Evangelio
para el domingo 18 de agosto 2019. « Dijo Jesús a sus discípulos: «He venido a
prender fuego a la tierra, y cuánto deseo que ya esté ardiendo. Con un bautismo
tengo que ser bautizado, y qué angustia sufro hasta que se cumpla” °°° Lucas
12, 49-53. El mal comienza a desaparecer
en la medida en que asumimos el Reino de Dios. No es un paso por arte de magia. Es una
realidad que se vive desde la acción del Espíritu. El Hijo de Dios plantea el
Reino de su padre celestial. Es naturalmente lógico que la manera de pensar de
Dios sea tan diversa a la forma de entender de hombres y mujeres.
Es normal que
el vocabulario, los símiles, los ayes (cf. Mateo 23, 13-32), las frases
contradictorias o quizás taxativas,
presenten al Maestro de Nazareth como un signo de contradicción. Un Maestro que
predica en un terreno hostil: Una sociedad laica que le molesta que se haga
énfasis en lo ético, lo moral, lo natural, etc. El Reino de Dios implanta conceptos que no
se pueden cambiar en una sociedad: la justicia social, la paz, el derecho. El
hijo de Dios propone un Reino desde la Buena Nueva (cf. Lucas 3,18); su
principio fundamental es la conversión de nosotros, (cf. Marcos 1, 14-14); El
Reino cumple el oráculo del profeta Isaías: “Una nueva luz para entender la
vida de una sociedad” (cf. Mateo 4, 14-16.)
El Papa Francisco practicando una
buena hermenéutica bíblica explica que: El Reino de Dios es ciertamente una
gran fuerza, la más grande que existe, pero no de acuerdo con los criterios del
mundo. Por eso nunca parece tener mayoría absoluta. Es como la levadura que se
amasa en la harina: aparentemente desaparece, pero es precisamente la que
fermenta la masa (cf. Mateo 13, 33). El
mismo Salvador del mundo presenta los signos de su Reino: “Los ciegos ven y los
cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos
resucitan, y se anuncia a los pobres la Buena Nueva " (Mateo 11, 5).
El Nazareno deja en claro que por
encima del poder humano, hay otro mayor que no se logra por los medios humanos.
Él vino a ejercer ese poder dando ejemplo del amor (cf. 1 de Juan 4,8); dando
testimonio de la verdad. Él mismo es la verdad, (cf. Juan 14,6). Lo que más
desea él es que se esté cumpliendo ese deseo: “Vino a encender fuego en el
mundo °°°” (cf. Lucas 12,49). Su Reino no es una teoría, es una propuesta seria
que exige nuestro compromiso, nuestro cambio de mentalidad social, volver
nuevamente por los caminos de Dios. Simeón profetizó la misión de Jesucristo:
“Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel y para ser señal
de contradicción” (Lucas 2, 34). Cuida tu salud: Dios reinará en el alma de
todos aquellos que lo quieran escuchar y obedecer. Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué.