23 de junio 2019. La Eucaristía es la síntesis de toda la
existencia de Jesús. Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco. Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!. Hoy, en Italia y en otros países, celebramos la
solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Christi. El Evangelio
nos presenta el episodio del milagro de los panes (cf. Lc 9,11-17) que tiene
lugar a orillas del lago de Galilea. Jesús tiene la intención de hablar a miles
de personas, llevando a cabo sanaciones.
Al anochecer los discípulos se acercan al Señor y le dicen: “Despide a
la gente para que vayan a descansar y buscar comida por las aldeas y los campos
cercanos porque en este lugar no hay comida” (ver 12). También los discípulos
estaban cansados. De hecho, estaban en un lugar aislado y la gente para comprar
comida tenían que caminar ir a las aldeas.
Pero Jesús responde: “Ustedes mismos denles de comer” (v.
13). Estas palabras causan asombro a los discípulos, quizás se enojaron y le
responden: “Sólo tenemos cinco panes y dos peces a menos que vayamos a comprar
comida para toda esta gente” (ibíd.). En cambio Jesús invita a sus discípulos a hacer una verdadera conversión desde la
lógica de “cada uno para sí mismo”. A la del compartir, comenzando por lo
poco que la Providencia nos pone a nuestra disposición. Y de inmediato muestra
que tiene muy claro lo que quiere hacer. Les dice: “Háganlos sentarse en grupos
como de cincuenta, luego toma en sus manos los cinco panes y los dos peces, se
dirige al Padre Celestial y pronuncia la oración de bendición. Entonces,
comienza a partir los panes, a dividir los peces, y a dárselos a los
discípulos, quienes los distribuyeron a la multitud. Y esa comida no termina,
hasta que todos están satisfechos.
Este milagro – muy importante, hasta el punto de que lo
cuentan todos los evangelistas – manifiesta el poder del Mesías y, al mismo
tiempo, su compasión por la gente. Ese gesto prodigioso no sólo permanece como
uno de los grandes signos de la vida pública de Jesús, sino que anticipa lo que
será después, al final, el memorial de su sacrificio, es decir, la Eucaristía, sacramento de su Cuerpo, y
de su Sangre donados para la salvación del mundo.
La Eucaristía es la
síntesis de toda la existencia de Jesús, que fue un solo acto de amor al
Padre y a sus hermanos. Allí también, como en el milagro de la multiplicación
de los panes, Jesús tomó el pan en sus manos, elevó al Padre la oración de
bendición, partió el pan y se lo dio a sus discípulos; y lo mismo hizo con el
cáliz de vino. Pero en ese momento, en la víspera de su Pasión, quiso dejar en
ese gesto del Testamento de la nueva y eterna Alianza, memorial perpetuo de su
Pascua de la muerte, y resurrección.
La fiesta del Corpus Christi nos invita cada año a renovar
nuestro asombro y la alegría ante este maravilloso don del Señor, que es la
Eucaristía. Recibámoslo con gratitud, no de la manera pasiva, habitual, no
tenemos que acostumbrarnos a la Eucaristía y comunicarnos con costumbres, tenemos que renovar verdaderamente nuestro
“amén” al Cuerpo de Cristo, cuando el sacerdote nos dice, el Cuerpo de
Cristo, nosotros decimos “amén”, nos tiene que venir del corazón, es Jesús que
nos ha salvado, es Jesús que viene a darme la fuerza, es Jesús vivo, pero no
nos acostumbremos, cada vez como si fuera la Primera Comunión. Una expresión de
la fe eucarística del pueblo santo de Dios, son las procesiones con el
Santísimo Sacramento, que en esta solemnidad tiene lugar en todas partes en la
Iglesia Católica. Esta noche, en el barrio romano de Casal Bertone, yo también
celebraré la Misa, a la que seguirá la procesión. Invito a todos a participar,
incluso espiritualmente, por radio y televisión. Que la Virgen nos ayude a
seguir con fe y amor a Jesús, a quien adoramos en la Eucaristía.