25 de febrero 2019. El Papa Francisco advirtió este lunes de
los riesgos que entraña un desarrollo tecnológico sin ética, donde se pone al hombre al servicio de la tecnología.
El Santo Padre realizó esta advertencia durante la audiencia que concedió en el
Vaticano a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Academia Pontificia
para la Vida que tiene lugar hasta el 27 de febrero con el tema “Roboética.
Personas, máquinas y salud”. En su discurso, el Papa llamó la atención sobre la
“dramática paradoja” de que “precisamente cuando la humanidad cuenta con la
capacidad científica y técnica de lograr un bienestar equitativamente
generalizado, según el mandato de Dios, observamos en cambio una exacerbación
de los conflictos y un aumento de la desigualdad”.
Sin embargo, “la evolución actual de la capacidad técnica
produce un hechizo peligroso: en lugar de entregar a la vida humana las
herramientas que mejoran su cuidado, existe
el riesgo de dar vida a la lógica de los dispositivos que deciden su valor”. “Vemos, desafortunadamente, los graves daños
causados al planeta, nuestra casa común, por el uso indiscriminado de medios
técnicos”. Por eso, “la bioética global es un frente importante en el cual
comprometerse. Expresa la toma de conciencia del profundo impacto de los
factores ambientales y sociales en la salud y la vida”. Sobre riesgos más concretos, citó, por
ejemplo, el recurso al concepto de “inteligencia
artificial”, que “puede ser engañosa”. Ese término oculta el hecho de que
“los automatismos funcionales siguen estando cualitativamente distantes de las
prerrogativas humanas del saber y del actuar. Y por lo tanto pueden llegar a
ser socialmente peligrosos”.
Además, “el riesgo de que el hombre sea ‘tecnologizado’, en lugar de la técnica humanizada, ya
es real: a las llamadas ‘máquinas inteligentes’ se atribuyen apresuradamente
las capacidades que son propiamente humanas”. “Necesitamos entender mejor qué
significan, en este contexto, la inteligencia, la conciencia, la emocionalidad,
la intencionalidad afectiva y la autonomía de la acción moral. Los dispositivos artificiales que simulan
las capacidades humanas, en realidad, carecen de calidad humana. Hay que
tenerlo en cuenta para orientar su regulación de uso y la investigación misma,
hacia una interacción constructiva y equitativa entre los seres humanos y las
últimas versiones de las máquinas”. Por último, advirtió también las graves
cuestiones éticas que plantean “las tecnologías para la manipulación del
patrimonio genético y de las funciones cerebrales”. Fuente: Aciprensa.
Redacción.