19 de agosto 2019.
Autor: Luis Antequera. Escritor y Periodista. “Humanofobia”. Sí señores,
porque cada vez con mayor claridad se revela que todo lo que se nos ha
presentado como la lucha por la dignificación y la equiparación de determinados
colectivos o por la protección de determinados conceptos y valores no es, a fin
de cuentas, sino el disfraz que adopta el único lobby que realmente existe, el
lobby humanófobo, y la única ideología que realmente existe, la ideología
humanofóbica. Una ideología que no está
dispuesta a admitir oposición ni debate algunos, preparada para usar y abusar
de los más sofisticados instrumentos legislativos y comunicativos a su alcance,
nutrida de abundantísimo dinero público que uno se pregunta de dónde ha salido,
y que se comporta como una nueva religión, no por estatal y laica menos
dogmática (incluso más que las auténticas), cuyo objetivo es la defensa de la nueva deidad laica, la “pacha
mama”, “la madre tierra”, contra el nuevo leviathan de la historia, ese
parásito que le ha salido que pretende poblarla y transformarla, llamado ser
humano.
Si se dan
Vds. cuenta, cualquiera de los aspectos que analicemos de lo que constituye hoy
el debate sociopolítico conduce a lo mismo, o sea, al cuestionamiento del
poblamiento humano de la tierra y su reproducción sobre ella. Con el aborto, convertido
ni más ni menos que en un derecho del hombre contra el hombre, no se puede ver
más claro; con la eutanasia no se ve peor. El lobby malllamado feminista -y
cada vez se deja ver con mayor claridad-, no
pretende otra cosa que conseguir que las mujeres odien a los hombres y que los
hombres teman a las mujeres, creando un ambiente de lucha de los sexos en
el que el amor, la interrelación y finalmente la reproducción sean imposibles,
o cuanto menos, limitados o ingratos. El igualmente malllamado lobby gay hace
mucho que renunció a luchar por la dignificación de unos homosexuales que, por
lo menos en el mundo occidental, dejaron de ser discriminados hace ya largo
tiempo, y sus reivindicaciones actuales no pretenden otra cosa que subvertir la
institución que ha hecho posible la expansión del ser humano por todos los
rincones del planeta: el matrimonio, la familia. El cambio climático –del que
por cierto no cabe dudar, el clima es un ser vivo y absolutamente cambiante- o
mejor dicho, la antroporresponsabilidad del cambio climático, no es, en la
nueva ideología, sino una manifestación más del daño irreversible que ese ser
criminal que es el ser humano le hace al divinizado planeta. El animalismo nos presenta a la entera
creación como víctima del mismo criminal.
La gran
innovación de la nueva ideología, la verdadera genialidad, ha sido no
presentarse como un todo estanco y perfectamente estructurado, como hizo el
nacionalsocialismo en Alemania o el comunismo en Rusia, con jefes carismáticos
muy caracterizados y notable exaltación del líder en el que se personifica el
movimiento, sino bien al contrario, como conjunto de reivindicaciones
inconexas, que nada tienen que ver entre sí, todas ellas supuestamente
independientes. Sólo después de mucho tiempo, y cuando ya tienen mucho terreno
avanzado, empezamos los más avezados, pocos por desgracia todavía, a comprender
e interiorizar que no se trata de distintas ideologías o de distintos
movimientos los cuales incluso podrían llegar a enfrentarse entre sí por tener
distintos objetivos e intereses, no, sino que todos ellos sirven a un jefe
superior y oculto, premeditadamente oculto, que es el único con verdadera
entidad: el lobby humanófobo, ese lobby
que cuestiona la presencia en el divinizado planeta tierra de un ser diabólico
y perverso que contra todo derecho y de manera inicua, se ha permitido
poblarlo y multiplicarse en él, dominarlo y transformarlo. Fuente. Religión en libertad. LUIS ANTEQUERA.
De formación jurídico-económica, son sus pasiones la música y la historia,
particularmente la de las religiones. Ha colaborado en diversas emisiones de
televisión y de radio, donde dirigió “Iglesia Perseguida” y “Con otros ojos”.
Autor de libros como “Jesús en el Corán”, “El cristianismo desvelado” o
“Cristianofobia”.