8 de agosto 2019. Sea en la Misa o en la piscina, todos
estamos llamados a vestir modestamente, de manera apropiada a las
circunstancias y de acuerdo a nuestro estado en la vida, puesto que lo que
usamos retrata a los demás quiénes somos y qué estamos haciendo.
La forma de evaluar el acto moral de vestirse, como en toda
teología moral, es mirar el acto en sí, la intención de la persona y las
circunstancias que lo rodean. Por ello, te compartimos las reflexiones sobre la
virtud de la modestia al vestir de
tres doctores de la Iglesia: Santo Tomás de Aquino, San Francisco de Sales y
San Alfonso María de Ligorio.
Santo Tomás de Aquino
Santo Tomás de Aquino entendió que la modestia es parte de la virtud de la templanza (véase Suma
Teológica, II-II, Q. 160), que es la virtud que nos ayuda a moderar nuestros
deseos.
En ese sentido, la templanza nos ayuda a no excedernos en
nuestros deseos y a actuar de acuerdo con la razón. Por ejemplo, la usamos para
no comer demasiado o muy poco y para ayudarnos a ayunar en días rápidos y comer
alimentos de celebración moderadamente en días festivos. La humildad es un tipo
de modestia interior: debemos ser
honestos con nosotros mismos de que somos criaturas limitadas que necesitan a
Dios.
Por ello, cuando Santo Tomás de Aquino habla de modestia al
vestir, explica que la honestidad se refleja en nuestra indumentaria, y que
esto se aplica a hombres y mujeres, niños y niñas. Lo que usamos retrata algo a los demás sobre quiénes somos y qué
estamos haciendo.
Asimismo, Santo Tomás cita a San Ambrosio expresando que “el cuerpo debe ser adornado de forma
natural y sin afectación, con simplicidad, con más descuido que esmero, no
con ropa costosa y deslumbrante, sino con ropa ordinaria, para que no le falte
a la honestidad y a la necesidad, sin embargo, no se agregará nada para
aumentar su belleza” (ST, II-II, Q. 169, Art. 1). La forma en que nos vestimos
debe ser hermosamente decorada.
Este santo tiene una explicación similar cuando habla de la
elegancia en el vestido, y enfatiza que parecer limpio y ordenado demuestra
respeto con uno mismo y con los demás:
“Estudia para ser ordenado y no permitas que nada de ti sea
descuidado o desordenado. Es una afrenta para aquellos con los que se asocia el
estar vestido de manera inadecuada, pero evite
todas las presunciones, vanidades, galas y afectación. Adhiérase lo más
posible a la modestia y la simplicidad, que sin duda son los mejores adornos de
belleza y la mejor expiación por su deficiencia. (Introducción a la Vida
Devota, III.25).
El punto interesante aquí es que vestir modestamente es tanto para hombres y mujeres, y debe
enfatizar la belleza que Dios les dio. Si colocamos un marco agradable alrededor
de una foto artística o una pintura increíble, cuánto más cuidado deberíamos
poner en la forma en que vestimos nuestros cuerpos que han sido dados por Dios.
Si la modestia es una forma de templanza, entonces uno no
está modestamente vestido cuando no se viste de manera moderada. Santo Tomás
explica que una falta de moderación al
vestir es no vestirse de acuerdo con las costumbres de nuestra sociedad y de
acuerdo con nuestro estado en la vida. (ST, II-II, P. 169, Art. 1).
San Francisco de
Sales también habla de seguir las costumbres de nuestra cultura: es modesto
vestirse a la moda y no hacer una
demostración de nosotros mismos vistiendo de una manera que se destaque. Explica
que “en cuanto al material y la moda de la ropa, la propiedad en estos aspectos
depende de varias circunstancias, como el tiempo, la edad, el rango, aquellos
con quienes se asocia; y varía en diferentes ocasiones” (Introducción a la Vida
Devota, III.25). Lo que usamos debe
coincidir con lo que estamos haciendo.
Por ejemplo, no usaría botas de jardinería y jeans llenos de
barro para asistir a la Misa de Pascua, ni trabajaría en el jardín con mi
vestimenta de Pascua. Deberíamos vestirnos con la ropa adecuada para saber
dónde estamos y qué estamos haciendo, puesto que hacerlo de otra manera sería
vestirse deshonestamente y, por lo tanto, ser inmodesto.
Santo Tomás explica que también es inmodesto tener un apego excesivo a lo que usamos,
es decir, que tiene más importancia la ropa que usamos que aquello que es
realmente importante. Por ejemplo, si gastamos en ropa más dinero del que se
debería, nos estamos enfocando excesivamente en la comodidad de la misma,
independientemente de si son necesarias para la ocasión; así como también si
pasamos demasiado tiempo pensando y prestando atención a cómo nos vestimos y
cómo nos vemos. Podríamos estar demasiado preocupados sobre si nuestra ropa
está de moda, o si contrariamente, somos completamente flojos en el vestir.
Es una cortesía para
los demás vestirse apropiadamente, bañarse y tener el cabello limpio.
