Evangelio para el lunes 24 de diciembre 2018. °°°” El ángel les dijo: «No temáis,
pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido
hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os
servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un
pesebre.» Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército
celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la
tierra paz a los hombres en quienes él se complace.» °°° (Lucas 2, 1-14). El objetivo de celebrar la navidad, es
comunicar con nuestra vida el nacimiento de Cristo. “La navidad es celebrar lo inédito de Dios”
(Papa Francisco). °°°
Volver a nacer significa vida nueva, renovación total, haber
tomado la decisión de cambiar de rumbo, recibir un aire fresco que encumbre
nuevamente el buen sentido del vivir.
La
Santísima Virgen María nos da la primera lección de navidad: Es la fe,
Mesiánica. María le creyó a Dios y acogió a su enviado en su seno. La respuesta misma de Isabel confirma el gozo
de María, la fuerza de su fe, el convencimiento de su obra: “Dichosa tú, que
has creído”. Antes del nacimiento de su
Hijo, ya Dios había previsto el ambiente y la misión de su misma Palabra: ese
Hijo plantearía la humildad, la sencillez, y la pobreza, como el ambiente donde
se aquilatan las almas de Dios, los hombres grandes, las mujeres fuertes, las
familias sólidas. Jesús nace en un ambiente de pobreza, no para llamar la
atención al mundo, sino para indicarle a la humanidad, el sostén de una buena
relación, mientras en cada uno de nosotros, exista la alternativa de la
sencillez de corazón, la amabilidad, la docilidad.
Así vamos a lograr lo que Dios logró, estar íntimamente unido
con su Hijo y con su Espíritu. El género humano, no se puede entender desde
otro punto de vista; necesariamente deben existir criterios comunes, hilos
conductores de generosidad y progreso entre hombres y mujeres que nos lleven a
coexistir como hermanos, como hijos de un mismo Dios y Padre, como discípulos
del mismo Maestro. Dios es santo, es
perfecto, es grande, es maravilloso, se ganó el amor de su obra, porque supo
desde un primer momento encontrar el secreto de lo que va a ser grande en el
futuro: Una buena relación de unidad.
Jesús, Hijo
de Dios Padre, continúa la obra de la perfección, siguiendo las huellas de
Aquel que lo envió. El mismo es consciente de su propia misión, que no puede
ser otra diferente a la de su Padre: “Aquí estoy oh Dios para hacer tu
voluntad”. Jesús logra enseñarle a la
humanidad el punto de equilibrio en la relación, a través de un juego de
palabras regresa a la misma conclusión: “Primero dice, no quieres, ni aceptas
sacrificios, ni ofrendas, holocaustos, ni víctimas, después Añade, Aquí estoy; niega
lo primero para afirmar lo segundo, y conforme a esa voluntad todos quedamos
santificados”. (cfr. Hebreos 10, 5-10). Niega el capricho, la individualidad, el
egoísmo, para sugerir el valor comunitario de la fe, sin ello no se entiende el
ser de Dios, el ser de la Iglesia, la razón de nuestras obras en la fe.
Dice la Palabra Divina, “mis caminos no son vuestros
caminos” (Isaías 55,8). Dios dispone
cómo se va a llevar a cabo esa nueva historia, que en ningún momento rechaza
todo lo que la humanidad ha vivido, sino que la complementa, le imprime el
Espíritu, le da nueva vida, se abre ante el camino de la esperanza, se renueva
en su pensar y en su actuar. La
confusión vuelve a aparecer. No estaba previsto que Dios se valiera de una
mujer para convertir al hombre mismo. Pues así fue, y así sigue
aconteciendo. La colaboración del ser
humano es muy importante para Dios, con tanta razón Dios insiste en la santidad
de vida, en la fe, y en el compromiso total con Él mismo. Pues la obra y lo que Él tiene preparado para
nosotros, lo transmite a través de su creación. Desde un comienzo lo da a
conocer, cambia la historia con la presencia de María, una Virgen generosa y
fiel, una mujer plena en las cosas de Dios, convencida de su misión y de su
ser. Llama a un san José, hombre justo y
creyente, sencillo y humilde, y le encomienda su propia misión que se convierte
en vocación de padre, esposo, compañero, modelo de lo que la historia de la
vida de un ser humano puede cambiar rotundamente, cuando tiene la capacidad de
escuchar en la intimidad de Dios.
La historia
de nuestras vidas se desenvuelve así, en el método divino-humano; no existe
otra alternativa; la experiencia misma nos muestra que cuando pretendo ser
divino pierdo el contexto de lo humano; cuando rechazo lo divino se destruye
garrafalmente lo humano. Cuando permito que lo divino entre a hacer parte de lo
humano, se perfecciona el humano y se comprende lo divino. Sólo lo divino, perfecciona al hombre, y la
obra se cumple, cuando el humano es dado por su buen espíritu y buena a la
fuerza de lo divino: “José se despertó hizo lo que le había mandado el Ángel
del Señor, y se llevó a casa a su mujer”. (Mateo 1,24). Padre, Jairo Yate
Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.