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de mayo 2019. La Ascensión del Señor, misterio glorioso que encumbra y
plenifica la misión de Jesús el Salvador. Como lo dice la Sagrada Escritura:
“El Señor, todo lo hace bien, el Señor todo lo sabe, el Señor se adelanta a lo
que va a acontecer con motivo de su partida a la derecha del Padre celestial. Orientador:
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué. “La Escritura dice que el
Mesías debía sufrir la muerte y resucitar al tercer día, y que en su nombre se
hará en todo el mundo un llamado al arrepentimiento para obtener el perdón de
los pecados.” (Lucas 24, 46-53). En la obra del Maestro no existe la
posibilidad de improvisaciones, no hay espacio, ambiente, situación y momento
en que Él no haya dado el consejo indicado, el camino a seguir, la norma a
tener en cuenta. En fin, su
planteamiento es una vida eminentemente evangélica.
Sabiamente, recuerda a todos sus
seguidores: “el Mesías debía sufrir la muerte y resucitar al tercer día, y que
en su nombre se hará en todo el mundo un llamado al arrepentimiento para
obtener el perdón de los pecados”. Y eso fue lo que realmente ocurrió. Toda su
obra guarda un hilo conductor, que se traduce en su ministerio, la pasión, la
muerte, la resurrección, la presencia dinámica y unificadora de su Santo
Espíritu.
Hablar de la Ascensión es caer en
ese mar de Gracia y de bondad del Hijo de Dios: ofrece su perdón con la antesala del arrepentimiento; nos abre las
puertas del universo para que podamos dar testimonio de El ante el mundo; envía
su Espíritu para que todas las cosas salgan bien, como Él las supo hacer; por
último, bendice, para que todo aquello que se nos ocurra realizar por la obra
de Dios, sea para su gloria y bendición de su Santo Nombre.
Es la hora de construir un mundo
mejor, es la hora de darle una respuesta a Dios, es el momento crucial para
decirle a tantos hombres y mujeres que no estamos conformes con el ambiente
anti-cristiano de la sociedad actual; ni mucho menos, con la violación de los
derechos, con la injusticia social, con el hambre, con el odio, con la guerra,
con el uso de la fuerza, con la carrera armamentista. Basta ya, de creer tener
el método indicado para lograr la paz internacional; basta ya de tantos
engaños; basta ya de jugar con la vida, la seguridad y el bienestar de nuestros
hermanos colombianos. “Quien no hace nada por cambiar este mundo, no cree en
otro mejor”. Así son las reglas de juego del misterio de la Ascensión, no es el
cumplimiento de un itinerario de Dios Padre para con su Hijo, sino que es el programa de vida para un mundo mejor.
Ama en lugar de odiar, perdona en lugar de condenar, ayuda en lugar de
criticar, trabaja en lugar de destruir, valora en lugar de escandalizar, vive
en comunión con los demás en lugar de sembrar la cizaña social.
El
Papa Francisco, al presidir el Regina Coeli, 8 de mayo 2016 comentó la Fiesta
de la Ascensión de Jesús al cielo y explicó que da inicio a una vida nueva que
lleva a anunciar el amor de Dios en todo lugar y circunstancia. En muchos
países del mundo, la Iglesia celebra este domingo la Ascensión de Jesús al
cielo, 40 días después de la Pascua y una semana antes de Pentecostés.
El
Papa dijo también que así “contemplamos el misterio de Jesús que sale de
nuestro espacio terreno para entrar en la plenitud de la gloria de Dios, llevando
consigo nuestra humanidad”. “En este cielo habita ese Dios que se ha revelado
así de cercano hasta tomar el rostro de un hombre, Jesús de Nazaret. ¡Él
permanece para siempre, el Dios-con-nosotros y no nos deja solos!”, exclamó. El
Pontífice aseguró que “podemos mirar a lo alto para reconocer ante nosotros a
nuestro futuro. En la Ascensión de Jesús, el Crucificado Resucitado, está la
promesa de nuestra participación a la plenitud de vida ante Dios”.
Francisco
recordó como después de que los discípulos vean subir al cielo a Jesús,
“vuelven a la ciudad como testimonios que con alegría anuncian a todos la vida
nueva que viene del Crucificado Resucitado, por cuyo nombre ‘serán predicados a
todos los pueblos la conversión y el perdón de los pecados’”. "Éste es el testimonio que cada domingo
debería salir de nuestras iglesias para entrar durante la semana en las casas,
en las oficinas, en las casas para los ancianos, en los lugares llenos de
inmigrantes, en los lugares de encuentro y divertimento, en los hospitales,
en las periferias de la ciudad…”.
