Evangelio para el Domingo 3 de
junio 2018. °°° «Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo
partió y se lo dio, diciendo: «Tomad,
esto es mi cuerpo.» Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la
dio, y todos bebieron”. °°° Marcos 14, 12-16. 22-26. Celebramos con gozo la
solemnidad, ante la presencia real del Hijo de Dios a través de su cuerpo y de
su sangre “Corpus Christi”.
Recordamos con gratitud los designios de Dios a
través del llamado “Milagro de Bolsena” en el año 1263. El mismo Papa Urbano IV
a través de la Bula “Transiturus” abre el camino para que nuestra Iglesia
centre su atención en Jesús Eucaristía. Hoy, los que creemos en Cristo como el
Mesías, el salvador y redentor; como Aquel que se quiso quedar en la cena del
cristianismo, para ser comido y bebido (cf. Juan 6, 51-58) y a la vez ofrecer
vida eterna: Lo adoramos, a través del sacramento eucarístico, tal como lo
enseñó Santo Tomás de Aquino: “Tantum ergo Sacraméntum, Venerémur cérnui” °°°
(Veneremos, pues, inclinados tan grande Sacramento).
La Eucaristía es
celebrada por el mismo Salvador del mundo, como signo de comida, unidad,
caridad, servicio, amor y entrega total. Cada vez que celebramos la Eucaristía
se hace presente de una forma especial y en su misterio la Gracia y la
misericordia de Dios. La Eucaristía es la fuente y cumbre de la vida eclesial.
Es la cima de toda la vida cristiana. Todos los sacramentos están unidos a la
Eucaristía y a ella se ordenan. Así lo enseña nuestro catecismo católico (cf.
Numeral 1324). No podemos dejar de darle gracias a Dios por el valor infinito
de su cuerpo y de su sangre: un pan ázimo y una copa de vino, lograron
transformar la mentalidad de hombres y mujeres, quienes aprendimos la eterna
lección: “Hagan eso en memoria mía”. Es
el consejo sabio del máximo presidente de la Eucaristía; nosotros le
respondemos: así es Señor, sólo tú, tienes palabras de vida eterna. No nos
agotaremos de festejar ese sacramento de la vida, de la pascua, de la
esperanza, de la eternidad. Somos plenamente conscientes que necesitamos una
alimentación integral, que fortalezca nuestro espíritu, que purifique nuestro
cuerpo, que revitalice nuestros sentimientos, que oriente nuestra conciencia,
que impulse nuestro apostolado para convertir la Eucaristía en vida cristiana.
Podemos repetir en comunión con el Papa san Juan Pablo II: “La Eucaristía es un
tesoro inestimable” (cf. Ecclesia de Eucharistia, 25c). Cuida tu salud: Es un deber nuestro
prepararnos para la Eucaristía: “Examínese cada cual y coma así el pan y beba
la copa” (1 Corintios. 11, 28). Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.