26 de junio 2019. Las cuatro huellas de un buen cristiano.
(cf. Hechos 2, 42. 44-45.) Audiencia del Papa Francisco. Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días! El fruto de Pentecostés, la poderosa efusión del
Espíritu de Dios sobre la primera comunidad cristiana, fue que muchas personas
sintieron sus corazones traspasados por el feliz anuncio – el kerigma- de la
salvación en Cristo y se adhirieron a Él libremente, convirtiéndose, recibiendo
el bautismo en su nombre y recibiendo a su vez el don del Espíritu Santo. Cerca
de tres mil personas entran a formar parte de esa fraternidad que es el hábitat
de los creyentes y el fermento eclesial de la obra de evangelización. El calor
de la fe de estos hermanos y hermanas en Cristo hace de sus vidas el escenario
de la obra de Dios que se manifiesta con prodigios y señales por medio de los apóstoles. Lo extraordinario se vuelve ordinario y la
vida cotidiana se convierte en el espacio de la manifestación del Cristo
viviente.
El evangelista Lucas nos lo cuenta mostrándonos a la iglesia
de Jerusalén como el paradigma de cada comunidad cristiana, como el ícono de
una fraternidad que fascina y que no debe
convertirse en mito pero tampoco hay que
minimizar. El relato de los Hechos deja que miremos entre las paredes de
la domus donde los primeros cristianos se reúnen como familia de Dios, espacio
de koinonia, es decir, de la comunión de amor entre hermanos y hermanas en
Cristo. Vemos que viven de una manera
precisa: “acudiendo a la enseñanza de los apóstoles y a la comunión, a la
fracción del pan y al as oraciones” (Hechos 2:42). Los cristianos escuchan asiduamente el didaché o la enseñanza
apostólica; practican unas relaciones interpersonales de gran calidad también a través de la comunión de bienes
espirituales y materiales; recuerdan al Señor a través de la “fracción del
pan“, es decir, de la Eucaristía, y dialogan con Dios en la oración. Estas son
las actitudes del cristiano, las cuatro huellas de un buen cristiano.
A diferencia de la sociedad humana, donde se tiende a hacer
los propios intereses,
independientemente o incluso a expensas de los otros, la comunidad de creyentes ahuyenta el individualismo para fomentar el
compartir y la solidaridad. No hay
lugar para el egoísmo en el alma de un cristiano: si tu corazón es egoísta, no
eres cristiano, eres mundano, que busca solo tu favor, tu beneficio. Y Lucas
nos dice que los creyentes están juntos (ver Hechos 2:44), La cercanía y la unidad son el estilo de los creyentes: cercanos,
preocupados unos de otros, no para chismorrear del otro, no, para ayudar, para
acercarse.
La gracia del bautismo revela, por lo tanto, el vínculo íntimo entre los
hermanos en Cristo que están llamados a compartir, a identificarse con los
demás y a dar “según la necesidad de cada uno” (Hechos 2:45), es decir, la
generosidad, la limosna, el preocuparse por el otro, visitar a los enfermos, ir
a ver a quienes pasan necesidades, a los que necesitan consuelo.
Y precisamente esta
fraternidad porque elige el camino de la comunión y de la atención a los necesitados, esta
fraternidad que es la Iglesia puede vivir una vida litúrgica verdadera y
auténtica: “Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo
espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y
sencillez de corazón. Alababan a Dios y
gozaban de la simpatía de todo el pueblo”. Hechos 2,46-47).
Por último, el relato de los Hechos nos recuerda que el
Señor garantiza el crecimiento de la comunidad (vea 2:47): la perseverancia de los creyentes en la alianza genuina con Dios y con
los hermanos se convierte en una fuerza atractiva que fascina y conquista a
muchos (ver Evangelii gaudium, 14), un principio gracias al cual vive la
comunidad creyente de cada época.
Pidamos al Espíritu Santo que haga de nuestras comunidades
lugares donde recibir y practicar la
nueva vida, las obras de solidaridad y de comunión, lugares donde las liturgias
sean un encuentro con Dios, que se convierte en comunión con los hermanos y las
hermanas, lugares que sean puertas abiertas a la Jerusalén celestial. Fuente:
Zenit org.