10 de febrero 2019. El Santo Padre, durante el rezo del
Ángelus que presidió desde el Palacio Apostólico del Vaticano este domingo,
reflexionó sobre el Evangelio del día, en el que se narra cómo Jesús y Pedro se
conocen a orillas del lago de Galilea. Pedro, cuyo nombre real era Simón, era
un pescador que pasaba por un mal momento, pues no había tenido suerte en la
pesca. Jesús se le acercó y le pidió su podía usar su barca para predicar a la
multitud desde la orilla del lago. Sus
palabras causaron gran impresión en Simón-Pedro, y cuando Jesús finalizó su
predicación, se dirigió a él y le pidió que echara las redes al agua para
pescar.
Esa obediencia
confiada de Pedro “genera un resultado prodigioso: ‘pescó una cantidad
enorme de peces’”. “Se trata de una pesca milagrosa, signo del poder de la
Palabra de Jesús: cuando nos ponemos con generosidad a su servicio, Él hace
cosas grandes en nosotros”. El Papa destacó que el modo en que el Señor actuó
con Pedro “es como actúa con cada uno de nosotros: nos pide que lo acojamos
sobre la barca de nuestra vida para partir con Él y pescar en un nuevo mar que
se revela cargado de sorpresas”. “Su invitación a salir a un mar abierto a la
humanidad de nuestro tiempo, para dar testimonio de bondad y de misericordia,
da un sentido nuevo a nuestra existencia, que a menudo está en riesgo de
plegarse sobre sí misma”.
Afirmó Francisco que “en ocasiones podemos quedarnos
sorprendidos y titubeantes ante la llamada que nos dirige el Maestro divino, y
estamos tentados a rechazarla con motivo de nuestra insuficiencia”. Explicó que
eso es lo mismo que le pasó a Pedro cuando, en un primer momento después de
recibir la sugerencia de Jesús de volver a echar las redes, se muestra
titubeante y, sin embargo, después de la increíble pesca, le dice a Jesús:
“Señor, aléjate de mí porque soy un pecador”. “Es bella esta oración: ‘Señor,
apártate de mí porque soy un pecador’”, destacó el Pontífice ante los fieles
congregados en la Plaza de San Pedro. “Pero lo dice de rodillas ante aquel al
que ya reconoce como ‘Señor’. Y Jesús le da ánimos diciendo: ‘No temas, de
ahora en adelante serás pescador de hombres’, porque Dios, si nos fiamos de él, nos libera de nuestro pecado y nos
sitúa ante un nuevo horizonte”.
En este sentido, “el milagro más grande realizado por Jesús
ante Simón y los otros pescadores decepcionados y cansados, no es tanto la red
llena como el haberlos ayudado a no caer víctimas de la decepción y del
desánimo ante el fracaso”. El Papa Francisco finalizó su enseñanza pidiendo a
“la Virgen Santa, modelo de inmediata adhesión a la voluntad de Dios, que nos
ayude a experimentar la fascinación de la llamada del Señor y nos ponga en
disposición de colaborar con Él para difundir por todos sitios su palabra de
salvación”. Fuente: Aciprensa. Redacción.