29 de diciembre 2018. LA CONCIENCIA MORAL, Se trata de hacer
el bien y evitar el mal. Apuntes del
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué. Lo primero es definir para
poder entender: La conciencia moral es el juicio del entendimiento práctico
que, basado a la luz de los primeros principios morales, dictamina sobre la
moralidad de nuestras acciones en su concreta singularidad. La conciencia
acompaña el actuar de cada uno de nosotros; por ende, muestra a la persona la
bondad o la maldad de sus acciones. Se
hace necesario formar la conciencia, educarla según la Palabra de Dios,
orientarla según los criterios éticos, corregir cuando una persona no goza de
una recta conciencia.
El Papa, san Juan
Pablo II en su audiencia general el 17 de agosto del año 1983, advertía que la
tarea de la conciencia moral es discernir cuál es la voluntad de Dios, lo que
es bueno, le complace, a Él y perfecto. El
mismo Concilio Vaticano II, en su constitución pastoral “Gaudium et Spes”, en
su numeral 16, define la dignidad de la conciencia moral: “En lo más profundo de su conciencia descubre
el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la
cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su
corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el
mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios
en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será
juzgado personalmente.
La conciencia es el
núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas
con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. Es la
conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley cuyo cumplimiento
consiste en el amor de Dios y del prójimo. La fidelidad a esta conciencia une a
los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con
acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la
sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la recta conciencia, tanto mayor
seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego
capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad. No rara vez,
sin embargo, ocurre que yerra la conciencia por ignorancia invencible, sin que
ello suponga la pérdida de su dignidad. Cosa que no puede afirmarse cuando el
hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien y la conciencia se va
progresivamente entenebreciendo por el hábito del pecado.”
El catecismo de la Iglesia Católica, nos educada sobre la
conciencia moral y su dictamen:
1776 "En lo más profundo de su conciencia el
hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer
y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole
siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal...El hombre tiene una ley
inscrita por Dios en su corazón...La conciencia es el núcleo más secreto y el
sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más
íntimo de ella" (GS 16).
EL DICTAMEN DE LA CONCIENCIA
1777 Presente en el corazón de la persona, la
conciencia moral (cf Rom 2,14-16) le ordena, en el momento oportuno, practicar
el bien y evitar el mal. Juzga también las elecciones concretas aprobando las
que son buenas y denunciando las que son malas (cf Rom 1,32). Atestigua la
autoridad de la verdad con referencia al Bien supremo por el cual la persona
humana se siente atraída y cuyos mandamientos acoge. El hombre prudente, cuando
escucha la conciencia moral, oye a Dios que habla.
1778 La conciencia moral
es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad
moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo
lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe que
es justo y recto. Mediante el dictamen de su conciencia el hombre percibe y
reconoce las prescripciones de la ley divina:
La
conciencia es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él, nos da
órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza...La conciencia
es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la
gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna. La
conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo (Newman, carta al
duque de Norfolk 5).
1779 Es preciso que
cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su
conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria cuanto que la
vida nos impulsa con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o
interiorización.
Conciencia y verdad (Veritatis Splendor. San Juan Pablo II) (54.
59. 60)
El sagrario
del hombre
54. La relación que hay entre libertad del hombre y ley de
Dios tiene su base en el corazón de la persona, o sea, en su conciencia moral:
«En lo profundo de su conciencia —afirma el concilio Vaticano II—, el hombre
descubre una ley que él no se da a sí mismo, pero a la que debe obedecer y cuya
voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándolo
siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal: haz esto, evita aquello.
Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya
obediencia está la dignidad humana y según la cual será juzgado (cf. Rm 2,
14-16)» 101.
Por esto, el modo como se conciba la relación entre libertad
y ley está íntimamente vinculado con la interpretación que se da a la
conciencia moral. En este sentido, las tendencias culturales recordadas más
arriba, que contraponen y separan entre sí libertad y ley, y exaltan de modo
idolátrico la libertad, llevan a una interpretación «creativa» de la conciencia
moral, que se aleja de la posición tradicional de la Iglesia y de su
Magisterio.
“La
conciencia moral es la intuición que cada uno tiene de la bondad o malicia de
las acciones propias. La única moralidad de un acto para una persona concreta
es la moralidad que le indica su conciencia, indicación que constituye el
llamado juicio de la conciencia. La conciencia es verdadera, si está de acuerdo
con la norma objetiva moral; errónea, si por cualquier causa el juicio es
disconforme con la norma objetiva. Si este juicio erróneo no se tiene
conciencia de su falsedad, se llama invenciblemente erróneo, y en este caso el
juicio práctico obliga moralmente. Son por tanto conciencia recta, es
decir como debe ser, tanto la conciencia
verdadera como la invenciblemente errónea. Pero es indiscutible que la
conciencia errónea significa el estar
objetivamente actuando falsamente, y por tanto de un modo cuyas consecuencias
sociales son negativas e incluso pueden ser desastrosas.”
