11 de agosto 2019. El Santo Padre reflexionó en el Ángelus Regina
coeli, sobre el momento en el que Jesús llama a sus discípulos a la continua
vigilancia para captar el paso de Dios en su propia vida, indicándoles las
modalidades para vivir bien esta vigilancia: "Estén preparados, con los
vestidos apretados a los costados y las lámparas encendidas" (v. 35).
Francisco exhortó a prepararnos para el encuentro final y definitivo con el
Señor, recordando que la vida es un camino hacia la eternidad, por ello
"hay que vivir y actuar en esta tierra teniendo en el corazón la nostalgia
del cielo".
Captar el paso de
Dios en sus vidas
En su habitual comentario al Evangelio dominical, (cfr.
Lucas 12, 32-48), el Santo Padre reflexionó sobre el momento en el que Jesús
llama a sus discípulos a la continua vigilancia para captar el paso de Dios en
su propia vida, indicándoles las modalidades para vivir bien esta vigilancia:
"Estén preparados, con los vestidos apretados a los costados y las
lámparas encendidas" (v. 35).
No echar raíces en
moradas confortables
En primer lugar, la expresión de llevar "ceñida la
cintura” (la ropa cerca de las caderas), "es una imagen que recuerda la actitud del peregrino, listo para
emprender el camino", dijo Francisco, explicando que se trata de
"no echar raíces en moradas
confortables y tranquilizadoras, sino de abandonarse con sencillez y
confianza a la voluntad de Dios, que nos guía hacia la meta siguiente".
Mantener encendida la
lámpara de la fe
En segundo lugar, se nos pide que "mantengamos las
lámparas encendidas para poder iluminar la oscuridad de la noche", añadió
el Obispo de Roma, haciendo hincapié en que estamos invitados a vivir una fe auténtica y madura, capaz de
iluminar las muchas "noches" de la vida: "la lámpara de la
fe necesita ser alimentada continuamente, con el encuentro de corazón a corazón
con Jesús en la oración y en la escucha de su Palabra".
En este sentido, el Papa subrayó que se nos confía esta lámpara para el bien de todos: por lo tanto,
nadie puede retirarse íntimamente en la certeza de su propia salvación,
desinteresándose de los demás: "la
fe verdadera abre el corazón al prójimo e impulsa hacia la comunión
concreta con los hermanos, sobre todo con los más necesitados".
Estar preparados para
el encuentro final con Dios
Asimismo, profundizando sobre la parábola que relata Jesús
sobre los siervos que esperan el regreso del señor cuando vuelve de la boda
(vv. 36-40), el Pontífice destacó otro aspecto de la vigilancia: estar
preparados para el encuentro final y definitivo con el Señor:
"Bienaventurados aquellos siervos a quienes el amo encontrará a su regreso
aún despiertos... Y si llegando en medio de la noche o antes del amanecer, los
encontrará así, ¡dichosos ellos!" (vv. 37-38).
Con estas palabras- aseveró el Papa- el Maestro nos recuerda
que la vida es un camino hacia la
eternidad; por lo tanto, estamos llamados a hacer fructificar todos
nuestros talentos, "sin olvidar jamás que no tenemos aquí la ciudad
estable, sino que vamos en busca de la
ciudad futura" (Hebreos 13,14). En esta perspectiva, cada instante se
vuelve precioso, por lo que es necesario vivir y actuar en esta tierra teniendo
en el corazón la nostalgia del cielo.
Él nos hará
partícipes de su felicidad eterna
"Si habremos vivido en sintonía con el Evangelio y los
mandamientos de Dios, Él nos hará partícipes de su felicidad eterna en la
patria celestial", indicó Francisco, asegurando que el pensamiento del
encuentro final con el Padre, "rico en misericordia", nos llena de esperanza
y nos estimula a comprometernos constantemente en nuestra santificación y en la
construcción de un mundo más justo y fraterno: "Que la Virgen María, con
su intercesión maternal, sostenga este compromiso nuestro", concluyó. Fuente:
Vatican News.