5 de junio 2019. La Iglesia católica celebra la Solemnidad
de Pentecostés, día en que se cumplió la promesa de Cristo a los apóstoles, de
que el Padre enviaría al Espíritu Santo para guiarlos en la misión
evangelizadora.
Para comprender más de esta fecha, aquí presentamos ocho
claves.
1. Proviene de la palabra griega que significa
"quincuagésimo" (pentecoste)
La razón es que Pentecostés es el quincuagésimo día (en
griego, pentecoste hemera) después del Domingo de Pascua (en el calendario
cristiano).
Este nombre se empezó a usar en el período tardío del
Antiguo Testamento y fue heredado por los autores del Nuevo Testamento.
2. Esta festividad tiene otros nombres
La fiesta de las semanas, la fiesta de la cosecha o el día
de los primeros frutos, son algunos.
Hoy en día en los círculos judíos se le conoce como Shavu`ot
(en hebreo, "semanas"). Además, se le conoce con diferentes nombres
en varios idiomas.
En los países de habla inglesa también se le ha conocido
como "Whitsunday" (Domingo Blanco), nombre que se deriva
probablemente de las prendas blancas de los recién bautizados.
3. Pentecostés fue otro tipo de fiesta en el Antiguo
Testamento
Fue un festival para la cosecha y significaba que esta
estaba llegando a su fin. Deuteronomio 16 dice: “Luego contarás siete semanas;
las contarás desde el día en que comiences a cortar el trigo. Entonces
celebrarás la fiesta de las Siete Semanas a Yahvé, tu Dios, haciéndole ofrendas
voluntarias según lo que hayas cosechado por la gracia de Yahvé, tu Dios”.
(Deuteronomio. 16:9-10)
4. En el Nuevo Testamento representa el cumplimiento de la
promesa de Cristo
Representa el cumplimiento de la promesa de Cristo al final
del Evangelio de San Lucas: “Les dijo: ‘Todo esto estaba escrito: los padecimientos
del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día. Luego debe
proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados,
comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a
que se conviertan. Ustedes son testigos de todo esto. Ahora yo voy a enviar
sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad hasta
que sean revestidos de la fuerza que viene de arriba’”. (Lc. 24:46-49)
5. El Espíritu Santo tiene diferentes símbolos en el Nuevo
Testamento
Hechos de los apóstoles en el capítulo 2 recuerda: “Cuando
llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De
repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que
llenó toda la casa donde estaban, y aparecieron unas lenguas como de fuego que
se repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos. Todos quedaron
llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les concedía que se expresaran”.
Este pasaje contiene dos símbolos del Espíritu Santo y su actividad:
el viento y el fuego. El viento es un símbolo básico del Espíritu Santo; la
palabra griega que significa "Espíritu" (Pneuma) también significa
"viento" y "aliento". Aunque el término usado para
"viento" en este pasaje es pnoe (un término relacionado con pneuma),
al lector se le da a entender la conexión entre el viento fuerte y el Espíritu
Santo.
En relación al símbolo del fuego el Catecismo señala:
Mientras que el agua significaba
el nacimiento y la fecundidad de la vida dada en el Espíritu Santo, el fuego
simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo. El profeta
Elías que “surgió […] como el fuego y cuya palabra abrasaba como antorcha” (Si
48, 1), con su oración, atrajo el fuego del cielo sobre el sacrificio del monte
Carmelo (cf. 1 R 18, 38-39), figura del fuego del Espíritu Santo que transforma
lo que toca. Juan Bautista, “que precede al Señor con el espíritu y el poder de
Elías” (Lc 1, 17), anuncia a Cristo como el que “bautizará en el Espíritu Santo
y el fuego” (Lc 3, 16), Espíritu del cual Jesús dirá: “He venido a traer fuego
sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviese encendido!” (Lc 12, 49). En
forma de lenguas “como de fuego” se posó el Espíritu Santo sobre los discípulos
la mañana de Pentecostés y los llenó de él (Hch 2, 3-4). La tradición
espiritual conservará este simbolismo del fuego como uno de los más expresivos
de la acción del Espíritu Santo (cf. San Juan de la Cruz, Llama de amor viva).
“No extingáis el Espíritu” (1 Ts 5, 19). (CIC 696)
6. Existe una conexión entre las "lenguas" de
fuego y el hablar en otras "lenguas"
Sí. En ambos casos la palabra
griega para "lenguas" es la misma (glossai), y el lector está
destinado a entender la conexión. La palabra "lengua" se utiliza para
significar tanto una “llama (fuego)” como “lenguaje”. Las "lenguas como de
fuego" que se distribuyen y se almacenan sobre los discípulos, provocan
que empiecen a hablar milagrosamente en "otras lenguas" (es decir,
los idiomas) Ese es el resultado de la acción del Espíritu Santo, representado
por el fuego.
7. El Espíritu Santo es Dios
Según el Catecismo de la Iglesia
Católica, el Espíritu Santo es la "Tercera Persona de la Santísima
Trinidad". Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas
distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús
en su Evangelio.
El Espíritu Santo coopera con el
Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia hasta su consumación, pero es
en los últimos tiempos, inaugurados con la Encarnación, cuando el Espíritu se
revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. El Señor
Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino
como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal.
8. Pentecostés significa participar de la vida divina de
Cristo y ser testigos
La solemnidad de Pentecostés es una de las más importantes
en el calendario de la Iglesia y contiene una rica profundidad de significado.
De esta forma lo resumió Benedicto XVI el 27 de mayo del 2012:
“Esta solemnidad nos hace recordar y revivir la efusión del
Espíritu Santo sobre los Apóstoles y los demás discípulos, reunidos en oración
con la Virgen María en el Cenáculo (cf. Hch 2, 1-11). Jesús, después de
resucitar y subir al cielo, envía a la Iglesia su Espíritu para que cada
cristiano pueda participar en su misma vida divina y se convierta en su testigo
en el mundo. El Espíritu Santo, irrumpiendo en la historia, derrota su aridez,
abre los corazones a la esperanza, estimula y favorece en nosotros la
maduración interior en la relación con Dios y con el prójimo”. Traducido por y
adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en National Catholic
Register. Fuente: Aciprensa.