La conciencia errónea
tiene dos aspectos, el aspecto vencible e invencible, en el primer caso la
conciencia juzga mal por la falta de información y descuido, y en el segundo
caso no es posible dejar el error porque se conoce, o porque se trató de hacer
lo posible para salir de ahí sin tener éxito.
Ejemplo de
conciencia errónea:
Porque me violaron es lícito abortar.
Como tiene dificultades psicológicas, puede tomar
píldoras que lo aturden.
Conciencia escrupulosa y
laxa
1.
Escrupulosa: Una conciencia escrupulosa es una conciencia enferma. Es como una
báscula que marca más de lo debido: todo le parece peor de lo que es. Descubre
pecados donde no los hay y ve un mal grave donde sólo hay alguna imperfección.
La persona escrupulosa es tímida y aprensiva, cree que sentir equivale a
consentir y, por lo mismo, confunde la tentación con el pecado. Vivir con una
conciencia escrupulosa es como conducir un auto con el freno de mano puesto: en
continuo estado de fricción, tensión y estrés.
El mejor tratamiento contra ello es formar nuestra
conciencia de acuerdo con las normas objetivas, y aconsejarse por alguien de
probada rectitud de juicio.
2. Laxa: Si la conciencia escrupulosa peca por exceso, la
conciencia laxa peca por defecto. Se asemeja a la báscula que marca menos que
lo debido. La persona con conciencia laxa decide, sin fundamentos suficientes,
que una acción es lícita, o que una falta es grave no es tan seria. Acepta como
bueno lo que es una clara desviación moral.
La persona laxa tiene como lema Errar es humano; vive convencida de que es demasiado débil para
resistirse al pecado, y tiende a quitarle toda importancia. No se preocupa
ni hace esfuerzo alguno por investigar si lo que va a hacer es malo; se excusa
en un todo mundo lo hace, por lo que no debe ser tan malo. Este tipo de persona
tiende también a infravalorar la responsabilidad de sus acciones. Una
conciencia laxa es como un resorte vencido.
59. San
Pablo no se limita a reconocer que la conciencia hace de testigo, sino que
manifiesta también el modo como ella realiza semejante función. Se trata de
razonamientos que acusan o defienden a los paganos en relación con sus
comportamientos (cf. Rm 2, 15). El término razonamientos evidencia el carácter
propio de la conciencia, que es el de ser un juicio moral sobre el hombre y sus
actos. Es un juicio de absolución o de condena según que los actos humanos sean
conformes o no con la ley de Dios escrita en el corazón. Precisamente, del
juicio de los actos y, al mismo tiempo, de su autor y del momento de su
definitivo cumplimiento, habla el apóstol Pablo en el mismo texto: así será «en
el día en que Dios juzgará las acciones secretas de los hombres, según mi
evangelio, por Cristo Jesús» (Rm 2, 16).
El juicio de la conciencia es un juicio práctico, o sea, un
juicio que ordena lo que el hombre debe hacer o no hacer, o bien, que valora un
acto ya realizado por él. Es un juicio que aplica a una situación concreta la
convicción racional de que se debe amar, hacer el bien y evitar el mal. Este
primer principio de la razón práctica pertenece a la ley natural, más aún,
constituye su mismo fundamento al expresar aquella luz originaria sobre el bien
y el mal, reflejo de la sabiduría creadora de Dios, que, como una chispa
indestructible («scintilla animae»), brilla en el corazón de cada hombre.
Sin embargo, mientras la ley natural ilumina sobre todo las
exigencias objetivas y universales del bien moral, la conciencia es la
aplicación de la ley a cada caso particular, la cual se convierte así para el
hombre en un dictamen interior, una llamada a realizar el bien en una situación
concreta. La conciencia formula así la obligación moral a la luz de la ley
natural: es la obligación de hacer lo que el hombre, mediante el acto de su
conciencia, conoce como un bien que le es señalado aquí y ahora. El carácter
universal de la ley y de la obligación no es anulado, sino más bien reconocido,
cuando la razón determina sus aplicaciones a la actualidad concreta. El juicio
de la conciencia muestra en última instancia la conformidad de un
comportamiento determinado respecto a la ley; formula la norma próxima de la
moralidad de un acto voluntario, actuando «la aplicación de la ley objetiva a
un caso particular» 105.
DIVISIONES DE LA
CONCIENCIA
La conciencia se divide en
antecedente y consecuente.