“Jesús
nos ha asegurado en este anuncio y en este testimonio –continuó- que seremos
revestidos de potencia de lo alto, es decir, con la potencia del Espíritu
Santo”. Según el Papa, el “secreto de esta misión” está en “la presencia entre
nosotros del Señor resucitado, que con el don del Espíritu Santo continua a
abrir nuestra mente y nuestro corazón para anunciar su amor y su misericordia
también en los ambientes más difíciles de nuestras ciudades”. “El Espíritu Santo es el verdadero artífice
de las diversas formas de testimonio con las que la Iglesia y todo bautizado
hacen al mundo”.
Antes
de concluir, el Santo Padre indicó que “no podemos nunca olvidar el
recogimiento en la oración para alabar a Dios e invocar el don del Espíritu
Santo”. “En esta semana, que lleva a la fiesta de Pentecostés, permanezcamos
espiritualmente en el Cenáculo, junto a la Virgen María, para acoger el
Espíritu Santo. Lo hacemos también ahora”, terminó. Fuente: Aciprensa. Álvaro
de Juana.
Nuestro
Papa Emérito Benedicto XVI, reflexionaba en torno a la Ascensión del Señor,
diciendo: La Ascensión nos dice que en Cristo nuestra humanidad es llevada a
las alturas de Dios; así cada vez que rezamos, la tierra se une con el Cielo. Y
como el incienso cuando se quema hace subir hacia lo alto su humo suave y
perfumado, así cuando elevamos al Señor nuestra fervorosa oración llena de
confianza a Cristo, esta atraviesa los cielos y alcanza el Trono de Dios, y es
por Él escuchada y satisfecha. En la célebre obra de san Juan de la Cruz,
Subida del Monte Carmelo, leemos que para "ver realizados los deseos de
nuestro corazón no hay nada mejor que poner la fuerza de nuestra oración en lo
que más le gusta a Dios. Entonces Él no nos dará solamente lo que le pedimos, o
sea la salvación, sino también lo que Él ve que sea conveniente y bueno para
nosotros, aún si no se lo pedimos". Supliquemos a la Virgen María para que
nos ayude a contemplar los bienes celestiales que el Señor nos promete, y a
volvernos testimonios siempre más creíbles de la vida divina. (Benedicto XVI,
20 de mayo de 2012).
El
padre, Pablo Andrés Palacio Montoya. Licenciado en biblia, Arquidiócesis de
Medellín, Colombia, afirma que: Hay un
aspecto digno de mención en los escritos del Nuevo Testamento (a excepción de Hechos):
Jesús subió al cielo el mismo día de la Resurrección: Romanos 8,34; Filipenses l
2, 8-9; 1 Tesalonicenses 1,10; 1 Pedro
3, 21-22; véase sobre todo el sermón a los Hebreos, donde se afirma que Cristo
pasó directamente de su resurrección al cielo (1,3; 9,12; 10,12; 12,2). Pero
donde más clara aparece esta idea es en los mismos evangelios: en el ya citado
Marcos 16,19, Jesús sube al cielo el
mismo domingo de Pascua; es más: en la aparición a los discípulos de Emáus
se dice que el Mesías ya ha entrado en su gloria (24,26); algo similar afirma
Jesús en el discurso final de Mateo, ya que la expresión “he recibido pleno
poder en el cielo y en la tierra”, da a entender que ya ha tenido lugar la
ascensión (24,26). Finalmente, en el Cuarto Evangelio el Resucitado dice a
María Magdalena: “subo a mi Padre y al Padre de ustedes” (20,17), acciones
cumplidas el mismo día de Pascua.
Entendidas
así las cosas, con la ascensión de Jesús al cielo se quiere indicar que el Resucitado ha sido ya glorificado por el
Padre: se trata de su exaltación, pues, habiendo llevado a plenitud la obra
de la salvación, ha recibido ya la confirmación del Padre de que todo aquello
que hizo ha sido favorable a sus ojos.
Ahora
bien: volviendo a la comparación entre la ascensión según el Evangelio y los
Hechos de los apóstoles, en ésta última obra, escrita unos diez años después,
Lucas refiere el tiempo simbólico de los cuarenta días para tratar de corregir
un error que se extendía entre los cristianos, quienes pensaban que con sus
apariciones Cristo había regresado definitivamente para instaurar su reino en
la tierra y que por tanto ya no había que trabajar y esforzarse. Por eso el autor
sagrado ilumina esta realidad afirmando que efectivamente Cristo se apareció, pero que dichas apariciones tuvieron un fin, de
modo que ya no debían “seguir mirando al cielo”, sino que era necesario
asumir una actitud responsable prolongando la presencia de Jesús ya
glorificado. Así, al “desaparecer” el Maestro debe “aparecer” la Iglesia,
hombres y mujeres que continúan su misión. Y es precisamente en el final del
Evangelio (vv. 52-53) donde se nos muestra la comunidad en actitud de
obediencia: los Once se postran ante Aquel que ha sido exaltado y en actitud de
continua alegría alaban a Dios.