20 de junio 2019. La Catedral de Orvieto en Italia custodia
uno de los milagros eucarísticos más importantes en la historia de la Iglesia y
que motivó que el Papa Urbano IV instituyera la Solemnidad del Corpus Christi. A
mediados del siglo XIII, el P. Pedro de Praga dudaba de la presencia de Cristo
en la Eucaristía y realizó una peregrinación a Roma para rogar sobre la tumba
de San Pedro una gracia de fe. A su regreso, mientras celebraba la Santa Misa
en Bolsena, en la cripta de Santa Cristina, la Sagrada Hostia sangró y manchó
el corporal con la preciosísima sangre.
La noticia llegó rápidamente al Papa Urbano IV, que se
encontraba muy cerca en Orvieto, y pidió que le trajeran el corporal. La
venerada reliquia fue llevada en procesión y se dice que el Pontífice, al ver
el milagro, se arrodilló frente al corporal y luego se lo mostró a la
población.
Más adelante, el Santo Padre publicó la bula “Transiturus”,
con la que ordenó que se celebrara la Solemnidad del Corpus Christi en toda la
Iglesia el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad.
Asimismo, el Papa Urbano IV encomendó a Santo Tomás de
Aquino la preparación de un oficio litúrgico para la fiesta y la composición de
himnos, que se entonan hasta el día de hoy como el Tantum Ergo. La santa
reliquia se conserva en la Catedral de Orvieto y se puede apreciar en una
capilla edificada en honor a este milagro Eucarístico. El corporal sale en
procesión cada año durante la Solemnidad del Corpus Christi y preside las
celebraciones Eucarísticas en la Catedral.
San Juan Pablo II, durante su visita a la Catedral de
Orvieto en 1990, señaló que “Jesús se ha convertido en nuestro alimento
espiritual para proclamar la soberana dignidad del hombre, para reivindicar sus
derechos y sus justas exigencias, para transmitirle el secreto de la victoria
definitiva sobre el mal y la comunión eterna con Dios”. Fuente: Aciprensa.