10 de junio 2018. Durante el rezo del Ángelus Regina coeli
este domingo en la Plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco señaló
que es fundamental acoger la palabra de Jesús y no entregarse a la tentación de
la calumnia: “Acoger la palabra de Jesús nos hace hermanos entre nosotros, nos
hace familia de Jesús. La calumnia destruye la fama de los demás y nos hace
familia del diablo”. El Pontífice, además, exhortó a estar atentos a las “malas
hierbas” de la envidia que puedan surgir en el interior de la persona.
“Si
examinando nuestra conciencia descubrimos que esta mala hierba ha germinado
dentro de nosotros, debemos ir rápidamente a confesarlo en el sacramento de la
Penitencia, antes de que se desarrolle y produzca sus efectos malignos”. “Estad
atentos, porque esta actitud destruye las familias, las amistades, la comunidad
y, por último, la sociedad”.
El Papa recordó que los ataques de los escribas a Jesús, que
lo acusaban de endemoniado, se debían a la envidia: “Puede suceder que una
envidia fuerte por la bondad y por las buenas obras de una persona pueda llevar
a acusarlo falsamente. Aquí hay un veneno mortal: la maldad con la que, de
forma premeditada, se quiere destruir la buena fama de otro. ¡Dios nos libre de
esta terrible tentación!”. En este sentido, explicó que “los escribas eran
hombres instruidos en las Sagradas Escrituras y encargados de explicarlas al
pueblo. A algunos de ellos los enviaban desde Jerusalén a Galilea, donde la
fama de Jesús comenzaba a difundirse, para desacreditar al Señor ante los ojos
de la gente”. “Estos escribas llegaban con una acusación concreta y terrible:
‘Está poseído por Belcebú y por el príncipe de los demonios expulsa los
demonios’. De hecho, Jesús curaba a muchos enfermos, y ellos querían hacer
creer que lo hacía no con el Espíritu de Dios, sino con el del Maligno. Con la
fuerza del diablo”.
Ante estas acusaciones de los escribas “Jesús reacciona con
palabras fuertes y claras. No tolera esto porque aquellos escribas, quizás sin
saberlo, estaban cayendo en el pecado más grave: negar y blasfemar contra el
Amor de Dios que está presente en la obra de Jesús. Es el pecado contra el
Espíritu Santo, único pecado imperdonable porque parte de una cerrazón del
corazón a la misericordia de Dios que actúa en Jesús”. Por otro lado, el
Evangelio de este domingo presenta también la incomprensión de los familiares
de Jesús, que “estaban preocupados porque su nueva vida itinerante les parecía
una locura. De hecho, Él se mostraba tan disponible con la gente, sobre todo
con los enfermos y los pecadores, que ni siquiera tenía tiempo para comer”. “Jesús
era así: primero, la gente; servir a la gente, curar a la gente, ayudar a la
gente, enseñar a la gente y no tenía tiempo ni para comer”.
Entonces, los familiares de Jesús “habían decidido llevarlo
a Nazareth. Llegaron al lugar donde Jesús se encontraba predicando y lo
llamaron. Entonces le dijeron: ‘Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están
fuera y te buscan’. Él les responde: ‘¿Quién es mi madre y mis hermanos?’, y
mirando a las personas que estaban a su alrededor para escucharlo, añadió:
‘Estos son mi madre y mis hermanos’”. “Jesús –explicó– Francisco ha formado una
nueva familia, no basada en los vínculos naturales, sino en la fe en Él, en su
amor que acoge y que nos une entre nosotros en el Espíritu Santo. Todos
aquellos que acojan la palabra de Jesús son hijos de Dios y hermanos entre
ellos”. Aquella respuesta de Jesús “no es una falta de respeto hacia su madre y
sus familiares. De hecho, para María es el reconocimiento más grande, porque
precisamente ella es la perfecta discípula que ha obedecido en todo a la
voluntad de Dios. Que la Virgen Madre nos ayude a vivir siempre en comunión con
Jesús, reconociendo la obra del Espíritu Santo que actúa en Él y en la Iglesia,
regenerando el mundo a una nueva vida”.
Fuente: Aciprensa.