9 de diciembre 2018. San Juan Diego. Vidente de la Virgen de
Guadalupe. “¡Amado Juan Diego, ‘el águila que habla’! Enséñanos el camino que
lleva a la Virgen Morena del Tepeyac, para que ella nos reciba en lo íntimo de
su corazón”, dijo San Juan Pablo II en la canonización de San Juan Diego, el
vidente de la Virgen de Guadalupe, y cuya fiestase celebra cada 9 de diciembre.
Según la tradición, San Juan Diego nació en 1474 en Cuauhtitlán, entonces reino
de Texcoco, perteneciente a la etnia de los chichimecas, y hoy territorio
mexicano. Su nombre era Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba
“Águila que habla” o “El que habla con un águila”.
Siendo adulto y padre de familia, se sintió atraído por la
doctrina de los sacerdotes franciscanos que llegaron a México en 1524 y recibió
el bautismo con su esposa María Lucía. Los dos se casaron cristianamente, pero
tiempo después falleció su esposa. El 9
de diciembre de 1531 se le apareció, en el cerro del Tepeyac, la Virgen María,
quien se presentó como “la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del
verdadero Dios”. La Virgen le encomendó que en su nombre le pidiese al Obispo
Capitalino, el franciscano Fray Juan de Zumárraga, la construcción de una
Iglesia en el lugar de la aparición.
El Obispo no aceptó la idea y la Virgen le pidió que
insistiera. Al día siguiente, Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien
lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas del prodigio. El
martes 12 de diciembre, la Virgen se le presentó y lo consoló, invitándolo a
subir a la cima de la colina del Tepeyac para que recogiera flores y se las
trajera. A pesar de la estación invernal y la aridez del lugar, San Juan Diego
encontró flores muy hermosas y la colocó en su “tilma”. La Virgen luego le
mandó que se las presentara al Obispo. Estando frente al Prelado, el Santo
abrió su “tilma” y dejó caer las flores. En el tejido apareció la imagen de la
Virgen de Guadalupe, que desde ese momento se convirtió en el corazón
espiritual de la Iglesia en México y en una de las mayores devociones marianas
que permanece con fuerza hasta nuestros días.
San Juan Diego, con el permiso del Obispo, pasó a vivir en
una pobre casa junto al templo de la “Señora del Cielo”. Limpiaba la capilla y
acogía a los peregrinos que visitaban el lugar, donde hoy se eleva un gran
templo. El laico San Juan Diego partió a la Casa del Padre en 1548 y gozó de
tanta estima que sus contemporáneos solían decir: “Que Dios te haga como Juan
Diego”. Fue beatificado por San Juan Pablo II en 1990 y canonizado por el Papa
peregrino en el 2002. Fuente Aciprensa.
Redacción. Imagen: oremos juntos. com