10 de febrero 2019. Conferencia
Episcopal de Colombia. Mensaje al pueblo colombiano. Los obispos de la Iglesia
Católica en Colombia, que vivimos nuestro ministerio insertos en nuestras
comunidades, compartiendo con ellas alegrías y penas, hemos celebrado nuestra
CVII Asamblea Plenaria del 4 al 8 de febrero, con el propósito de profundizar
en la dimensión social de la Evangelización. Inspirados en el Evangelio y en la
Doctrina Social de la Iglesia, vivimos la tarea evangelizadora que se dirige a
la totalidad de la realidad humana. Como nos lo recuerda el Papa Francisco, la
misión de la Iglesia “implica y exige una promoción integral de cada ser
humano.
No se puede decir que la religión debe recluirse en el ámbito privado y
que está sólo para preparar las almas para el cielo. Sabemos que Dios quiere la
felicidad de sus hijos también en esta tierra...” (EG, 182).
Queremos compartir,
con los fieles católicos y con todo el pueblo colombiano, algunos puntos de
nuestra reflexión.
Perseverar en la
construcción de la reconciliación y de la paz Para seguir caminando hacia la
reconciliación y la paz, es necesario que asumamos la cultura del encuentro,
que nos permite abrirnos a todos los colombianos. aceptar las diferencias y
desactivar los odios y las venganzas. Esta cultura del encuentro se fundamenta
en la defensa de la vida, de toda vida, y en el rechazo del imperio nefasto de
la muerte que se refleja especialmente en el terrorismo. en las diversas formas
de violencia -incluso en las familias-, en el narcotráfico. en la inseguridad
que se ha empoderado de los campos y las ciudades. Toda vida humana es sagrada
y tiene una misión importante: rechazamos, por tanto, el asesinato de los
líderes que ha enlutado casi todo el territorio nacional.
Invitamos a la
guerrilla del ELN a una seria reflexión sobre sus graves acciones, con las
cuales ha herido profundamente al pueblo colombiano y. sobre ha roto el
horizonte de confianza y de paz. Por eso, pedimos a esta guerrilla
manifestaciones inequívocas de su voluntad de paz: abandonen las armas, súmense
al esfuerzo de tantos hermanos que han dejado el camino de violencia y se
integran a la lucha por una paz verdadera.
A las organizaciones
armadas ilegales las exhortamos, recogiendo la voz del pueblo colombiano, a
tomar conciencia del rechazo general de la sociedad a la violencia que quieren
imponer. Y que impide el desarrollo armónico e integral de nuestras
comunidades. Les pedimos que abandonen su accionar delictivo. Movidos por el
clamor de paz del pueblo colombiano, invitamos al Gobierno nacional a continuar
la tarea de convocar a todas las fuerzas vivas del país para definir e
implementar una política integral de paz; lo respaldamos en este propósito. En
efecto, es preciso seguir buscando las condiciones necesarias para llegar a una
solución política del conflicto armado. Así nos lo ha dicho el Papa Francisco:
“no es la cultura del enfrentamiento, la cultura del conflicto la que construye
la convivencia de los pueblos y entre los pueblos, sino la cultura del
encuentro, la cultura del diálogo. Este es el único camino hacia la paz”
(Angelus. 1 de septiembre de 2013). La paz es un derecho y una tarea de todos;
la sociedad entera debe asumir un papel protágonico en el esfuerzo por vencer
toda forma de violencia en la vida cotidiana y en el desarrollo de los procesos
para alcanzar la reconciliación y la justicia social.
2.
Lucha
abierta contra la corrupción en todos los escenarios
Constatamos
con dolor que el pueblo colombiano ha ido perdiendo el inmenso valor de la
honradez. La corrupción se ha incrustado en nuestra cultura; ha tocado la vida
política, económica y social de nuestra patria, y la aceptamos insensiblemente.
Así se ha convertido en uno de los más graves flagelos, que impide el progreso
de las regiones y destruye la confianza en las instituciones.
El pueblo colombiano
se ha pronunciado de diversos modos contra la corrupción. En este año que tiene
lugar un nuevo proceso electoral, tenemos la oportunidad de avanzar en la lucha
contra este cáncer de la corrupción y construir juntos el bien común. Ejerzamos
libre y responsablemente el voto, para que venzamos los vicios de la política,
que, como dice el Papa Francisco, “socavan el ideal de una democracia
auténtica, son la vergúenza de la vida pública y ponen en peligro la paz social”
(Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2019, n. 4)
Agradecemos, valoramos
y vemos con esperanza el trabajo de tantos servidores
públicos, políticos,
empresarios y ciudadanos pulcros, honestos. Verdaderos servidores, que sienten
y piensan en función del bien común. La equidad y solidaridad: expresiones de
transformación social
Colombia ha
presenciado en su historia hechos evidentes de solidaridad. Muchas personas e
instituciones, entre ellas la Iglesia, se han empeñado en obras importantes de
promoción humana, tanto en momentos coyunturales como en procesos
estructurados. Hoy. Es necesario que avancemos en el compromiso de servicio y
solidaridad con los pobres. Los marginados y los migrantes.
La solidaridad, como
un imperativo ético y moral, implica un trabajo decidido por la inclusión
social y la equidad. que son camino de justicia y de auténtico desarrollo. Es
hora de hacer más para superar las profundas desigualdades que existen entre
los hermanos de una misma nación; hay que dirigir más la mirada hacia las
regiones marginadas.
Hoy. La clamorosa
situación de hermanos venezolanos en nuestro país nos llama a una más generosa
solidaridad. De un lado, agradecemos y valoramos los esfuerzos de muchísimas
personas e instituciones para asistirlos; de otro, animamos a todos a acogerlos
con bondad y a protegerlos fratenalmente.
Invitamos a todo el
pueblo colombiano a mantener viva la esperanza, pues sabemos “que la esperanza
no nos defrauda” (Rm 5,5). Al pueblo cristiano pedimos intensificar la oración
con la certeza de que en Cristo hay esperanza, porque él es la misericordia y
la paz que nos vienen del amor de Dios. María, Madre, interceda por nosotros
para que perseveremos en este camino.
+ Oscar Urbina Ortega,
Arzobispo de Villavicencio. Presidente de la Conferencia episcopal. Bogotá.
D.C., 8 de febrero de 2019