Debemos tener humildad en la forma en que nos vestimos, no buscando exagerar o
decrecer, sino estar conformes con nuestra forma de vestir de acuerdo con
nuestros medios, y no anhelar más de lo que tenemos o necesitamos. En el
artículo 2 de la pregunta 169 de la Segunda Parte de la Suma Teológica, Santo
Tomás profundiza en la discusión sobre “el adorno de las mujeres”, donde
analiza cómo los hombres y las mujeres
pueden inducirse a la lujuria de manera intencional o no.
Primero cita la carta de San Pablo a Timoteo enfatizando la
moderación en la vestimenta: “Que las mujeres sepan revestirse de gracia y buen
juicio, en vez de adornarse con peinados rebuscados, oro, joyas o vestidos
caros. Que se adornen más bien con
buenas obras, como corresponde a mujeres que se tienen por piadosas” (1
Timoteo 2: 9-10). Cuando una mujer está casada, es modesto y correcto que se
vista para mostrarle a su esposo su amor por él y su cercanía. De la misma
forma, el esposo debe vestirse de manera que complazca a su esposa; de lo
contrario, estaría siendo inmodesto.
San Francisco de Sales comparte esta opinión y añade:
"La esposa puede adornarse para complacer a su esposo, y es lícito que las
doncellas deseen agradar a los ojos de sus amigos". (Vida devota, III.25)
En ese sentido, Santo Tomás también habla sobre mujeres
solteras y termina con un punto sobre los hombres: “Pero aquellas mujeres que
no tienen esposo ni desean tener uno, o que están en un estado de vida
inconsistente con el matrimonio, no pueden, sin cometer pecado, desear dar
placer lujurioso a los hombres que las ven, porque esto es incitarlos al
pecado. Y si de hecho se adornan con esta intención de provocar a otros a la
lujuria, pecan mortalmente; mientras que si lo hacen por frivolidad o por
vanidad en aras de la ostentación, no siempre es mortal, sino a veces venial. Y
lo mismo se aplica a los hombres a este respecto”. (ST, II-II, P. 169, Art. 2)
La intención importa.
Ciertamente es pecaminoso inducir a lujuria a alguien o desear darle placer
lujurioso a otra persona. Aquí es donde los hombres y las mujeres deben tener
cuidado con el vestido.
San Alfonso María de Ligorio analiza esta idea más
específicamente que Santo Tomás, especialmente en lo que respecta a cómo la
costumbre local en el vestido cambia lo que uno podría considerar un vestido
modesto. San Alfonso habla de la moralidad de una mujer que “se adorna a sí
misma” y “descubre sus senos”, lo cual era una moda en su época. Explica que si
una mujer se viste de acuerdo con la costumbre local y no conoce a nadie en
particular a quien pueda llevar a la lujuria, y además no tiene intención de
llevar a nadie a desear la forma en que se viste, entonces no está pecando.
“Una mujer piensa que algunas personas en general se
escandalizarán por ella, pero no cree que alguien en particular se escandalice
por ella, y no tiene la intención de incitar a la lujuria, ni estaría
complacida por su lujuria (aunque ella estaría contenta de ser elogiada por ser
hermosa), entonces no está obligada a abstenerse de la ornamentación, incluso
la ornamentación superflua, como el maquillaje o descubrir sus senos si esa es
la costumbre local, y no sería un pecado mortal para ella realizar esto. Sin
embargo, es un pecado mortal si el descubrimiento de los senos o la
ornamentación eran vergonzosos en sí mismos y estaban dirigidos a provocar lujuria. (Teología moral, Libro 2, Tratado 3,
Sobre la caridad, Capítulo 2. 55)
Tenemos que ver si estas formas de vestir se ajustan a
nuestras costumbres locales y cuáles son nuestras intenciones al usarlas. De la
misma manera, los hombres y las mujeres también deben evaluar el creciente
descuido en la vestimenta, y si esa costumbre es apropiada o adecuada para la
comprensión de la modestia de las tradiciones católicas. Es casi imposible
establecer reglas duras y rápidas sobre lo que es modesto cuando las costumbres
y circunstancias locales siempre están en constante cambio. Pero una aplicación
razonada de todos estos principios a cada
situación debería ayudar a uno a tomar una decisión moral sobre qué ponerse.
Para Santo Tomás de Aquino, San Francisco de Sales y San
Alfonso María de Ligorio, la moda local
guía la forma aceptable y modesta de vestir tanto para hombres y mujeres. Una mujer puede vestirse de una manera
que en otras culturas puede ser entendida como inmodesta, siempre y cuando no
tenga intención de provocar lujuria. Los hombres también deben considerar esto,
en cuanto a si la forma en que se visten provoca lujuria.
Incluso más allá de evitar la lujuria en otras personas, todos estamos llamados a cuidar cómo nos
vestimos y a considerar lo que es apropiado y se ajusta a nuestras costumbres.
Asimismo, no debemos destacar, sino encajar en nuestra sociedad de una manera
hermosa y con decoro. Traducido y adaptado por Carla Marquina García. Publicado
originalmente en National Catholic Register. Fuente: Aciprensa.