11 de marzo 2019. El Padre. Paul Scalia, sacerdote de la
Diócesis de Arlington en Virginia e hijo del fallecido juez provida de la Corte
Suprema de Estados Unidos, Antonin Scalia, explicó las razones por las cuales
el celibato es esencial en la Iglesia y por qué abolirlo no soluciona el grave
problema de los abusos sexuales en la Iglesia. “En los últimos seis meses la
Iglesia ha sufrido por las horribles revelaciones de los abusos sexuales por
parte del clero, la práctica homosexual y el encubrimiento de los responsables.
Como es de entender, estos escándalos han provocado que algunos propongan la
posibilidad de terminar con el celibato en la Iglesia Católica”, escribe el
sacerdote en un artículo titulado “La Epifanía del Celibato”.
Sin embargo, reconoció, “los escándalos dan testimonio de
esta verdad: uno de los horrores de la presente crisis es precisamente que los
padres espirituales –no cualquiera sino los padres espirituales– han abusado de
los niños que les han sido confiados”. Tras señalar que “las discusiones acerca
de este tema inevitablemente incluyen la insistencia en que no es doctrina,
sino disciplina (como si la disciplina en la Iglesia fuera algo que pudiera ser
tratado a la ligera)”, el P. Scalia destacó que “de hecho, la Iglesia habla del
celibato no solo como una disciplina, sino como un carisma. Es un don
otorgado a algunos para el beneficio de todos; es dado a algunos miembros para
la edificación de todo el Cuerpo”. “Por medio del carisma del celibato,
algunos en la Iglesia se entregan, con corazón indiviso, al servicio del Señor
y del Reino proclamado en la Escritura. Por medio de él ‘se dedican más
libremente en Él y por Él al servicio de Dios y de los hombres, sirven más expeditamente a su reino’”.
El P. Scalia hace luego una reflexión del celibato a partir
de los obsequios que los Reyes Magos llevaron al Niño Jesús en la fiesta de la
Epifanía: oro, incienso y mirra. “El primero de ellos, el oro, es algo que
tiene un valor perdurable. Así también, el
celibato tiene un valor que perdura. A pesar de evidentes y dolorosas
fallas y de los constantes llamados a su eliminación, sigue siendo valioso”,
indicó. “De hecho, como el oro en una mala economía, su valor se incrementa en
una cultura pansexualista. Mientras la
gente busca la plenitud en la carne, el celibato apunta hacia una felicidad más
elevada y más auténticamente humana. Da testimonio de la verdad acerca de
que el hombre fue creado para algo más allá de lo material: para el verdadero
gozo, no solo el placer”, prosiguió.
“En este sentido debemos ver el celibato de Nuestro Señor
como el ‘estándar de oro’” y recordar que “todos los motivos o argumentos en
favor del celibato se reducen a lo siguiente: Jesucristo fue célibe. Cualquier celibato anterior a Él apunta al
suyo y todo celibato posterior a Él lo imita. Él santifica este estado de vida
y le da significado”. El Señor Jesús, continuó el sacerdote, “fue célibe por
una razón y por lo tanto revela el propósito del celibato sacerdotal: amar a la Iglesia y entregarse por ella;
para santificarla; para purificarla con el agua de la palabra; para
presentar la Iglesia en esplendor, para que sea santa y sin mancha”.
“Su celibato habla tanto a los solteros como a los casados.
Les enseña cómo cultivar la madurez y el
autodominio para vivir de una manera casta y célibe. Alguien incapaz de
vivir una vida casta y célibe carece del autodominio necesario para entregarse
a sí mismo en el matrimonio. En este sentido, el celibato casto es el necesario precursor de todas las vocaciones”.
Hablando luego del incienso que habla del misterio también
la liturgia, el P. Scalia señaló que “como testimonio de algo más, el celibato debe ser misterioso y causar
admiración. Las preguntas que se hacen las personas del mundo sobre el
celibato denotan que este está cumpliendo parte de su función”. “Su asombro nos
provee de una oportunidad para hablar del propio celibato casto de Cristo, de
sacrificio, y del mundo por venir. La pregunta nos provee de una oportunidad
para hablar de Aquél que trasciende todos los amores y del Reino que se ha
adueñado de nuestros corazones”.
Hablando luego de la mirra, que se colocaba en los muertos
antes, el presbítero explicó que el celibato “nos recuerda la muerte y la naturaleza pasajera de este mundo.
Aquellos que abrazan el celibato eligen vivir aquí y ahora lo que todos vivirán
en el mundo por venir. El matrimonio existe solamente en este mundo. El celibato nos habla de la dimensión del
‘ya pero todavía no’ de la fe”.
“El mundo caído siempre se presentará a sí mismo como
nuestro destino final. Nos conmina a permanecer, a echar raíces y a dar por
terminada nuestra peregrinación. De la misma manera, el cuerpo -la carne- nos
insiste en encontrar nuestra realización última sólo en él. La gente va de placer en placer,
persiguiendo lo que la carne siempre promete pero que nunca puede cumplir.
Incluso el matrimonio sufre esta realidad”, dijo.
“Si el cuerpo no
tuviera valor -si la sexualidad fuera mala- entonces no significaría nada su
ofrecimiento en el celibato”, precisó. “Tal como es, el celibato vive como un signo de que el cuerpo no es sólo un objeto
sino un recipiente sagrado; tiene dignidad y es capaz de ser santificado.
El celibato es un sacrificio precisamente porque el cuerpo y la sexualidad son
buenos” afirmó el sacerdote. El P.
Scalia recordó luego la centralidad de
la oración para poder vivir el celibato, que además es uno de sus
propósitos: “el sacerdote recibe este carisma no tanto para que pueda verse
libre del matrimonio o la familia, o incluso libre para trabajar, sino para que
pueda ser libre para orar”. Para concluir, el sacerdote explicó la importancia
de tener amigos, hermanos, que también viven el celibato con quienes se
“comparte una misión y un propósito. Segundo, y quizá más prácticamente, porque
nos provee de aquellos que nos pueden llamar a cuentas y corregirnos”. Fuente:
Aciprensa. Redacción.