27 de marzo 2020. “Detrás
de toda furia destructiva está el diablo”. Homilía del Papa Francisco. La
primera lectura es casi una crónica (anticipada) de lo que le pasará a Jesús.
(Sabiduría 2, 1. 12-22 Es una crónica adelantada, es una profecía. Parece una
descripción histórica de lo que pasó después. ¿Qué dicen los impíos? “Tendamos
trampas al justo, porque nos molesta y se opone a nuestra manera de obrar; nos
echa en cara las transgresiones a la Ley y nos reprocha las faltas contra la
enseñanza recibida. Es un vivo reproche contra nuestra manera de pensar y su
sola presencia nos resulta insoportable, porque lleva una vida distinta de los
demás y va por caminos muy diferentes… Porque si el justo es hijo de Dios, Él
lo protegerá y lo librará de las manos de sus enemigos”. Pensemos en lo que le
decían a Jesús en la cruz: “Si eres el Hijo de Dios, baja; que Él venga a
salvarte”. Y luego, el plan de acción: “Pongámoslo a prueba con ultrajes y
tormentos, para conocer su temple y probar su paciencia. Condenémoslo a una
muerte infame, ya que él asegura que Dios lo visitará”.
Es una profecía, precisamente, de lo que ha sucedido. Y los judíos
trataban de matarlo, dice el Evangelio. Entonces, también trataron de
arrestarlo – nos dice el Evangelio – “pero nadie puso las manos sobre Él, porque
todavía no había llegado su hora”. (cf. Juan 7, 1-2. 10- 25-30).
Esta profecía es
demasiado detallada; el plan de acción de esta gente malvada es solo detalles
sobre detalles, no escatimemos nada, probémoslo con violencia y tormento, y
pongamos a prueba el espíritu de resistencia… Sujetémoslo en trampas,
atrapémoslo, (para ver) si cae… Esto no es un simple odio, no hay un plan de
acción malvado – ciertamente – de un partido contra otro: esto es otra cosa.
Esto se llama ensañamiento: cuando el diablo que está detrás, siempre, detrás
de todo ensañamiento, trata de destruir y no escatima los medios. Pensemos en
el comienzo del Libro de Job, que es profético sobre esto: Dios está satisfecho
con el modo de vida de Job, y el diablo le dice: “¡Sí, porque lo tiene todo, no
tiene ninguna prueba! ¡Pónganlo a prueba!” Y primero el diablo le quita sus
posesiones, luego le quita su salud, y Job nunca, nunca se alejó de Dios. Pero el diablo, lo que hace, es ensañarse.
Siempre. Detrás de toda la furia está el diablo, para destruir la obra de Dios.
Detrás de una discusión o enemistad, puede ser el diablo, pero desde lejos, con
tentaciones normales. Pero cuando hay ensañamiento, no dudamos: está la
presencia del diablo. Y el ensañamiento es sutil. Pensemos en cómo el diablo ha
sido furioso no sólo contra Jesús, sino también en las persecuciones de los
cristianos; cómo ha buscado los medios más sofisticados para llevarlos a la
apostasía, para alejarse de Dios. Esto es, como decimos en el lenguaje cotidiano,
esto es diabólico: sí; inteligencia diabólica.
Me contaban algunos
obispos de uno de los países que sufrieron la dictadura de un régimen ateo que
llegaron, en las persecuciones, a detalles como éste: el lunes después de
Pascua las maestras tenían que preguntar a los niños: “¿Qué comisteis ayer?”, y
los niños decían lo qué habían comido en el almuerzo. Y algunos decían:
“Huevos”, y los que decían “huevos” eran perseguidos para ver si eran
cristianos porque en ese país comían huevos el domingo de Pascua. Hasta este
punto, de ver, de espionaje, donde hay un cristiano para matarlo. Esto es un
ensañamiento en la persecución y esto es el diablo.
¿Y qué se hace en el
momento del ensañamiento? Solo se pueden hacer dos cosas: discutir con esta
gente no es posible porque tienen sus propias ideas, ideas fijas, ideas que el
diablo ha sembrado en sus corazones. Hemos oído cuál es su plan de acción. ¿Qué
se puede hacer? Lo que hizo Jesús: callarse. Es sorprendente cuando leemos en
el Evangelio que frente a todas estas acusaciones, todas estas cosas, Jesús
guardó silencio. Frente al espíritu de furia, sólo silencio, nunca
justificación. Nunca. Jesús habló,
explicó. Cuando comprendió que no había palabras, silencio. Y en silencio Jesús
hizo su Pasión. Es el silencio de los justos frente a la obstinación. Y
esto también es válido para – llamémoslo así – la pequeña tenacidad diaria,
cuando uno de nosotros escucha que hay una habladuría allí, contra él, y
decimos cosas y luego no sale nada… cállate. Silencio. Y soportar y tolerar la
obstinación. La habladuría es también un
ensañamiento, un ensañamiento social: en la sociedad, en el vecindario, en
el lugar de trabajo, pero siempre contra él. Es un ensañamiento no tan fuerte
como este, pero es una furia, destruir al otro porque se puede ver que el otro
incomoda, molesta.
Pidamos al Señor la
gracia de luchar contra el mal espíritu, de discutir cuando tengamos que
discutir; pero frente al espíritu de obstinación, tener el coraje de callar y dejar hablar a los demás. Lo mismo ante
esta pequeña obstinación diaria que es la habladuría: dejarlos hablar. En
silencio, ante Dios. Fuente: Zenit. Org. Traducción de Vatican News.