Evangelio para el domingo 9 de
diciembre 2018. °°° Dirigió Dios su palabra a Juan hijo de Zacarías en el
desierto. Recorrió entonces toda la región que está a lado y lado del Jordán
llamando a todos a convertirse y a bautizarse para obtener el perdón de los
pecados, según está escrito en el libro del profeta Isaías.” °°° Lucas 3, 1-6. La Palabra de Dios es la fuente principal para
adentrarnos en el Misterio de Dios; el punto de reflexión para edificar nuestra
personalidad;
el medio por el cual
navegan nuestros sentimientos, nuestros afectos, nuestros deseos, nuestras
esperanzas, nuestro caminar. No podemos defraudar a Dios después de haber
escuchado su Palabra, no podemos continuar en el mismo camino del desorden
moral: la mentira, la crítica destructiva, la mundanidad espiritual, el estar
comparándonos con los demás, el creer que estamos bien, porque no somos tan
malos como los demás. El hijo de Zacarías, la voz que grita en el desierto,
propone el reto para todos aquellos que deseen alcanzar el Reino prometido por
Jesús de Nazareth: “Preparen el camino del Señor, Ábranle vías rectas. Toda
hondonada debe rellenarse” °°° (Lucas 3,
4-5).
El bautista es el personaje
para este domingo, es la figura del adviento, aparece como el último profeta
del Antiguo Testamento. Es el ejemplo de la penitencia, de la oración, del
sacrificio, el humilde, el prudente, Aquel que presenta al Nazareno, como el
cordero que quita el pecado del mundo. Aprendemos de Juan, lo que mucho se le
valora y aprecia a un ser humano: La coherencia entre lo que dice y lo que
hace. El Papa Francisco era muy enfático en su homilía advirtiendo una tarea de
reconciliación y conversión: “¿Construyes tu vida sobre la roca de Dios, o
sobre la arena de la mundanidad, el orgullo y la vanidad? °°° el Santo Padre,
piensa que el decir es un modo de creer,
pero muy superficial °°°
La propuesta de Jesucristo
es concreta: “Conviértanse y crean en la Buena Nueva” (Marcos 1,15). Nuestra
conversión debe llevar a un cambio de conducta y de corazón. (Cfr. Isaías
1,10-19). La conversión debe ser fruto del Espíritu de Dios. (Cfr. Lucas 3,
16-17). Hay que comenzar a vivir desde la fe: convertirse al pensamiento y al
sentir de Dios. El salmo 15 de la Escritura, es la presentación de una persona
plenamente convertida: “¿quién habitará en tu monte santo? El de conducta
íntegra, que actúa con rectitud, que es sincero cuando piensa y no calumnia con
su lengua; que no daña a conocidos, ni agravia a su vecino” °°° Cuida tu salud:
Te reconcilias y aprendes a ser un buen cristiano. Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué.