6 de septiembre 2018. En la Misa que presidió a primera hora
de la mañana, el Papa Francisco habló de la importancia de reconocerse pecador
y dio algunas claves para acudir bien al Sacramento de la Confesión. En la
capilla de la Casa Santa Marta, comentó el Evangelio de Lucas en el que Jesús
pide a Pedro subir a la barca, y después de predicar, lo invita a echar las
redes y se produce una pesca milagrosa. Francisco destacó que Jesús cambia el
nombre de Simón a Pedro, y “se sentía orgulloso porque de verdad amaba a
Jesús”.
Recordó las palabras de Pedro que dijo: “Señor, aléjate de
mí porque soy un pecador”. “Este es el primer paso decisivo de Pedro en el
camino del discipulado, de discípulo de Jesús, acusarse a sí mismo: ‘soy un
pecador’. El primer paso de Pedro es este y también el primer paso de cada uno
de nosotros, si se quiere seguir en la vida espiritual, en la vida de Jesús,
servir a Jesús, seguir a Jesús, debe ser esto, acusarse a sí mismo: sin acusarse
a sí mismo no se puede caminar en la vida cristiana”.
El Papa reconoció que “no es fácil”. “Estamos muy
acostumbrados a decir: ‘soy un pecador’, pero de la misma manera que decimos:
‘soy humano’ o ‘soy ciudadano italiano’. Acusarse a sí mismo es sentir la
propia miseria: ‘sentirse miserable’, mísero, ante el Señor. Se trata de sentir
vergüenza. Es algo que no se hace de palabra, sino con el corazón, es decir, es
una experiencia concreta como cuando Pedro pide a Jesús alejarse de él
pecador”. La salvación que “nos lleva a Jesús” “no es una cosa cosmética”,
remarcó. “Hay gente que vive hablando mal de los demás, acusando a los otros, y
nunca piensa en sí mismo, y cuando voy a confesarme… ¿cómo me confieso?, ¿Cómo,
los loros?”. “Bla, bla, bla. He hecho esto, esto…” Pero, ¿te toca el corazón lo
que has hecho? Muchas veces no. Vas allí a maquillarte un poco para salir
guapo. Pero no ha entrado en tu corazón completamente, porque no has dejado
espacio, porque no has sido capaz de acusarte a ti mismo”.
El Obispo de Roma explicó que “una señal de que una persona
no sabe, de que un cristiano no se sabe acusar a sí mismo es cuando está
acostumbrado a acusar a los demás, a hablar mal de los otros, a meter sus narices
en la vida de los otros”. “Es una mala señal”, dijo. “¿Yo hago esto? Es una
buena pregunta para llegar al corazón. Pidamos hoy al Señor la gracia, la
gracia de encontrarnos delante a Él con este estupor que da su presencia y la
gracia de sentirnos pecadores, pero concretos y decir como Pedro: ‘aléjate de mí
porque soy un pecador’”. Fuente: Aciprensa. Evangelio Lucas 5, 1-11.