1 de junio 2019. Peregrinar es el desafío de transmitir la
mística de vivir juntos. Homilía del Papa Francisco en la Misa del Santuario
mariano Sumuleu Ciuc de Rumanía. Con alegría y agradecimiento a Dios, me
encuentro hoy con ustedes, queridos hermanos y hermanas, en este querido
Santuario mariano, rico de historia y de fe, donde como hijos venimos a
encontrarnos con nuestra Madre y a reconocernos como hermanos. Los santuarios,
lugares casi “sacramentales” de una Iglesia hospital de campaña, guardan la
memoria del pueblo fiel que en medio de sus tribulaciones no se cansa de buscar
la fuente de agua viva donde refrescar la esperanza. Son lugares de fiesta y
celebración, de lágrimas y petición. Venimos a los pies de la Madre, sin muchas
palabras, a dejarnos mirar por ella y que con su mirada nos lleve a aquel que
es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14,6).
No lo hacemos de cualquier manera, somos peregrinos. Aquí́,
cada año, el sábado de Pentecostés, peregrinan para honrar el voto de sus
antepasados y para fortalecer la fe en Dios y la devoción a la Virgen,
representada en su imponente talla. Esta peregrinación anual pertenece a la
herencia de la Transilvania, pero honra de forma conjunta las tradiciones
religiosas rumanas y húngaras, en la que participan también fieles de otras
confesiones, y es un símbolo de diálogo, unidad y fraternidad; una llamada a
recuperar los testimonios de fe hecha vida y de vida hecha esperanza.
Peregrinar es saber
que venimos como pueblo a nuestra casa. Un pueblo cuya riqueza son sus mil
rostros, culturas, lenguas y tradiciones; el santo Pueblo fiel de Dios que con
María peregrina cantando la misericordia del Señor. Si en Caná de Galilea,
María intercedió́ ante Jesús para que realizara el primer milagro, en cada
santuario vela e intercede no solo ante su Hijo sino también ante cada uno de
nosotros para que no nos dejemos robar
la fraternidad por las voces y las heridas que alimentan la división y
fragmentación. Los complejos y tristes acontecimientos del pasado no se
deben olvidar o negar, pero tampoco pueden constituir un obstáculo o un motivo
para impedir una anhelada convivencia fraterna.
Peregrinar significa sentirse convocados e impulsados a caminar juntos pidiéndole al Señor la
gracia de transformar viejos y actuales rencores y desconfianzas en nuevas
oportunidades para la comunión; es desinstalarse de nuestras seguridades y
comodidades en la búsqueda de una nueva tierra que el Señor nos quiere regalar.
Peregrinar es el desafío de descubrir y
transmitir la mística de vivir juntos, de no tener miedo a mezclarnos,
encontrarnos y ayudarnos. Peregrinar es participar de esa marea algo caótica
que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, caravana
siempre solidaria para construir la historia (cf. Exhortación. apostólica.
Evangelii gaudium, 87).
Peregrinar es mirar no tanto lo que podría haber sido —y no
fue—, sino todo aquello que nos está esperando y no podemos dilatar más. Es
creerle al Señor que viene y que está en medio de nosotros promoviendo e
impulsando la solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad y
justicia (cf. ibíd., 71). Es el
compromiso de luchar para que los rezagados de ayer, sean los protagonistas del
mañana, y los protagonistas de hoy no se vuelvan los rezagados del
mañana. Lo cual requiere el trabajo artesanal de tejer juntos el futuro. Por
eso estamos aquí para decir juntos: Madre enséñanos a hilvanar el futuro.
Peregrinar a este santuario nos hace volver la mirada a
María y al misterio de la elección de Dios. Ella, una muchacha de Nazaret,
pequeña localidad de Galilea, en la periferia del imperio romano y también en
la periferia de Israel, con su “sí” fue
capaz de poner en marcha la revolución de la ternura (cf. ibíd., 88). El
misterio de la elección de Dios que pone sus ojos en lo débil para confundir
a los fuertes nos impulsa y anima también a nosotros a decir sí, como ella,
para transitar los senderos de la reconciliación. Al que arriesga, el Señor no lo defrauda. Caminemos y caminemos
juntos dejando que sea el Evangelio la levadura que lo impregne todo y regale a
nuestros pueblos la alegría de la salvación. Fuente: Aciprensa. Imagen de Aciprensa