3 de junio 2018. El Papa Francisco comenzó a hablar antes de
rezar el Ángelus Regina coeli explicando
que en muchos países “se celebra la solemnidad del Santísimo Cuerpo y la Sangre
de Cristo, es decir, el Corpus Domini” y que se trata de “un misterio de
atracción a Cristo”. “La fiesta del Corpus Domini es un misterio de atracción a
Cristo y de transformación en Él”, indicó. Francisco recordó el Evangelio de la
última cena y señaló que “desde ese testamento de
amor, la comunidad cristiana
se reúne cada domingo y cada día, entorno a la Eucaristía”. Añadió que “cada
vez que celebramos la Eucaristía, mediante este sacramento así sobrio y junto
solemne, nosotros hacemos experiencia de la Nueva Alianza, que realiza en
plenitud la comunión entre Dios y nosotros”.
Toda Eucaristía “mientras constituye un acto de culto
público a Dios, se refiere a la vida y eventos concretos de nuestra
existencia”. “Mientras nos nutrimos del Cuerpo y Sangre de Cristo, somos
asimilados a Él, recibimos en nosotros su amor, no para tenerlo para nosotros
celosamente, sino para compartirlo con los demás”. El Pontífice explicó
entonces que “es una presencia que como fuego quema en nosotros las actitudes
egoístas, nos purifica de la tendencia de dar solo cuando hemos recibido, y
enciende el deseo de hacer también en nosotros, en unión con Jesús, pan partido
y sangre derramada por los hermanos”.
“Es escuela de amor concreto, paciente y sacrificado, como
Jesús en la cruz”, que “nos enseña a ser más acogedores y disponibles hacia
cuantos están en búsqueda de comprensión, de ayuda, de que les animen, y son
marginados y están solos”. “La presencia de Jesús vivo en la Eucaristía es como
una puerta, una puerta abierta entre el templo y el camino, entre la fe y la
historia, entre la ciudad de Dios y la ciudad del hombre”. Sobre las
procesiones que se realizan en muchos países, afirmó que “constituyen un signo
elocuente del hecho de que Jesús, muerto y resucitado, continúa recorriendo los
caminos del mundo, se une a nosotros y guía nuestro camino: alimenta la fe, la
esperanza y el amor; reconforta en las pruebas, sostiene el compromiso por la
justicia y la paz”. El Papa recordó que él mismo presidiría una procesión en la
localidad de Ostia, a las afueras de Roma, “como hizo el beato Pablo VI hace 50
años”. Fuente: Aciprensa.