Evangelio
para el domingo 19 de mayo 2019. « °°° «Hijitos, voy a estar poco tiempo con
vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros. Como yo os
he amado, amaos vosotros mutuamente. La señal por la que todos reconocerán que
sois discípulos míos, será el amor que tengáis unos por otros.» °°° Juan 13,
31-33ª. 34-35. Una misión embarga una
cantidad de experiencias de diversos tonos: ratos desagradables, decepciones
con las personas, temores que aparecen. También muchos momentos buenos.
El Hijo
de Dios prefiere cimentar la misión en el amor, sobre una base sólida y
renovadora: Es sólida porque el amor no admite ambigüedades. Es renovadora,
porque la antigua tradición se contentaba con expresar el amor a Dios a través
de ritos y fórmulas. Según el Maestro; el amor a Dios, pasa a través del amor a
los demás y se convierte en la carta de presentación de un cristiano. Nadie
puede atreverse a decir que ama a Dios, mientras lastima a su hermano, censura
a los demás, destruye la dignidad del otro. (cf. 1 Juan 4, 20).
Los
profundos sentimientos de Dios, proponen cuatro mandatos para encontrar una
nueva civilización: el mandamiento del amor “habiendo amado a los suyos, los
amó hasta el extremo”. (Juan 13,1). El
servicio, que se traduce como la epifanía del amor en la enseñanza de Jesús “no
vine para ser servido, sino para servir”. (Mateo 20,28). La invitación al perdón y a la reconciliación
“es necesario perdonar 70 veces Siete” (Mateo 18,22). El resultado es la tolerancia. Y el cuarto
mandato es la Iglesia. Una comunidad de hombres y mujeres, de bautizados, que
nos dejamos guiar por el mandato del Salvador. Amar a Dios, amar a los demás,
amarse así mismo.
El
Papa san Juan Pablo II, meditando sobre el cántico del profeta Isaías, proponía
la civilización del amor como el anhelo de la humanidad. (cf. Isaías 2, 2ª.3ª.4b.)
El testamento de Jesús y el signo del cristiano, están en la fuente del amor.
Así lo expresó nuestro Papa emérito, Benedicto XVI. “Sólo seremos de verdad
bienaventurados, felices, cuando entremos en la lógica divina del don, del amor
gratuito, si descubrimos que Dios nos ha amado infinitamente para hacernos
capaces de amar como Él, sin medida” (Papa Francisco). El Maestro del amor
tiene mucho que enseñarnos. Él mismo colocó el sello del amor en su vida y en
su Palabra. °°° El amor, y no el temor, era el perfume que ese fascinante Maestro exhalaba
para atraer a las criaturas y hacerlas verdaderamente libres: “No debías tú
también compadecerte de tu compañero” °°° (cf. Mateo 18, 23-25.) Augusto Cury. Cuida
tu salud: El amor logra su cometido en la santidad de vida. Padre, Jairo Yate
Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.