014).

Padre, «que todos sean uno, […] para que el mundo crea» (Jn 17,21). Estas palabras siguen resonando con fuerza en medio nuestro, gracias a Dios. Es Jesús que antes de su entrega reza al Padre. Es Jesucristo que, mirando de frente su cruz y la cruz de tantos hermanos nuestros, no deja de implorar al Padre. Es el susurro de esta oración la que nos marca el sendero y nos indica el camino a seguir.

Sumergidos en su oración, como creyentes en él y en su Iglesia, deseando la comunión de gracia que el Padre tiene desde toda la eternidad (cf. Juan Pablo II, Enc. Ut unum sint, 9), encontramos el único camino posible para todo ecumenismo: en la cruz del sufrimiento de tantos jóvenes, ancianos y niños expuestos muchas veces a la explotación, al sin sentido, a la falta de oportunidades y a la soledad. Mirando Jesús a su Padre y a nosotros sus hermanos no deja de implorar: que todos sean uno.

La misión hoy nos sigue pidiendo y reclamando la unidad, es la misión la que nos exige dejar de mirar las heridas del pasado o toda actitud autorreferencial para centrarnos en la oración del Maestro. Es la misión la que reclama que la música del evangelio no deje de sonar en nuestras plazas. Algunos pueden llegar a decir: son tiempos difíciles y complejos los que nos tocan vivir. Otros pueden llegar a pensar que, en nuestras sociedades, los cristianos tienen cada vez menos márgenes de acción o de influencia debido a un sinfín de componentes como puede ser el secularismo o las lógicas individualistas. Esto nos puede conducir a una actitud de encierro, de defensa, e incluso de resignación. No podemos dejar de reconocer que ciertamente no son tiempos fáciles, especialmente para muchos hermanos nuestros que hoy viven en su carne el destierro e inclusive el martirio a causa de la fe.

Pero su testimonio nos lleva a descubrir que el Señor nos sigue llamando e invitando a vivir el evangelio con alegría, gratitud y radicalidad. Si Cristo nos consideró dignos de vivir en estos tiempos, en esta hora —la única que tenemos—, no podemos dejarnos vencer por el miedo ni dejarla pasar sin asumirla con la alegría de la fidelidad.

El Señor nos dará la fuerza para hacer de cada tiempo, de cada momento, de cada situación una oportunidad de comunión y reconciliación con el Padre y con nuestros hermanos, especialmente con aquellos que hoy son considerados inferiores o material de descarte. Si Cristo nos consideró dignos de hacer sonar la melodía del evangelio, ¿dejaremos de hacerlo La unidad a la que el Señor nos llama es una unidad siempre en clave misionera, que nos pide salir y llegar al corazón de nuestros pueblos y culturas, a la sociedad posmoderna en la que vivimos, «allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas [para] alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del alma de las ciudades» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 74). Lograremos realizar esta misión ecuménica si nos dejamos empapar por el Espíritu de Jesucristo que es capaz de «romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende siempre con su constante creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del evangelio brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual» (ibíd., 11).

Queridos hermanos: Que siga sonando entre nosotros la música del evangelio, que no deje de sonar lo que permite que nuestro corazón siga soñando y mirando la vida plena a la que el Señor nos llama a todos: a ser sus discípulos misioneros en medio del mundo que nos toca vivir. Fuente: Aciprnesa. Redacción.