ABERRACIONES “Acto o conducta depravados, perversos…” Autor.
Padre, Mario García Isaza, formador, Seminario Mayor, Arquidiócesis de Ibagué.
(Colombia). Es la definición que el diccionario de la RAE da, en su segundo
significado, de la palabra aberración. Y queda corto el término para
designar las insensateces morales a que
estamos llegando. La perfidia nos ciega los caminos; sórdidos intereses se
imponen sobre los auténticos valores que dignifican la vida y las relaciones
entre los seres humanos; la más inexplicable
insania pretende desconocer o llevarse por delante toda ley natural;
parece que no nos diéramos cuenta de la sima de degradación a la que nos vamos
precipitando, ni de cómo, obcecados, nos envilecemos al aceptar, sin un gesto
de protesta o de repugnancia, las peores aberraciones; no nos erguimos, como
deberíamos hacerlo, contra quienes se empeñan en borrar cuanto nos sitúa por encima de los animales.
Pueden sonar a discurso apocalíptico mis palabras;
probablemente habrá quien me tilde de Savonarola criollo; que ya una vez me lo
dijeron. Nos hemos anestesiado moral y espiritualmente para no sentir dolor ni
gritar de indignación cuando se nos arrancan las raíces de cuanto, heredado de
nuestros mayores y bebido en las fuentes de nuestras creencias, hemos
profesado, amado y defendido. Permitimos, impasibles y estólidos, que quienes,
encumbrados en los estrados legislativos y judiciales, deberían tutelar los
principios fundamentales de una sociedad cristiana, hagan todo lo contrario:
los destruyan y pisoteen, y nos impongan los más perversos antivalores; y que
los medios de comunicación que tienen
mayor influencia, porque están sustentados por enormes capitales, se
hayan convertido en canales con caracteres de albañal, y rieguen, tiñéndolas de
verdad, las más ponzoñosas falsedades.
Hay noticias que, si no fuesen tan trágicas, si no
transmitiesen hechos tan aberrantes, provocarían risa; pero a mí me causan
estupor y tristeza. Vayan dos, de estos últimos días, como muestra.
Una juez laboral del circuito de Medellín ordenó que, ante
notario, se legalizara por primera vez la unión, ya no entre dos sino entre
tres o entre cuatro homosexuales; y habla, a propósito de esa aberración, de
“matrimonio poliamoroso”, y denomina al grupo dizque “trieja
conyugal”…¿Matrimonio? ¡Por Dios, qué profanación, qué patochada, qué
insensatez! Désele, a esa relación anormal, otro nombre cualquiera.
Reconózcanseles, a quienes la constituyen, lo que reivindican en materia de
derechos económicos o efectos civiles de su convivencia. Pero no tergiversen
las cosas; eso no es, no, matrimonio; ni puede serlo.
En Disneylandia, ese famoso parque de diversión, se organizó
y se celebró una gran “marcha del orgullo gay”. Y eso, por encima de la
protesta que con casi cuatrocientas mil firmas, intentó estorbar semejante
barbaridad. Ahora, ese centro de entretenimiento convertido en escuela de
adoctrinamiento y corrupción para los niños que lo visitan; ahora la
tradicionalmente amable figurita del ratón Mickey transformado, con
estrafalario gorrito multicolor, en
ícono de la homosexualidad…¿Habrase visto?
Si no volvemos a nuestras raíces; si continuamos ignorando
que hay una ley natural que es ley de Dios, y que es anterior y está por encima
de toda ley positiva; si no nos unimos para contener esta riada tumultuosa de
inmoralidad que nos arrastra, estaremos perdidos. ¡Dios nos proteja! Correo del
autor: magarisaz@hotmail.com