Verdadera y errónea.
Vencible e invencible
Cierta, probable y dudosa.
La conciencia antecedente juzga el acto que se va a
realizar. Su dictamen específico consiste en mandar o prohibir, permitir o
aconsejar.
La conciencia consecuente, juzga del acto ya realizado,
puede aprobarlo, si es bueno, causando alegría y felicidad espiritual.
La conciencia verdadera es la que aprecia rectamente el bien
y el mal en conformidad con la ley moral.
La conciencia errónea es la que disiente del orden moral,
puede ser invencible o venciblemente errónea.
Es invencible cuando desconoce la norma moral. Es vencible cuando la
persona se despreocupa de buscar la verdad y el bien.
La conciencia cierta es la que se posee cuando el juicio se
da sin temor a errar.
La conciencia probable y dudosa no poseen seguridad en su
juicio, sino que van acompañadas de temor de errar, bien inclinándose a una de
las posibilidades (probable) o sus pendiendo un juicio definitivo (dudosa)
La formación de la conciencia es una responsabilidad
personal de cada persona. Tenemos siempre una responsabilidad ante Dios por
nuestros actos, fruto de que la luz de Dios na da es también personal: por eso
dice san pablo “Cada uno de nosotros ha de dar cuenta a Dios de sí mismo”
(Romanos 14, 12). Cada persona debe obrar de acuerdo a su propia conciencia y
sabiendo que rendirá cuenta a Dios.
ES NECESARIO FORMAR LA
CONCIENCIA
La formación de la conciencia es indispensable. Es una tarea
para toda la vida. La conciencia se forma con base en la Palabra de Dios,
porque es la que nos ilumina.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
1783 Hay que formar
la conciencia, y esclarecer el juicio moral. Una conciencia bien formada es
recta y veraz. Formula sus juicios según la razón, conforme al bien verdadero
querido por la sabiduría del Creador. La educación de la conciencia es
indispensable a seres humanos sometidos a influencias negativas y tentados por
el pecado de preferir su juicio propio y de rechazar las enseñanzas
autorizadas.
1784 La educación de
la conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los primeros años despierta
al niño al conocimiento y la práctica de la ley interior reconocida por la
conciencia moral. Una educación prudente enseña la virtud; preserva o cura del
miedo, del egoísmo y del orgullo, de los insanos sentimientos de culpabilidad y de los movimientos de
complacencia, nacidos de la debilidad y de las faltas humanas. La educación de
la conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón.
1785 En la formación
de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz que nos ilumina; es preciso que
la asimilemos en la fe y la oración, y la pongamos en práctica. Es preciso
también que examinemos nuestra conciencia atendiendo a la cruz del Señor.
Estamos asistidos por los dones del Espíritu Santo, ayudados por el testimonio
o los consejos de otros y guiados por la enseñanza autorizada de la Iglesia (cf
DH 14).
EXISTEN REGLAS PARA
APLICAR EN MATERIA DE LA CONCIENCIA MORAL
Advierte el catecismo:
–Nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien.
–La
"regla de oro": "Todo cuanto queráis que os hagan los hombres,
hacédselo también vosotros" (Mateo 7,12; cf. Lucas 6,31; Tobías 4,15).
–La caridad
actúa siempre en el respeto del prójimo y de su conciencia: "Pecando así
contra vuestros hermanos, hiriendo su conciencia...pecáis contra Cristo"
(1 Co 8,12). "Lo bueno es...no hacer cosa que sea para tu hermano ocasión
de caída, tropiezo o debilidad" (Romanos 14,21).
CRITERIOS COMUNES PARA UNA
BUENA CONCIENCIA.
1795 "La
conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está
solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella" (GS 16).
1796 La conciencia
moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la
cualidad moral de un acto concreto.
1797 Para el hombre
que ha cometido el mal, el veredicto de su conciencia constituye una garantía
de conversión y de esperanza.
1798 Una conciencia
bien formada es recta y veraz.Formula sus juicios según la razón, conforme al
bien verdadero querido por la sabiduría del Creador. Cada uno debe poner los
medios para formar su conciencia.
1799 Ante una
decisión moral, la conciencia puede formar un juicio
recto de acuerdo con la razón y la ley divina o, al contrario, un juicio
erróneo que se aleja de ellas.
1800 El ser humano
debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia.
1801 La conciencia
moral puede permanecer en la ignorancia o formar juicios erróneos. Estas
ignorancias y estos errores no están siempre exentos de culpabilidad.
1802 La Palabra de
Dios es una luz para nuestros pasos. Es preciso que la asimilemos en la fe y en
la oración, y la pongamos en práctica. Así se forma la conciencia moral.