Evangelio para el martes 25 de
diciembre 2018. °°° En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba
junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo
nada Lo que se hizo en ella era la vida
y la vida era la luz de los hombres, y
la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.” °°° Juan 1, 1-18. Hoy es el gran día esperado
durante todo este tiempo de Adviento, el espíritu con que hemos vivido cada uno
de los acontecimientos del Evangelio, el acompañamiento mismo de los eventos
que aparecieron posteriormente al nacimiento del Salvador.
La Sagrada Escritura, centra todo el evento
máximo en el ser de Aquel que nace, en su misión, y la incidencia de su Palabra
para el futuro de la humanidad. El
profeta Isaías, anuncia la alegría que se va a producir en la humanidad, al ver
venir por las montañas el mensajero que anuncia la paz, que trae al Buena
Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión. Ya reina tu Dios. (cfr. Isaías
52, 7-10). Esa es la intención de Dios, es la misión de
Cristo como enviado: convertirse para cada uno de nosotros en el mensajero de
la Paz.
El libro sagrado dirigido a los
Hebreros, describe perfectamente la delicadeza de Dios con la desobediencia y
el orgullo humano, el hombre responde a Dios lo que Dios nunca esperaba, pero
el hombre no se imagina es que Dios prevé las circunstancias y se adelanta a lo
que pueda suceder; así pues, Dios retoma las armas de la perseverancia y se
queda en el tiempo para poder decirle a la humanidad “Aquí estoy para lo que
ustedes puedan necesitar”. (cfr. Hebreos 1,1-6).
El Hijo de Dios es el
cumplimiento de su misma Palabra, es la que se convierte en hombre, en el
vientre virginal de María Santísima. La Palabra divina a lo largo del tiempo,
ha sido, es y será el patrón de conducta nuestro ante el evento de nuestro
diario vivir. No existe otra fuerza más maravillosa que nos pueda indicar la
plena vivencia de nuestra fe. La palabra
lleva consigo un poder creativo, un poder regenerador, una gracia santificador,
una fuerza de conversión, una luz infinita, una voz de esperanza y encuentro
con todos aquellos que creen en esa Palabra. Todo está centrado en la Palabra.
Por qué será que para muchas
personas la Palabra no tiene el poder, el valor y la eternidad que la misma
Biblia pregona. Problema serio en muchas
personas, que no han logrado descubrir para sus vidas, el valor de la Palabra. Pienso que si lográramos detener el impulso
de nuestros sentimientos y acondicionar la Palabra en el puesto que ella se
merece, habría un camino de cambio en nosotros.
Entraríamos a pensar, por qué Dios le dio tanta importancia a la
Palabra, por qué Cristo, organizó su Reino con la Palabra, por qué los profetas
lograron la unidad de los pueblos y la conversión de sus corazones con la
Palabra, por qué la Iglesia ha sido incansable en la predicación y el anuncio
de la Palabra, por qué se dice históricamente que los ministros de Dios son hombres
de la Palabra “Homo Verbi”, por qué muchos creyentes se encantan y han cambiado
sus vidas gracias a la Palabra.
El Papa Francisco en su audiencia
y aplicando la catequesis a la navidad decía: “Dios en un sueño cambia sus
planes y le pide que tome a María con él. Una vez nacido Jesús, cuando tenía
sus proyectos para la familia, otra vez en sueños le dicen que se levante y
vaya a Egipto. En resumen, la Navidad trae cambios inesperados de vida. Y si
queremos vivir la Navidad, tenemos que abrir el corazón y estar dispuestos a
las sorpresas, es decir, a un cambio de vida inesperado.” Más adelante advierte
que: “La Navidad es celebrar lo inédito de Dios, o, mejor dicho, es celebrar a
un Dios inédito, que cambia nuestra lógica y nuestras expectativas. Celebrar la
Navidad, es, entonces, dar la bienvenida a las sorpresas del Cielo en la
tierra.”. Termina el Papa definiendo con mucha precisión, el concepto teológico
de la navidad, muy contrario a lo que piensa el mundo: “Navidad es preferir la
voz silenciosa de Dios al estruendo del consumismo.” Padre,
Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.