26
de junio 2018. El Papa Francisco llamó a “considerar la calidad ética y
espiritual de la vida en todas sus fases”, y recordó que “hay una vida humana
concebida, una vida en gestación, una vida salida a la luz, una vida niña, una
vida adolescente, una vida adulta, una vida envejecida y consumada, y existe la
vida eterna”.
El Santo Padre realizó esta valoración en el discurso que
pronunció ante los participantes en la XXIV Asamblea General de la Pontificia
Academia para la Vida, en la que, como señaló el Papa, “el tema de la vida
humana se situará dentro del amplio contexto del mundo globalizado en el que
hoy vivimos”.
Francisco
incluso fue más allá y aseguró que “hay una vida que es familia y comunidad,
una vida que es invocación y esperanza. Como también existe la vida humana
frágil y enferma, la vida herida, ofendida, envilecida, marginada, descartada.
Siempre es vida humana”. Por ello, subrayó la importancia de comprometerse con
la vida en todos los contextos, porque “cuando entregamos a los niños a las
privaciones, los pobres al hambre, los perseguidos a la guerra, los ancianos al
abandono, ¿no hacemos nosotros mismos, en cambio, el trabajo ‘sucio’ de la
muerte? ¿De dónde viene el trabajo sucio de la muerte? Viene del pecado”.
“Excluyendo al otro de nuestro horizonte, la vida se repliega sobre sí misma y
se convierte en un bien de consumo”.
Así,
expresó la necesidad de cultivar una visión global de la bioética que desactive
“la complicidad con el trabajo sucio de la muerte, sostenido por el pecado”. “Esta
bioética no se moverá partiendo de la enfermedad y de la muerte para decidir el
sentido de la vida y definir el valor de la persona. Se moverá, más bien, a
partir de la profunda convicción de la dignidad irrevocable de la persona
humana, así como Dios ama, la dignidad de cada persona, en cada etapa y
condición de su existencia, en la búsqueda de formas de amor y de cuidado con
que se deben tratar a su vulnerabilidad y su fragilidad”. De esa manera, en
primer lugar, esta bioética global “será una forma específica de desarrollar la
perspectiva de la ecología integral”.
“En
segundo lugar, una visión integral de la persona, se trata de articular con
creciente claridad todos los vínculos y las diferencias concretas en las que
habita la condición humana universal y que nos involucran a partir de nuestro
cuerpo”. El Papa destacó la necesidad de “proceder con un cuidadoso
discernimiento de las complejas diferencias fundamentales de la vida humana:
del hombre y de la mujer, de la paternidad y de la maternidad, de la filiación
y de la fraternidad, de la sociabilidad y también de todas las diferentes
edades de la vida”.
“La
bioética global nos insta, pues, a la sabiduría de un discernimiento profundo y
objetivo del valor de la vida personal y comunitaria, que debe preservarse y
promoverse incluso en las condiciones más difíciles. También debemos afirmar
con fuerza que, sin el apoyo adecuado de una proximidad humana responsable,
ninguna regulación puramente jurídica y ningún auxilio técnico podrán, de por
sí, garantizar condiciones y contextos relacionales que correspondan a la dignidad
de la persona”.
Por
último, señaló que “la cultura de la vida debe dirigir con más seriedad la
mirada a la ‘cuestión seria’ de su destino final”. “Necesitamos interrogarnos
más profundamente sobre el destino final de la vida, capaz de restaurar dignidad
y significado al misterio de sus afectos más profundos y sagrados. La vida del
hombre, hermosa de maravillar y frágil de morir, va más allá de sí misma: somos
infinitamente más de lo que podemos hacer por nosotros mismos”, aseguró.
Fuente: Aciprensa.