Evangelio
para el domingo 26 de mayo 2019. « °°° « Os digo estas cosas
mientras permanezco con vosotros. El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre
enviará en mi nombre, será quien os lo enseñe todo recordándoos todo cuanto os he dicho.” °°°
Juan 14, 23-29. Jesús nos revela el amor
de su Padre, y lo propone como consigna de unidad y libertad: El mismo Maestro
lo acentúa “El que me ama guardará mis palabras”. Es un amor engalanado, con una buena cantidad
de adjetivos que lo cualifican y ennoblecen: es el amor de la entrega, es el
amor del perdón, es el amor del servicio, es el amor al hermano, es el amor del
sacerdote, es el amor del humilde, es el amor que dejó de ser de mi tierra y se
globalizó en el universo para convertirse en ayudas humanitarias, en tratados
internacionales, en unidad de pueblos, es encuentro de naciones.
El
Espíritu de Dios tiene la última palabra. Nada podemos hacer si no es con la
ayuda del Espíritu. Quienes se han dejado guiar por el Espíritu, han alcanzado
la gloria de la santidad, del martirio, hombres y mujeres gigantes en el
apostolado de la Fe. No en vano Pablo y Bernabé, tomaron una decisión crucial
en su tiempo: “El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponerles
ninguna obligación fuera de lo indispensable” (Hechos 15, 28). Ser discípulo de Cristo no es estar sometido a
preceptos y leyes, es dejarse guiar por el viento impetuoso del Espíritu Santo.
La obra del Maestro de Nazareth,
continúa su rumbo gracias al Espíritu del Padre celestial. Lo que no
entendemos, lo que no podemos, aquello que causa desacierto, encontrará su
solución gracias a la asistencia del Espíritu Santo. Será el que consolará, asistirá, defenderá,
protegerá a los Apóstoles, a la Iglesia y a nosotros mismos.
Es
el culmen de la obra de Cristo y el inicio de la misión de nosotros como
Iglesia. La misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo se encuentran, enlazadas
la una con la otra, se complementan, afirman la verdad y la victoria del amor:
Así lo enseñó el salvador del mundo: “El que sabe mis mandamientos y los
guarda, ese me ama” (Juan 14,21). Quien no lo logre, se convertirá en un
arrogante y orgulloso, así como lo entendió el psiquiatra brasileño Augusto
Cury: “El Maestro se da cuenta que el alma humana está enferma por la
impaciencia, la rigidez, la intolerancia, la dificultad para contemplar lo
bello, la incapacidad de darse sin esperar la contrapartida del retorno. “El que
no ama, no guarda mis palabras” (Juan 14, 24). Cuida tu salud: Amar nos permite
entendernos con los demás. Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué.