26 de diciembre 2018. Hoy que celebramos la Navidad, algunos
fieles pueden preguntarse por qué si el profeta Isaías anunció que al Hijo de
Dios lo llamarían “Emmanuel”, el ángel dijo a María y José que pusieran al Niño
por nombre “Jesús”. ¿Existe alguna contradicción?, ¿ambos nombres son lo mismo?
El P. Miguel A. Fuentes, del Instituto del Verbo Encarnado (IVE), escribió un
artículo en su blog “El teólogo responde” para responder a esta duda que fue
expuesta por un fiel.
“Con dos versículos de diferencia, San Mateo indica dos de los nombres que recibirá el Niño nacido de la Virgen: Le pondrás por nombre Jesús… Se le pondrá por nombre Emmanuel (Mt 1,21.23)”, señaló el sacerdote. Sin embargo, indicó que “como dice Manuel de Tuya, O.P., no hay oposición entre ambos nombres, ‘porque el nombre que se anuncia en Isaías (Emmanuel) es el nombre profético de Cristo, y el nombre de Jesús es su nombre propio y personal. El nombre profético sólo indica lo que significará para los hombres, en aquel momento, el nacimiento de este niño. Será ‘Dios con nosotros’ de un modo particular’”. “Así –continúa el texto de Manuel de Tuya–, se lee en el mismo Isaías, cuando dice a Jerusalén: ‘Desde ahora te llamarás ciudad del Justo, ciudad Fiel’ (Is 1,26), no porque hubiese de llamarse así materialmente, sino porque tenía desde entonces una cierta conveniencia a causa de la purificación que en ella haría Yahvé. O, como dice a este propósito San Jerónimo, ‘significan lo mismo Jesús que Emmanuel, no al oído, sino al sentido’”.
“Con dos versículos de diferencia, San Mateo indica dos de los nombres que recibirá el Niño nacido de la Virgen: Le pondrás por nombre Jesús… Se le pondrá por nombre Emmanuel (Mt 1,21.23)”, señaló el sacerdote. Sin embargo, indicó que “como dice Manuel de Tuya, O.P., no hay oposición entre ambos nombres, ‘porque el nombre que se anuncia en Isaías (Emmanuel) es el nombre profético de Cristo, y el nombre de Jesús es su nombre propio y personal. El nombre profético sólo indica lo que significará para los hombres, en aquel momento, el nacimiento de este niño. Será ‘Dios con nosotros’ de un modo particular’”. “Así –continúa el texto de Manuel de Tuya–, se lee en el mismo Isaías, cuando dice a Jerusalén: ‘Desde ahora te llamarás ciudad del Justo, ciudad Fiel’ (Is 1,26), no porque hubiese de llamarse así materialmente, sino porque tenía desde entonces una cierta conveniencia a causa de la purificación que en ella haría Yahvé. O, como dice a este propósito San Jerónimo, ‘significan lo mismo Jesús que Emmanuel, no al oído, sino al sentido’”.
El artículo del P. Fuentes continúa así:
1. Emmanuel: expresa
la naturaleza, la personalidad del Hijo de María. El nombre se contiene en
la profecía que Isaías proclama ante el desconfiado Acaz, cinco siglos antes
del advenimiento del anunciado en ella: He aquí que una virgen concebirá y dará
a luz un hijo, y llamarán su nombre Emmanuel, Dios con nosotros (Is 7,14).
‘Emmanuel’: Dios con
nosotros. Jesús es Dios; el Dios adorable que hizo el cielo y la tierra, que
gobierna los astros y a quien sirven los ángeles. Pero sin dejar de ser
Dios ni perder su Gloria, se ‘hunde’ en nuestra historia y en nuestro mundo
para convivir con los hombres que Él ha creado, con la hechura de sus manos: Se
hizo ver en la tierra y conversó con los hombres (Ba 3,38). Emmanuel expresa
quién es el que nace: es Dios que se hace carne. Por eso el ángel dijo a María:
lo que nacerá de ti será santo, será llamado Hijo de Dios (Lc 1,35).
2. Jesús: Le pondrás
por nombre Jesús porque Él salvará a su pueblo de sus pecados (Mt 1,21).
Tales las palabras del ángel a José. Este nombre expresa la misión del Hijo de
Dios al encarnarse. Revela el motivo de la encarnación. Jesús en lengua hebrea
se dice Yehoshuah y quiere decir Yahvéh salva, Dios salva; quiere decir, pues,
Salud-dador. El que viene a dar la salud al alma, que es donde mora la
enfermedad del pecado.
¿Quién puede perdonar los pecados sino Dios?, se preguntan
los enemigos de Cristo, escandalizados no sólo porque ha curado a un paralítico
en Cafarnaúm sino, especialmente, porque se ha anunciado la remisión de sus
pecados (cf. Mc 2,7). Han entendido que de esta manera se iguala a Dios, y no
se equivocan: sólo Dios puede perdonar los pecados de los hombres. Por eso los perdonaba Cristo, porque era
Dios, y para eso se había encarnado. Esto es lo que nos revela con su nombre.
Muchos hebreos se llamaron Jesús por casualidad, decía
Maldonado en el siglo de oro español, ‘Cristo, en cambio, por determinado
consejo, no humano sino divino. Aquellos que lo llevaron antes que Él no fueron
verdaderos salvadores, y Cristo lo es más todavía de lo que el hombre acierta a
significar. Para ellos era nombre común y vulgar; para Cristo fue peculiar y,
según el profeta había predicho, propio y singular, porque de la manera que de
Cristo se dijo, a nadie le conviene más que a Él, ya que no hay en otro alguno
salud’. Fuente: Aciprensa. Redacción.