23 de diciembre 2018. La figura de María es la protagonista
de la liturgia de este cuarto domingo de Adviento, y así lo puso de relieve el
Papa Francisco en su reflexión previa al rezo del Ángelus Regina Coeli, en la Plaza de San
Pedro del Vaticano. “Fijemos la mirada en ella, que es modelo de fe y de
caridad”, propuso el Pontífice, “y preguntémonos: ¿Cuáles eran sus pensamientos
en los meses de espera? La respuesta la encontramos en el fragmento del
Evangelio de hoy, en el que se narra la visita de María a su anciana pariente
Isabel”. Francisco destacó las palabras de Isabel a María:
“¡Bendita tú entre
las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite
la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura
saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que
le ha dicho el Señor se cumplirá”.
“Es evidente –continuó el Santo Padre– el contraste entre
María, que ha tenido fe, y Zacarías, el marido de Isabel, que no había creído
en la promesa del ángel y que por ese motivo se había quedado mudo hasta el
nacimiento de Juan”. Este episodio evangélico “nos ayuda a leer con una luz
particular el misterio del encuentro del hombre con Dios. Un encuentro que no se produce con asombrosos prodigios, sino más bien
bajo el signo de la fe y de la caridad”. De hecho, “María es bienaventurada porque ha creído: el encuentro con Dios es
fruto de la fe. Zacarías, por el contrario, que no había creído, quedó sordo y
mudo, para que pudiera crecer en la fe durante el largo silencio”.
La enseñanza es clara: “sin
fe se permanece inevitablemente sordo a la voz consoladora de Dios, y se
queda incapaz de pronunciar palabras de consuelo y de esperanza para nuestros
hermanos”. “La fe, a su vez, se alimenta de la caridad”. María, en vez de
acudir rápidamente a ayudar a Isabel “se podría haber quedado en casa para
preparar el nacimiento de su hijo. En cambio, se preocupa de los demás antes
que de sí misma, demostrando con los hechos que ya es discípula de ese Señor
que lleva en su vientre”. De ese modo, “el evento del nacimiento de Jesús
comenzó así, con un simple gesto de caridad. La caridad auténtica siempre es fruto del amor de Dios”.
“El Evangelio de la visita de María a Isabel nos prepara
para vivir bien la Navidad, comunicándonos el dinamismo de la fe y de la
caridad. Este dinamismo es obra del Espíritu Santo: el Espíritu de Amor que
fecundó el vientre virginal de María y que la empuja a acudir al servicio de su
pariente anciana”. Se trata, concluyó el Papa, de “un dinamismo lleno de
alegría, como se ve en el encuentro entre las dos madres, que es todo un himno
de exultante alegría en el Señor, que realiza grandes cosas con los pequeños
que se fían de Él”. Fuente: Aciprensa. Redacción.