23 de diciembre de 2018

LO DIVINO PERFECCIONA LO HUMANO.


Evangelio para el lunes 24 de diciembre 2018. °°°” El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.» °°° (Lucas 2, 1-14).  El objetivo de celebrar la navidad, es comunicar con nuestra vida el nacimiento de Cristo.  “La navidad es celebrar lo inédito de Dios” (Papa Francisco). °°°
Volver a nacer significa vida nueva, renovación total, haber tomado la decisión de cambiar de rumbo, recibir un aire fresco que encumbre nuevamente el buen sentido del vivir.

            La Santísima Virgen María nos da la primera lección de navidad: Es la fe, Mesiánica. María le creyó a Dios y acogió a su enviado en su seno.  La respuesta misma de Isabel confirma el gozo de María, la fuerza de su fe, el convencimiento de su obra: “Dichosa tú, que has creído”.  Antes del nacimiento de su Hijo, ya Dios había previsto el ambiente y la misión de su misma Palabra: ese Hijo plantearía la humildad, la sencillez, y la pobreza, como el ambiente donde se aquilatan las almas de Dios, los hombres grandes, las mujeres fuertes, las familias sólidas. Jesús nace en un ambiente de pobreza, no para llamar la atención al mundo, sino para indicarle a la humanidad, el sostén de una buena relación, mientras en cada uno de nosotros, exista la alternativa de la sencillez de corazón, la amabilidad, la docilidad.

Así vamos a lograr lo que Dios logró, estar íntimamente unido con su Hijo y con su Espíritu. El género humano, no se puede entender desde otro punto de vista; necesariamente deben existir criterios comunes, hilos conductores de generosidad y progreso entre hombres y mujeres que nos lleven a coexistir como hermanos, como hijos de un mismo Dios y Padre, como discípulos del mismo Maestro.  Dios es santo, es perfecto, es grande, es maravilloso, se ganó el amor de su obra, porque supo desde un primer momento encontrar el secreto de lo que va a ser grande en el futuro: Una buena relación de unidad.  

            Jesús, Hijo de Dios Padre, continúa la obra de la perfección, siguiendo las huellas de Aquel que lo envió. El mismo es consciente de su propia misión, que no puede ser otra diferente a la de su Padre: “Aquí estoy oh Dios para hacer tu voluntad”.  Jesús logra enseñarle a la humanidad el punto de equilibrio en la relación, a través de un juego de palabras regresa a la misma conclusión: “Primero dice, no quieres, ni aceptas sacrificios, ni ofrendas, holocaustos, ni víctimas, después Añade, Aquí estoy; niega lo primero para afirmar lo segundo, y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados”. (cfr. Hebreos 10, 5-10).  Niega el capricho, la individualidad, el egoísmo, para sugerir el valor comunitario de la fe, sin ello no se entiende el ser de Dios, el ser de la Iglesia, la razón de nuestras obras en la fe.

Dice la Palabra Divina, “mis caminos no son vuestros caminos” (Isaías 55,8).   Dios dispone cómo se va a llevar a cabo esa nueva historia, que en ningún momento rechaza todo lo que la humanidad ha vivido, sino que la complementa, le imprime el Espíritu, le da nueva vida, se abre ante el camino de la esperanza, se renueva en su pensar y en su actuar.  La confusión vuelve a aparecer. No estaba previsto que Dios se valiera de una mujer para convertir al hombre mismo. Pues así fue, y así sigue aconteciendo.  La colaboración del ser humano es muy importante para Dios, con tanta razón Dios insiste en la santidad de vida, en la fe, y en el compromiso total con Él mismo.  Pues la obra y lo que Él tiene preparado para nosotros, lo transmite a través de su creación. Desde un comienzo lo da a conocer, cambia la historia con la presencia de María, una Virgen generosa y fiel, una mujer plena en las cosas de Dios, convencida de su misión y de su ser.  Llama a un san José, hombre justo y creyente, sencillo y humilde, y le encomienda su propia misión que se convierte en vocación de padre, esposo, compañero, modelo de lo que la historia de la vida de un ser humano puede cambiar rotundamente, cuando tiene la capacidad de escuchar en la intimidad de Dios.

            La historia de nuestras vidas se desenvuelve así, en el método divino-humano; no existe otra alternativa; la experiencia misma nos muestra que cuando pretendo ser divino pierdo el contexto de lo humano; cuando rechazo lo divino se destruye garrafalmente lo humano. Cuando permito que lo divino entre a hacer parte de lo humano, se perfecciona el humano y se comprende lo divino.  Sólo lo divino, perfecciona al hombre, y la obra se cumple, cuando el humano es dado por su buen espíritu y buena a la fuerza de lo divino: “José se despertó hizo lo que le había mandado el Ángel del Señor, y se llevó a casa a su mujer”. (Mateo 1,24). Padre, Jairo Yate Ramírez.  Arquidiócesis de Ibagué.